INTERPRETAR LA NUEVA JERUSALEN
Entonces, ¿qué diremos de la Nueva Jerusalén? Según el mismo principio, no tiene sentido pensar que la Nueva Jerusalén venidera es una ciudad física. No debemos pensar que Cristo es semejante a un león del zoológico, sólo por causa de que este libro usa la señal del león para describir a Cristo como el rey triunfal. El león no es un verdadero león, es una señal de Cristo como rey triunfal. El cordero no es verdadero, es una señal de Cristo como Redentor. Asimismo, la Nueva Jerusalén es una señal; simboliza algo espiritual.
Uno de los principios que se debe usar al interpretar la Biblia es la coherencia. Puesto que no interpretamos las otras señales literalmente, podemos estar seguros de que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física en la cual vivir. Tal interpretación es completamente natural. Si no interpretamos a Cristo como si fuera un león que tiene cuatro patas y una cola, ¿por cuál razón entenderíamos que la Nueva Jerusalén es una ciudad física? El león es una señal, así como la ciudad.
La clave para entender Apocalipsis
Apocalipsis 1:1 es el versículo clave para todo el libro. Esta única clave sirve como llave que lo abre todo. Tenemos la llave maestra. Podemos abrirlo todo. Debemos tomar 1:1 por llave maestra. El punto clave se encuentra en la expresión “en señales”. Todos los cuadros de este libro son señales.
Los maestros ortodoxos estarían de acuerdo de que Cristo el Cordero no tiene cuatro patas y una pequeña cola. No harían una interpretación tan absurda. Pero, qué dirían de la Nueva Jerusalén? Cuando yo era joven, también creía que la Nueva Jerusalén era una mansión celestial. Estaba contento creyendo que un día estaríamos en una mansión celestial. Como parte de la predicación del evangelio, cantábamos acerca de entrar en las puertas de perla y caminar en la calle de oro. Sin embargo, poco a poco, descubrí al estudiar la Biblia que la Nueva Jerusalén es una esposa. ¿Quién se casaría con una ciudad física? Aunque esa ciudad tuviera doce puertas de perla y una calle de oro, ¿acaso hay alguien que se case con ella?
Al estudiar y entender la Palabra santa, los cristianos frecuentemente hacen uso de su pensar natural. En el cielo nuevo y la tierra nueva moraremos en la Nueva Jerusalén. Pero no debemos considerar la Nueva Jerusalén como una ciudad física. Dios es quien será nuestra morada. Cuando yo era joven, oí a algunos maestros de la Biblia conversando acerca de dónde íbamos a comer en la “mansión celestial” y dónde estaría el cuarto de baño. ¡Cuán pobre es introducir el pensar natural!
Hoy pregunté a algunos santos si ellos estaban en la iglesia. Cuando me contestaron que sí, les pedí mostrarme la iglesia. El Nuevo Testamento nos dice que la iglesia es la casa de Dios, y que Dios mora en Su casa; pero, ¿dónde está la iglesia? La iglesia como casa de Dios y como nuestra casa no es un edificio físico, sino una composición de creyentes vivientes (1 P. 2:5). No es una entidad física sin vida, sino una composición orgánica de personas vivientes. Existe donde los creyentes se reúnan. La iglesia como casa de Dios hoy en día es una composición de personas vivientes; es una persona corporativa. Esto es cierto en esta edad y también en la eternidad.
Coherente con toda la Biblia
El pensamiento de la casa de Dios también se encuentra en el Antiguo Testamento. Moisés dice en Salmos 90:1: “Jehová, Tú nos ha sido morada de generación en generación”.
El Señor Jesús dijo que si alguien le amaba, Su Padre y El irían a él y harían morada con él (Jn. 14:23). Nosotros seremos Su morada, y El será la nuestra. En Juan 15 el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (v. 4). En 1 Juan 3:24 y 4:16 vemos que nosotros permanecemos en Dios, y Dios en nosotros.
En la era de la iglesia permanecemos en Dios, y Dios en nosotros. ¿Cree usted que cuando entremos en el cielo nuevo y la tierra nueva saldremos de Dios y Dios de nosotros? Si en esta era podemos permanecer en Dios, tomándolo a El como nuestra morada, y podemos dar a Dios lugar en nosotros, no es lógico pensar que en la eternidad El dejará de ser nuestra morada, y que, en Su lugar, una ciudad de oro será nuestra morada.
Debemos creer que el hecho de que moremos en el Señor y El en nosotros llegará a ser una experiencia intensificada, agrandada y elevada por completo. Esta es la razón por la cual Juan dice que no vio templo en la ciudad “porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella” (Ap. 21:22). Este es un indicio claro de que la ciudad no es un lugar físico. En esta ciudad el templo es una Persona. Esta Persona es Dios y el Cordero. El propio Dios Triuno será el templo. Si el templo dentro de la ciudad es una Persona, ¿cree usted que la ciudad podría ser algo inanimado?
Puesto que el templo es una Persona divina, el propio Dios Triuno, también la ciudad debe de consistir de personas. En realidad, toda la ciudad es el Lugar Santísimo, el cual tiene tres dimensiones equivalentes (1 R. 6:20; Ap. 21:16). Dado que el Dios Triuno será el templo y toda la ciudad será el Lugar Santísimo, no es posible que la ciudad sea algo físico. Debe de ser una composición orgánica.
En los tiempos del Nuevo Testamento, la morada de Dios en la tierra era primeramente una sola Persona, Jesucristo. El era el tabernáculo de Dios. Después de El, la iglesia es el templo de Dios (Ef. 2:21-22; 1 Co. 3:16). Jesús, una sola Persona, era el tabernáculo de Dios, Su morada. Luego la iglesia como persona corporativa llegó a ser el templo de Dios, la morada de Dios. Este es el Nuevo Testamento. Después de la era neotestamentaria, cuando entremos en la eternidad, la morada de Dios no dejará de ser personas vivientes convirtiéndose en una ciudad física e inanimada. Debemos creer que estas personas, edificadas como morada de Dios, serán agrandadas e intensificadas. En la era venidera habrá un agrandamiento de estas personas vivientes como morada de Dios.
(
Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La, capítulo 9, por Witness Lee)