Ministerio de la Palabra de Dios, El, por Watchman Nee

EL QUEBRANTAMIENTO DEL HOMBRE EXTERIOR

Es posible que alguien se pregunte: “¿No establece 1 Corintios 2:13 que las cosas espirituales no necesitan la sabiduría humana?” ¿Qué podemos decir al respecto? Debemos notar que este versículo se refiere al quebrantamiento del hombre exterior. Es necesario que nuestra mente sea como un criado que está a la puerta de la luz de Dios, esperando que resplandezca a fin de interpretarla. Sin esta prontitud, no es posible que haya un ministerio de la Palabra. Es una lástima que en lugar de usar nuestra mente en la interpretación de la luz, la usemos en nuestros propios asuntos. La mente es el peor de los amos cuando no la empleamos para interpretar la luz de Dios, sino para nuestras propias maquinaciones. Hay una gran diferencia entre la mente que actúa como un criado y la que actúa como un amo. Cuando funciona como amo, trata de encontrar la luz de Dios, de descifrar Su voluntad y de entender Su palabra por su propia cuenta. Esto es lo que se llama sabiduría humana. Todo lo que el hombre intenta lograr solo es sabiduría humana y debemos rechazarla. Nuestra mente debe ser como un criado que está listo, esperando y preparándose para ser usado por Dios. Es Dios quien crea la luz, no nosotros, y es El quien la hace resplandecer sobre nosotros. La función de nuestra mente es preparar, conservar, entender y traducir esta luz. Como podemos ver, la mente debe ser como un criado que desempeña una función muy importante en el ministerio de la Palabra. Una cosa es retener la luz de Dios en nuestra mente, y otra, producir nuestra propia luz. Un hombre que conoce al Señor sabe cuándo un orador es gobernado por su mente, y cuando trasmite la luz de Dios. Cada vez que la mente se entremete en los asuntos de Dios y toma el control, se convierte en un contratiempo para El. Por eso, el hombre exterior tiene que ser quebrantado, ya que cuando esto sucede, la mente deja de estar confusa y de ser independiente.

Debemos tener presente que el quebrantamiento del hombre exterior, en lugar de disminuir el poder de la mente, lo realza. Cuando hablamos del quebrantamiento de la mente, nos referimos al quebrantamiento de una mente que se centra en sí misma, tiene motivos egoístas y actúa por su propia cuenta. Una vez que es quebrantada llega a ser muy útil. Supongamos que una persona está ocupada noche y día con cierto asunto hasta el punto de obsesionarse. ¿Podrá tal persona leer debidamente la Biblia? ¡No! La mente de esta persona está tan desorientada que Dios no la puede usar. Hermanos, éste es un asunto muy serio.

Una mente limpia y reservada para Dios nos faculta para servir en el ministerio de la Palabra. Este es un requisito básico para todo aquel que desea participar en el ministerio. Cuando decimos que el hombre exterior necesita ser quebrantado, no nos referimos a que la mente debe dejar de funcionar, sino que ya no debe estar ocupada con el yo, ni en un laberinto de ideas desordenadas, ni estar en el laberinto de las cosas externas. La sabiduría de los sabios debe ser quebrantada, y la habilidad de los astutos debe ser eliminada. Sólo entonces nuestra mente deja de ser nuestra vida y nuestro amo para convertirse en un órgano útil. Hay personas a las que les fascina pensar y ser muy diestros; sus pensamientos son su vida. Pedirles que no se enfrasquen en la mente, es quitarles la vida. Tienen una mente que nunca descansa; es tan activa que dudamos que el Espíritu de Dios infunda Su luz en el espíritu de ellas. Y aun si lo hiciera, no podrían recibir la luz. Una persona consumida por sus pensamientos es demasiado sensitiva y prejuiciosa; por ello, no ve ni entiende la luz de Dios. Para que la mente de esta persona sea útil, Dios debe disciplinarla y quebrantarla totalmente. A esto nos referimos cuando hablamos del quebrantamiento del hombre exterior. Si la mente se vuelve el centro de nuestro ser, y todo gira alrededor de nuestro yo, y pensamos solamente en nuestras propias cosas, no permitiremos que la luz de Dios entre en nuestro espíritu. Como consecuencia, el ministerio de la Palabra se detendrá en nosotros y allí terminará. El ministerio de la Palabra necesita un canal para que el agua que procede de Dios pueda fluir. Ese canal somos nosotros. Si el agua encuentra obstáculos a su paso, no puede fluir. Muchas personas no pueden ser ministros de la Palabra porque tienen la mente bloqueada. Cuando la Palabra no puede pasar por nuestra mente, el ministerio de la Palabra de Dios se detiene.

