Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La, por Witness Lee

EL BENEPLACITO DE DIOS: EL DESEO DE SU CORAZON

La Biblia revela claramente el plan de Dios. La mayoría de los cristianos valora mucho dos libros entre los escritos de Pablo: Romanos y Efesios. El libro de Romanos empieza con nuestra condición como pecadores, la humanidad caída, pero el libro de Efesios empieza por introducirnos en el corazón de Dios. En Romanos 1 podemos ver nuestra condición como pecadores, pero en Efesios 1 vemos que existe algo en el corazón de Dios. Se usa la expresión “beneplácito” dos veces en este capítulo (vs. 5, 9). Dios tiene un beneplácito, y este beneplácito es el deseo de Su corazón. En la eternidad pasada Dios estaba solo. No podemos imaginarnos cómo era en la eternidad pasada, pero Efesios 1 nos dice que antes de la creación del universo Dios tenía en Su corazón un deseo. Tenía un beneplácito. Lo que quería puede expresarse con la palabra “filiación” (1:5). La filiación es el deseo del corazón de Dios.

Después de que Dios hizo a Adán, dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo (Gn. 2:18). Esto también se puede aplicar a la condición en que Dios se hallaba en la eternidad pasada. No era bueno que Dios estuviera solo. El deseaba producir a muchos hijos. Efesios 1 nos dice que Dios nos predestinó para filiación. Tal vez muchos cristianos crean que la predestinación de Dios es para salvación; pero según Efesios, en la eternidad pasada el primer pensamiento que surgió en el corazón de Dios no fue la salvación. Su pensamiento principal fue la filiación. Dios sabía de antemano que Su creación caería. Dios planeó la salvación por causa de la caída; entonces la salvación fue propuesta para filiación. El deseo de Dios es producir a muchos hijos.

Recientemente en una reunión de oración en Irving, Texas, vi a tres jóvenes. Mirando sus caras, pude ver que eran los hijos de cierto hermano. Los tres se parecen mucho a su padre; son su expresión.

Cuanto más hijos tiene un padre, más expresión tiene. Romanos 8:29 nos dice que el Hijo unigénito de Dios llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos. El Hijo unigénito de Dios en Juan 1:18 y 3:16 llegó a ser mediante la resurrección (Hch. 13:33) el Hijo primogénito. La palabra “primogénito” implica que otros hijos vinieron después. Ahora Dios no sólo tiene a un Hijo, sino a muchos. El Hijo primogénito de Dios, Cristo, tiene millones de hermanos. A lo largo de estos veinte siglos muchos fueron regenerados y así llegaron a ser hijos de Dios. Todos estos hijos son los hermanos del Hijo primogénito de Dios (Jn. 20:17; He. 2:10-12). ¡Qué filiación tan grande y extensa!

Cuando yo era joven, estuve con algunos santos que conocían muy bien la Biblia. Daban énfasis en la predestinación de Dios, pero nunca los oí decir lo que era la meta de la predestinación de Dios. Después de muchos años de estudiar la Biblia, vi que fuimos predestinados para filiación. De modo subconsciente, pensaba que somos predestinados para salvación. Algunos dirían que somos predestinados para ir a los cielos. Ni la salvación ni los cielos constituyen la meta de la predestinación de Dios; es la filiación (Ef. 1:5).

La versión King James traduce esta palabra “la adopción de hijos”, pero la palabra en el idioma original significa filiación. No significa hijos adoptados por un padre, sino hijos nacidos directamente de un padre engendrador. El deseo del corazón de Dios, entonces, es tener una gran multitud de hijos que lo expresen, no solamente en esta edad sino para la eternidad.

(Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La, capítulo 1, por Witness Lee)