Mensajes dados a los santos que trabajan, por Witness Lee

PERFECCIONAR A LOS NUEVOS CREYENTES

El segundo paso importante es perfeccionar a los nuevos creyentes. En nuestra predicación del evangelio, ayudamos a las personas a que crean en el Señor y sean bautizadas; de este modo, ellas llegan a ser nuevos creyentes. Ahora ellas son bebés recién nacidos, y lo que más necesitan es cuidado, que también es el perfeccionamiento. En el pasado tuvimos carencias al respecto, porque la mayoría de los hermanos y hermanas no recibieron la dirección ni el perfeccionamiento que les permitiera saber cómo guiar y perfeccionar a los nuevos creyentes. Aunque a veces cuidamos de ellos, los visitamos y los animamos a venir a las reuniones en el salón de reuniones, el resultado no fue alentador. Esto se debe a que no vimos claramente que Dios no deseaba forzar a las personas a venir a las reuniones, sino más bien que lleváramos las reuniones a sus hogares. Cuando visitamos a las personas, lo hacemos con el propósito de traerles el evangelio de salvación. De la misma manera, cuando las perfeccionamos después que son salvas, nuestro propósito es traer las reuniones a sus hogares. No podemos esperar que sea suficiente traerles la reunión dos o tres veces, así como tampoco podemos alimentar a un bebé recién nacido dos o tres veces. En el pasado no tuvimos esto claro. Por esta razón, aunque bautizamos a muchos, sólo quedaron unos pocos. Pero esta vez hemos aprendido la lección. Al volvernos a la Biblia, descubrimos que inmediatamente después que las personas son salvas y se bautizan, debemos reunirnos con ellas en sus hogares.

Por esta razón, no debemos dejar a un nuevo creyente inmediatamente después que lo bautizamos. Debemos dedicar por lo menos media hora o una hora para ayudar al recién bautizado a que sepa que hoy Cristo, el Salvador, es el Espíritu, incluso el Espíritu vivificante, y que este Cristo entró en su espíritu en el momento en que creyó para vivificar su espíritu y regenerarlo. Simplemente hablen con él de esta manera según la Biblia, muéstrenle los versículos correspondientes, y ayúdenlo a orar y a usar su espíritu para invocar el nombre del Señor, de modo que contacte al Señor Espíritu. Después de esto, deben regresar a visitarlo cada dos o tres días por un mes. Dediquen diez reuniones para forjar en Él el conocimiento y experiencia básicos de la vida cristiana, a fin de echar un buen fundamento de vida. Después de esto, pueden continuar reuniéndose con él una vez por semana o al menos cada dos semanas, cuidando de él así por un año. Durante este tiempo ustedes deben decirle que nosotros no somos predicadores profesionales, sino simplemente personas que han recibido la gracia del Señor y que son constreñidos por el amor del Señor para ayudar a las personas a que sean salvas, crezcan y sean perfeccionadas por el Señor. Nosotros somos iguales a ellos, pues todos somos hermanos en la iglesia, reuniéndonos y ejerciendo juntos nuestra función. Por esta razón, debemos ayudarlos a que aprendan a hacer todo lo que hacemos en las reuniones. Así, poco a poco, ellos irán aprendiendo a orar, a pedir los himnos, a proclamar los himnos, a leer la Biblia y a hablar por el Señor, con lo cual desarrollarán su capacidad orgánica.

(Mensajes dados a los santos que trabajan, capítulo 2, por Witness Lee)