Hermanos, no piensen que no tiene importancia malgastar la energía de nuestra mente. Muchos creyentes desperdician su poder mental en asuntos triviales, y crean estorbos en el camino de Dios. Todo lo que Dios creó es vital. El nos dio la mente para que coopere con la revelación; pero esto no es posible si ella está distraída en otros asuntos, ya que la mente centrada en sí misma es inútil. Ella debe servir a Dios, ya que cuando mantiene su posición de sierva, es útil en Sus manos; pero si asume la posición de amo, se convierte en enemigo y gran opositor de Dios. Debido a esto, 2 Corintios 10:5 dice que todo pensamiento debe ser llevado cautivo a la obediencia a Cristo. Dios no desea anular nuestra mente, El desea llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Es importante saber cuándo la mente del hombre ha tomado el control. Si confiamos en nuestra sabiduría y habilidad, Dios tiene que quebrantarnos totalmente. De todos modos, debemos comprender que la obra de quebrantamiento no tiene como fin anular el órgano mismo, ni su función, sino quebrantar el centro, la vida del mismo, a fin de que Dios pueda usarlo. El desea que nuestra mente le sirva, es decir, que el alma esté sujeta al espíritu.

En Romanos 8:2 dice que Dios nos ha librado en Cristo Jesús. ¿Cómo nos liberó? Por medio de la ley del Espíritu de vida. ¿Y cómo podemos obtener la ley del Espíritu de vida? Andando según el Espíritu. Esta es la manera en que la ley del Espíritu de vida opera en nosotros; así que, si no andamos según el Espíritu sino según la carne, la ley del pecado y de la muerte se manifiesta en nosotros. Romanos 8 indica que los que andan según el Espíritu vencen la ley del pecado y de la muerte. Pero, ¿quiénes son los que andan según el Espíritu? Los que ponen su mente en el espíritu (v. 6). Estos son los que experimentan la ley del Espíritu de vida, y vencen la ley del pecado y de la muerte. ¿Qué significa poner la mente en el espíritu? Sencillamente eso, ponerla en la cosas del Espíritu. Si la mente de una persona es indómita y siempre está pensando en cosas extrañas y en fantasías, es carnal; pero si es guiada por el Señor hasta el grado de pensar en el Espíritu, es espiritual y entiende las cosas espirituales. Es imposible vivir por la ley del Espíritu si nuestra mente constantemente está ocupada en asuntos terrenales y si mantenemos la mente en la carne. Si no nos preocupamos por escuchar al Espíritu, seguiremos lo que nuestra voluntad indique, pondremos nuestra mente en la carne y caeremos en aquello en lo que pusimos nuestra mente. Esta no debe ser el centro de nuestro ser, sino un siervo atento a la voz de su amo. Así que necesitamos que nuestro hombre exterior sea quebrantado, porque cuando esto sucede, la mente deja de ser el centro y el yo deja de ser el foco de atención. Entonces no actuamos según la mente, aprendemos a escuchar la voz de Dios, y le esperamos como un siervo espera la orden de su amo. Así, cuando Su luz resplandece en nuestro interior y nuestro espíritu la percibe, nuestra mente la puede interpretar.

