LA INTERPRETACION DE LA HISTORIA
En 1 Timoteo 2:13-14 se alude a la historia de Adán y Eva: “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Satanás no vino a Adán directamente, sino a Eva, y ésta tentó a Adán. Primero Eva cayó en el engaño de Satanás, y luego cayó Adán al ser tentado por Eva. El Antiguo Testamento narra este hecho, y el Nuevo Testamento nos da la revelación por medio del Espíritu Santo, el cual nos muestra que la mujer no debe ser la cabeza de la iglesia, ni debe predominar sobre el hombre. Esto establece un principio básico y nos presenta un patrón. Siempre que la mujer asume el mando, el pecado se introduce en el mundo. Este hecho es parte de la historia de Adán y Eva, pero al ser revelado, se convierte en la base para el ministerio de la Palabra.
En Romanos 9 Pablo cita Génesis 21 cuando habla de la historia de Abraham. Leemos en Romanos 9:7: “En Isaac te será llamada descendencia”. Y añade: “En este tiempo el próximo año vendré, y Sara tendrá un hijo” (v. 9). Este hecho de la historia está en el Antiguo Testamento, pero el Espíritu Santo abrió esta palabra a Pablo y le reveló su significado. Pablo comprendió que “no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos” (vs. 6-7). Sólo los que nacen de Sara son contados como hijos, ya que la promesa de Dios se relacionaba con Sara. Isaac nació según esta promesa y fue el hijo contado como descendiente de Abraham. De igual manera, sólo los que creen en el Señor Jesús y nacen según la promesa, son hijos de Dios. Ver esto le dio a Pablo el ministerio de la Palabra de Dios. Si al leer la historia de Abraham y Sara, Pablo no hubiera recibido la interpretación del Espíritu Santo, ésta habría sido un simple relato. Como podemos ver, el ministerio de la Palabra de Dios requiere la interpretación del Espíritu Santo, sin esta revelación no podemos usar como base la palabra que Dios dio en el pasado.
En el libro de Gálatas, Pablo explica la historia de Isaac con más detalles y más claramente. En Gálatas 3:29 dice: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendencia de Abraham sois, y herederos según la promesa”. Y en Gálatas 4:28 leemos: “Así que, hermanos, nosotros, a la manera de Isaac, somos hijos de la promesa”. Este era el pensamiento de Pablo y constituía su ministerio. ¿De donde provenía su ministerio? De una historia del Antiguo Testamento. El Espíritu Santo le reveló que la promesa era la llave para comprender el significado de dicha historia. Dicha promesa se encuentra en Génesis 18:10: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Puesto que esa promesa se cumpliría el año siguiente, no en ese mismo día, podemos decir que Isaac nació según la promesa. Nosotros, igual que Isaac, también nacimos según la promesa. Este asunto es muy claro. Pablo pudo comunicar esto a los hijos de Dios porque el Espíritu Santo le dio la interpretación. Sin ésta no se puede anunciar la Palabra de Dios. Necesitamos la interpretación que viene del Espíritu Santo en cada profecía y en cada historia. Todos los relatos del Antiguo Testamento requieren la explicación del Espíritu, pues sin ella no es posible ministrar la Palabra.
Veamos este otro ejemplo: “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade” (Gá. 3:15). Pablo dice que una vez que un pacto es concertado, no se puede invalidar ni alterar. Esto es válido no sólo con relación a Dios sino también al hombre. En el versículo 16 añade: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia. No dice: ‘Y a los descendientes’, como si hablase de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo”. Esto nos muestra cuán exacto era Pablo. En Génesis Dios le dijo a Abraham que iba a bendecir a otros por medio de su simiente. El Espíritu de Dios le dio a Pablo la explicación de este pasaje y él la escribió en estos versículos. Dios iba a bendecir a otros por medio de Abraham y de su descendencia. ¿Cuál es nuestro entendimiento de la palabra hebrea que se traduce descendencia? Notemos que esta palabra está en singular. Pablo observó esto e inmediatamente se dio cuenta de que la intención de Dios no era bendecir a las naciones por medio de todos los descendientes de Abraham. Si ese hubiera sido el caso, la gracia de Dios se habría limitado a los judíos, pues sólo ellos habrían podido traer esta bendición a todo el mundo. Pero la palabra descendencia está en singular. Esta descendencia es Cristo. Al decir que iba a bendecir a las naciones por medio de la descendencia de Abraham, Dios se refería a Cristo. Parece un detalle sin importancia que la palabra descendencia esté en singular, y no en plural; no obstante, detrás de este asunto que parece tan sencillo, yace una verdad muy crucial. El Espíritu Santo le reveló este hecho a Pablo y le mostró su significado. Este entendimiento le permitió tener el ministerio de la Palabra.
Estudiemos otro caso. En Génesis 15 se nos dice que Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Con base en esto, Pablo nos muestra que Dios no justifica al hombre por sus obras justas sino por la fe. Este es el ministerio de Pablo. Puesto que Abraham fue justificado por la fe, todos sus descendientes son justificados de la misma manera, y a su vez, los que son justificados por la fe, éstos son hijos de Abraham (Gá. 3:6-7). La fe de Abraham le fue contada por justicia, y de igual manera, todos los que son de la fe son justificados con el creyente Abraham (vs. 8-9). Pablo muestra que Génesis 15 no sólo habla de un hecho ni de un evento histórico, sino de un principio: la justificación por la fe.
Debemos tener presente que tanto los relatos como las profecías que contiene el Antiguo Testamento tienen un gran valor. Para algunos, las profecías, los preceptos y enseñanzas de la Biblia son valiosas, pero no la historia; piensan que la historia no tiene importancia. Un incrédulo posiblemente acepte el libro de Proverbios, pero no el de Génesis. No obstante, todos los sucesos históricos de la Biblia, sus enseñanzas, sus preceptos y sus profecías constituyen la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es indivisible y requiere la interpretación del Espíritu Santo. Este mismo principio gobierna todos sus componentes, incluyendo la historia y la profecía. Muchas verdades y revelaciones bíblicas son descubrimientos encontrados en la historia del Antiguo Testamento. Al servir como ministro de la Palabra de Dios, Pablo recibía la revelación del Espíritu, alguna veces por medio de las profecías del Antiguo Testamento, y otras, por medio de los sucesos históricos. El Espíritu Santo tiene que interpretarnos los hechos del Antiguo Testamento para que podamos ejercer el ministerio de la Palabra.
(
Ministerio de la Palabra de Dios, El, capítulo 6, por Watchman Nee)