EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
NO SOLAMENTE CONSISTE EN ORAR,
SINO TAMBIÉN EN VIVIR, ANDAR, HABLAR
Y HACERLO TODO EN EL ESPÍRITU
Ejercitar nuestro espíritu no consiste solamente en orar. Si no podemos ejercitar nuestro espíritu en otras cosas, tampoco podremos ejercitar nuestro espíritu cuando oramos. La razón por la cual a veces no podemos orar o simplemente no tenemos el deseo de orar, es que somos personas anímicas, incluso carnales. Hemos ignorado nuestro espíritu y no lo hemos ejercitado por mucho tiempo. Los expertos en medicina nos dicen que si nos cubrimos los ojos por varios meses, perderemos la función propia de la vista. Del mismo modo, muchos hermanos y hermanas ignoran su espíritu y siempre ejercitan su mente, parte emotiva y voluntad, o simplemente sus cuerpos físicos. Debido a que no ejercitan su espíritu, éste ha dejado de desempeñar su función.
En 1943 estuve tan enfermo que tuve que permanecer en cama por seis meses. Después de estos seis meses no podía salir de la cama y mantenerme con mis propios pies. Mis piernas se habían debilitado tanto que demoré mucho para volver a caminar. De la misma manera, es posible que nuestro espíritu haya dejado de desempeñar su función. Puede ser que hayamos hablado, discutido, razonado, debatido, analizado e incluso citado las Escrituras ejercitando únicamente el alma. Es posible que a causa de esto, una iglesia se haya visto empobrecida, debilitada y se encuentre sumida en confusión. Hay una sola razón para esto: hemos descuidado nuestro espíritu. No debemos discutir, razonar ni conversar en el alma, sino simplemente ejercitar nuestro espíritu. Si queremos discutir, primero tenemos que ejercitar nuestro espíritu para contactar al Señor y examinar nuestros argumentos delante de Él. Tenemos que regresar al espíritu.
Ejercitar el espíritu no consiste solamente en orar, sino también en vivir, andar, hablar y hacerlo todo en el espíritu. Ello consiste en atender a nuestro hombre interior y siempre hacerle caso en todas las cosas. Si practicamos esto, nos será fácil orar en todo tiempo y en todo lugar, puesto que nuestro espíritu será fuerte, viviente y activo. Tenemos que ejercitar continuamente nuestro espíritu, no solamente al orar o al leer la Palabra, sino también en todos los asuntos relacionados con nuestro vivir y andar cotidianos, tanto en privado como en público. Si antes de leer la Biblia nos preparamos primero al ejercitar nuestro espíritu, veremos una diferencia en nuestra lectura. Del mismo modo, en todas las cosas debemos primero ejercitar nuestro espíritu. Si queremos hablar con nuestra esposa o algún hermano, tenemos que estar listos a ejercitar nuestro espíritu. Incluso para salir de compras, tenemos que prepararnos de antemano ejercitando nuestro espíritu. Si hiciéramos esto, seríamos salvos de hacer muchas compras. Aprenderemos a hacer las cosas de manera breve y sencilla. No ponemos nuestra confianza meramente en las enseñanzas doctrinales, ya que son ineficaces. Más bien, confiamos en la práctica de ejercitar nuestro espíritu. En todo cuanto hagamos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Lo único que el Nuevo Testamento nos insta a hacer en todo tiempo es vivir, andar, orar, recibir sabiduría y revelación y a hacerlo todo en el espíritu.
(Ejercicio de nuestro espíritu, El, capítulo 6, por Witness Lee)