EJERCITAMOS NUESTRO ESPÍRITU
AL ATENDER EL SENTIR DE LA UNCIÓN
En 1 Juan 1 se nos habla de la limpieza de la sangre, y el capítulo 2 nos habla de la unción. En 1 Juan 2:27 se nos dice: “En cuanto a vosotros, la unción que vosotros recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero como Su unción os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como ella os ha enseñado, permaneced en Él”. La unción es el Espíritu Santo como el aceite que se mueve y opera en nosotros (Éx. 30:25). La unción viviente y divina que está en nuestro ser es el mover, operar, inspiración e iluminación constantes del Espíritu de Cristo que mora en nosotros. A fin de ejercitar nuestro espíritu, no solamente tenemos que aplicar la sangre de Cristo, sino también tenemos que prestar atención a esta unción. Esto quiere decir que tenemos que hacerle caso al mover y al operar interiores del Espíritu.
A fin de ejercitar nuestro espíritu, tenemos que aprender la lección de rechazar nuestra mente natural y prestar atención a la unción. Con frecuencia, nos es más difícil olvidar algo que recordarlo. Por ejemplo, si un hermano nos ofende, tal vez nos acordemos de ello por mucho tiempo. Si ejercitamos nuestra mente de este modo, dejaremos de prestar adecuada atención a la unción interior. En lugar de ello, tenemos que abandonar nuestra mente natural y lo único que debe importarnos es el mover y la operación del Espíritu que nos unge, el cual está en nuestro espíritu. Podríamos ilustrar en mayor detalle la manera en que debemos hacer caso a la unción valiéndonos del siguiente ejemplo. Es posible que en la tarde sintamos la carga al recordar que tenemos que ministrar la palabra en la reunión de esa noche. Por tanto, probablemente acudamos al Señor con la intención de orar por esa reunión y por el mensaje correspondiente. Sin embargo, cuando acudimos al Señor, es posible que en lo profundo de nuestro espíritu, por el mover del Espíritu Santo en nosotros, tengamos un sentir, que estemos conscientes o tengamos un sentimiento de que debemos orar por otra cosa. Si en ese momento nosotros continuamos orando regidos por nuestra memoria, en esta oración ejercitaremos únicamente nuestra mente. Esto es incorrecto. Más bien, tenemos que dejar a un lado tal carga, olvidarnos de la reunión y del mensaje, y simplemente hacer caso a la unción interior a fin de orar conforme a aquel sentir en lo profundo de nuestro ser. Ésta es una oración en la que ejercitaremos nuestro espíritu. Todos tenemos que aprender esta lección.
Tenemos que aplicar la sangre y atender a la unción. El libro de 1 Juan es un libro que trata sobre la comunión que es propia de la vida divina. Esta epístola nos dice que a fin de mantenernos en la comunión necesitamos, por el lado negativo, la limpieza de la sangre, y por el lado positivo, la unción. Únicamente estas dos cosas —la limpieza y la unción— podrán mantenernos en la comunión apropiada, una comunión no sólo con el Señor, sino también con la iglesia y con los santos. Siempre necesitamos aplicar la sangre y prestar atención a la unción.
(Ejercicio de nuestro espíritu, El, capítulo 4, por Witness Lee)