Estudio-vida de Levítico, por Witness Lee

I. REPRESENTA A CRISTO NO PRINCIPALMENTE COMO AQUEL QUE REDIME AL HOMBRE DEL PECADO, SINO COMO AQUEL QUE LLEVA UNA VIDA PARA LA SATISFACCIÓN DE DIOS

El holocausto representa a Cristo no principalmente como Aquel que redime al hombre del pecado, sino como Aquel que lleva una vida para Dios y para la satisfacción de Dios. Como ofrenda por el pecado, Cristo redime al hombre de su pecado, pero como holocausto, Él lleva una vida de absoluta entrega a Dios para Su total satisfacción. Durante toda Su vida en la tierra, el Señor Jesús siempre llevó una vida que satisfizo plenamente a Dios. En los cuatro Evangelios Él es presentado como Aquel que era absolutamente uno con Dios. Sus atributos divinos se expresaron en Sus virtudes humanas, y a veces Sus virtudes humanas se expresaron en Sus atributos divinos y con ellos. Cuando fue confrontado, examinado e interrogado por Sus malignos y astutos opositores —los escribas, los fariseos, los saduceos y los herodianos— durante Sus últimos días en la tierra, en algunas ocasiones Sus virtudes humanas se expresaron por medio de Sus atributos divinos, y en otras ocasiones, Sus atributos divinos se expresaron en Sus virtudes humanas.

En la vida del Señor Jesús no había ninguna mancha, defecto o imperfección. Él era perfecto, y llevó una vida perfecta y de absoluta entrega a Dios. Él era completamente apto para ser el holocausto. Puesto que mediante la encarnación le fue preparado un cuerpo para que fuese el verdadero holocausto (He. 10:5-6), Él hizo la voluntad de Dios (vs. 7-9) y fue obediente hasta la muerte (Fil. 2:8). En la cruz Él ofreció Su cuerpo a Dios una vez para siempre (He. 10:10).

(Estudio-vida de Levítico, capítulo 3, por Witness Lee)