INSTRUCCIONES PRACTICAS PARA VISITAR A OTROS
Primero, debemos tomar la carga y hacer una resolución definitiva para visitar a otros. Debemos desarrollar un nuevo hábito de visitar a otros. En el banco, en el supermercado, en la calle, y en todas partes debemos hablar con otros hasta que llegue a ser nuestro hábito. Probablemente algunos de nosotros nos hemos dado cuenta de que no estamos acostumbrados a hablar con otros. Cuando vemos que alguien se nos acerca en la calle, tal vez nos demos vuelta. En lugar de eso, siempre debemos aprovechar la oportunidad de hablarle a la gente. Siempre debemos tener a la mano volantes del evangelio para dárselos a nuestros contactos.
Cuando salgamos a visitar gente, debemos aprender a comportarnos apropiadamente. Antes de salir a visitar, debemos asegurarnos de vestirnos apropiadamente para tener una apariencia adecuada. Necesitamos ser corregidos por el Señor en la manera que hablamos y en nuestros modales para llegar a la gente. No debemos ser negligentes en nada. Tener contacto con otros apropiadamente no es fácil.
Siempre espere hasta que su amigo tenga confianza. Siempre ayuda escucharlos. Finalmente, dígale que usted es un cristiano, no un predicador, y que usted ama al Señor Jesús. Siempre espere a ver cómo él responde. Tal vez resulte apropiado leer con él algunos párrafos del folleto El misterio de la vida humana, o quizá sea mejor darle el folleto titulado Dios. Usted debe conocer bien el contenido de estos folletos del evangelio para poder impartirlos en los nuevos. Tenemos que aprender mucho para que nuestro cuidado de la gente surta efecto.
Además, debe aprender a nunca discutir o argumentar con la gente. Los argumentos y los debates no sirven para nada. Por otro lado, no debe estar de acuerdo con la gente demasiado rápido ni tampoco estar de acuerdo con todo lo que digan. De lo contrario, pensarán que usted les está “siguiendo la corriente”. Usted debe mostrarle a la gente su cuidado. El hecho de no ser negligente ni descuidado añade peso a nuestras palabras. De lo contrario, los que hablen con nosotros pensarán que nuestras palabras carecen de valor y gravedad.
Tal vez se acerque a un hombre que esté de prisa. Si se da cuenta de esto, no debe usted sentarse y quitarle tiempo. Aproveche la oportunidad de decir algo breve y dele un folleto. Puede usted decirle: “Esto le ayudará a conocer al Salvador, Jesucristo. Que tenga un buen día. Adiós”. Eso es suficiente. El apreciará esto porque tenía prisa para salir. Si usted trata de sentarse con él en ese momento, lo molestaría y hasta lo ofendería. En otra ocasión, usted comprenderá que una persona quiere pasar tiempo con usted. Ese es el momento para que usted le hable suavemente y gradualmente por unos quince o treinta minutos.
Hacer citas siempre es adecuado cuando visitamos a otros. Pero esto no quiere decir que debemos visitar a otros solamente haciendo citas. Debemos hablarle a la gente en cualquier momento. El Señor mismo es el factor, la razón y el propósito de que salgamos a visitar gente. El honrará lo que hagamos, y hoy El es el Espíritu que está dentro de nosotros. Cuando salimos a visitar gente, tenemos que creer que el Señor Jesús va con nosotros. Nuestras palabras serán Sus palabras. Debemos impartir al Señor en la gente. Nunca debemos olvidarnos de ministrar Cristo a otros. Nunca debemos olvidarnos de transmitir a Dios, el Dios vivo, a la gente. Aunque solamente hablemos con alguien por un minuto, de todos modos debemos ministrarles Cristo y trasmitirles Dios.
También debemos aprender a discernir el momento adecuado para pedirle a alguien que ore con nosotros. Por ejemplo, al cocinar algo debemos saber cuándo detenernos. De lo contrario, el guiso se arruinará, ya sea por estar crudo o demasiado cocido. Los buenos cocineros saben cuándo detenerse. Después de una gran reunión evangelística, D. L. Moody habló con un incrédulo. En el momento crítico en que esta persona estaba a punto de orar, llegó otra persona. Como estaba lloviendo, esta persona entró con un paraguas e hizo un ruido que distrajo a la otra persona. Después de esa distracción, la persona no quería orar para recibir al Señor. Esto nos muestra cuán importante es orar con la gente en el momento adecuado.
Tocar al Señor se puede comparar con la instalación de la electricidad. Una casa puede tener todos los cables, pero si los cables no están conectados apropiadamente, no puede haber electricidad. Hablar con la gente es como conectar los cables para que la electricidad llegue. Todos tenemos que aprender a no hablar mucho ni poco con nuestros candidatos del evangelio. Debemos tener el deseo de aprender todo esto mientras nos ejercitamos para hablarle a la gente. Lo que necesitamos en estos días no es más doctrina sino práctica. Necesitamos aprender a hablar con otros, no de manera general sino de manera práctica.
Quizá cometamos errores mientras hablamos con otros, pero necesitamos comprender que algunas veces nuestros errores son parte del propósito de Dios. Si no hacemos nada, nunca podremos cumplir el propósito de Dios. Aunque estemos equivocados, de todos modos El nos bendecirá. No obstante, todos tenemos que aprender a ser prácticos. Al hablar con alguien debemos percibir qué clase de persona es y qué necesita. Entonces le podemos responder y darle algo que satisfaga su necesidad en particular. Cuando hablemos con alguien, siempre debemos tener la meta de volverle a hablar.
También debemos aprender a no desperdiciar el tiempo. Cuando hablemos con otros, debemos discernir si esa persona debe ser un contacto constante. Invitar gente a cenar es bueno, pero no debemos hacerlo prematuramente. Después de hablar varias veces, sabremos cuál es el momento propicio para invitar a alguien a nuestra casa o para que esa persona nos invite. Nunca debemos ser negligentes ni descuidados al tener contacto con la gente.
Además, siempre debemos orar por nuestros conocidos. No diga que no tiene el tiempo. Aunque esté verdaderamente ocupado, puede orar mientras va de salida por la puerta: “Señor, ayúdame a conocer la persona apropiada hoy”. Mientras maneja en camino al trabajo, puede continuar orando. Esta es la verdadera oración, no la oración de rutina. Seguramente es muy bueno tener un tiempo fijo para orar, pero orar mientras va de salida o mientras maneja hacia el trabajo en su carro puede ser aun más efectivo. Dondequiera que esté, puede usted orar. Recuerde a todos sus conocidos delante del Señor y ore por ellos.
(
Entrenamiento y la práctica de los grupos vitales, El, capítulo 8, por Witness Lee)