Muchas personas posiblemente piensen que para servir como ministros de la Palabra, lo único que necesitan es memorizar un mensaje. Si éste fuera el caso, la fe cristiana se convertiría en una religión basada en la carne, no se cimentaría en la revelación que se recibe en el espíritu. Es en nuestro espíritu y por medio de nuestra mente que conocemos, estudiamos, traducimos y comprendemos las cosas de Dios. Por eso es importante que nuestra mente sea estable y sobria; de lo contrario, no podremos conservar la luz. La base del ministerio de la Palabra es la revelación de la luz de Dios en el espíritu del hombre. Sin embargo, la manera de interpretar esta luz varía según los diferentes niveles de entendimiento y la condición intelectual de cada persona. La luz que una mente sobria puede captar es muy diferente a la que puede captar una mente común. Cuanto más apta sea la mente, más claramente comprenderá la verdad de la justificación. Es posible que al acercarnos al Señor entendamos el significado de la justificación por fe, la cual es una verdad elemental, pero no sepamos cómo expresarla. Así que, cuanto más amplia sea nuestra mente, más podremos entender, de tal manera que cuando hablemos de ello, lo que expresemos será profundo y elevado. Pero si nuestros pensamientos son superficiales, nuestro entendimiento será limitado y lo que expresemos será igualmente superficial. Lo que percibimos está determinado por la limitación de nuestra mente. La Palabra de Dios es la misma en ambos casos, pero es debilitada por la mente superficial. La mente es uno de los factores naturales del ministerio de la Palabra, y cuando su nivel no es elevado ni restringido, se nos escapa la Palabra de Dios. El riesgo que corre el ministerio de la Palabra es que cabe la posibilidad de que el hombre le añada expresiones impropias a la luz divina o le mezcle pensamientos malsanos, lo cual restaría eficacia a la Palabra, y la pérdida sería enorme.

Hermanos, ¿podemos ver esto? Nuestra responsabilidad es grande. Si nuestra mente es disciplinada, expresaremos adecuadamente la palabra de Dios, y la adición de nuestros elementos humanos será una gloria para ella. Esto fue lo que experimentaron Pablo, Pedro y Juan. Pablo tenía cierta fisonomía y personalidad, pero cuando la luz de Dios resplandecía en él y expresaba la palabra, Dios y Pablo estaban en ella. Esto es muy hermoso. La palabra de Dios puede ser perfeccionada por el hombre sin ningún obstáculo; incluso, puede ser glorificada. También podemos ver esto en Pedro. Cuando él hablaba, el fluir de la Palabra de Dios transmitía su personalidad. Pedro perfeccionó la Palabra de Dios; no la afectó. Hoy los ministros de la Palabra de Dios deben ser iguales a los primeros ministros, pues a ellos los necesita Dios. ¿Se han preguntado cuánta de esta luz se pierde al pasar por el espíritu y la mente, y cuánta es perfeccionada? Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Si la Palabra y el ministerio son débiles, se debe a que nuestra mente es débil. Si no tenemos una mente disciplinada que pueda leer e interpretar la luz de Dios, lo que expresemos no tendrá vigor. Como ya dijimos, nosotros somos los canales de la Palabra de Dios, y regulamos su caudal como lo hace un tubo en el caudal del agua. El tubo puede estar en buenas condiciones y permitir que el agua fluya normalmente, o puede estar perforado o contaminado. De igual manera, nosotros podemos transmitir la palabra de Dios de manera potente, o débil y llena de contaminación. Nuestra responsabilidad en verdad es grande. Si sólo nos interesamos en doctrinas, estamos en el carril equivocado. Necesitamos ser quebrantados para poder ser útiles.

La marca de la cruz y el quebrantamiento del hombre exterior no es algo optativo, ya que sin el quebrantamiento, no hay ministerio. Nuestro hombre exterior debe ser quebrantado a fin de comunicar a Cristo y anunciar la Palabra de Dios. Por ello, es inevitable que volvamos la atención a nosotros mismos. Es necesario estar en la debida condición, para ser de beneficio.

(Ministerio de la Palabra de Dios, El, capítulo 11, por Watchman Nee)