EL CARACTER DE LA LUZ
La luz tiene una característica muy peculiar: se desvanece fácilmente. Aparece como un destello, y desaparece tan pronto uno la quiere retener. Todos los ministros de la Palabra experimentan esto. Ellos quisieran que antes de que la luz desapareciera, se intensificara y se quedara el tiempo suficiente para poder analizarla. Lamentablemente, la luz no se puede asir ni retener. Podemos recordar infinidad de sucesos, pero no la luz que vimos. Aunque la luz de Dios es inmensa y poderosa, se disipa rápidamente sin dejar rastro; por ello, cuanto más luz recibimos, menos podemos recordarla. Muchos hermanos testifican que cuanto más leen los escritos de personas que tienen revelación, más tienden a olvidarlos. Tenemos que admitir que no es fácil recordar la luz. Nosotros vemos con nuestros ojos, no con nuestra memoria; ésta no puede aprisionar la luz. La luz suministra revelación, mas no se caracteriza por reforzar nuestra memoria.
Debemos prestar atención al carácter de la luz. Incluso mientras nos ilumina parece estar alejándose; tan pronto como la luz nos ilumina, se desvanece; se escapa como si fuera de paso, y nuestra memoria no puede retenerla. No podríamos decir con exactitud cuántas veces necesitamos ser iluminados, antes de que esta iluminación se convierta en revelación. Cuando la luz aparece por primera vez, no podemos recordar con claridad lo que vimos, pero sabemos que vimos algo. Cuando viene por segunda vez, posiblemente veamos un poco más, pero no lo suficiente como para recordarlo. La luz aparece y desaparece tan rápidamente que no podemos retenerla. Al venir por tercera vez, aunque vemos de nuevo lo que ya habíamos visto, esta vez la luz permanece más tiempo. Aún así, no podemos recordar lo que vimos. Ahora la luz viene con más frecuencia; pero cada vez que nos ilumina permanece en nosotros la sensación de que se desvanece, que vuela, que se escapa, que es fugaz. Unas veces esta luz penetra directamente en nuestro espíritu de una manera dinámica; otras veces nos llega por medio de la lectura bíblica. Pero no importa dónde se origine, ella conserva la característica de ser pasajera y efímera.
(Ministerio de la Palabra de Dios, El, capítulo 11, por Watchman Nee)