Entrenamiento y la práctica de los grupos vitales, El, por Witness Lee

NUESTRA CARGA AL PREDICAR EL EVANGELIO

Atesoro 1 Corintios 9:16-27. Esta es la porción más elevada de la Biblia con respecto a nuestra carga al predicar el evangelio. Quisiera que leyéramos estos versículos con mucha atención.

Se nos encomendó una mayordomía

Pablo dice: “Pues si predico el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no predico el evangelio! Por lo cual, si lo hago por mi propia voluntad, recompensa tengo; pero si por fuerza, una mayordomía me ha sido encomendada” (vs. 16-17). Pablo tenía una carga y una responsabilidad. Predicar el evangelio no era su gloria, sino su deber. El Señor le encomendó a Pablo una mayordomía y lo estableció como mayordomo. La palabra griega traducida mayordomía es oikonomía, que también es la palabra para economía. Con el fin de cumplir la mayordomía, Pablo dispensó a los necesitados todas las riquezas que él había recibido del Señor.

Hacerse de todo para todos

Los versículos 18 y 19 dicen: “¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio, para no hacer pleno uso de mi derecho en el evangelio. Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a mayor número”. Pablo se hizo esclavo de todos los necesitados para ganarse el favor de ellos. Los versículos 20 al 22 dicen: “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino dentro de la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos”. Pablo se hizo de todo para todos. Para los débiles se hizo débil. El se adaptó a todo, esto es, a las diferentes clases de comidas y prácticas, por causa de todos los hombres.

Participar del evangelio

El versículo 23 dice: “Todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”. Cuánto disfrutemos nuestra participación en el evangelio depende de cuánto lo compartamos con otros. Si no predicamos el evangelio, no tendremos gozo en el evangelio. Si no predicamos el evangelio, no participamos del evangelio que hemos recibido. El evangelio se recibe por fe, pero se disfruta por medio de la predicación. Tenemos que predicar el evangelio para disfrutarlo. Mientras más lo predicamos, más lo disfrutamos. Si no predicamos y no llevamos ningún fruto, no tenemos ningún gozo en el evangelio.

Correr en un estadio

El versículo 24 dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar”. Pablo era como un atleta olímpico que corriera en una competencia. El usó el ejemplo de correr en un estadio para demostrarnos cómo predicaba. El no predicaba de una manera descuidada sino de una manera olímpica, de una manera muy estricta. Alguien que compita en las olimpíadas se debe entrenar y ejercitar de una manera muy estricta. Debemos hacer lo mismo en el evangelio.

Pablo dijo que deberíamos correr la carrera de tal forma que podamos recibir el premio. Debemos recordar que hay un galardón como incentivo para nuestra predicación, pero no podemos predicar el evangelio descuidadamente. Debemos esforzarnos por correr de manera estricta. Si consideramos esto y nos comparamos con Pablo, tenemos que admitir que nos falta mucho. No debemos tomar a la ligera la práctica de los grupos vitales por causa del evangelio. Si somos negligentes, no tendremos la posibilidad de ganar nada. El Señor nos ha estado hablando semana tras semana y año tras año. Pero muchos de nosotros no hemos recibido el beneficio completo de Sus palabras, lo cual se debe a nuestra negligencia.

No debemos hacer nada de una manera irresponsable. Si arreglamos las sillas, debemos hacerlo adecuadamente. Si servimos como ujieres, debemos revisar el lugar a donde dirijamos a la gente. Debemos asegurarnos de que todo esté en orden y limpio, impecable y atractivo. También debemos aprender a ser estrictos al comer. Al retirarnos de la mesa, debemos poner la silla en su lugar adecuado debajo de la mesa. Nuestra habitación, nuestro lugar de trabajo y todo lo relacionado con nosotros debe estar en buen orden. Si somos irresponsables y desordenados, predicaremos el evangelio de la misma forma. Tal vez hablemos de predicar el evangelio, pero ¿cómo lo hacemos? Tal vez prediquemos de una manera negligente sin hacer ningún esfuerzo y sin tener ninguna desesperación.

En 1953 llevé a cabo un entrenamiento en Taipéi, al cual asistieron ciento veinte santos. Ese fue el primer entrenamiento que di luego de haber salido de la China continental. Lo primero de lo que hablé en ese entrenamiento fue el carácter de los entrenantes. Mencioné treinta aspectos que constituyen un carácter apropiado de una persona que puede ser útil al Señor (véase el libro titulado Character [Carácter] publicado por Living Stream Ministry). En primer lugar, debemos ser genuinos, exactos y estrictos. Ser genuino, exacto y estricto tiene como fin correr la carrera cristiana para ganar el premio. Cuando se corre en un estadio se observan ciertas reglas. Es necesario que nos ejercitemos.

Llevo muchos años bajo esta clase de entrenamiento y disciplina. Si no nos imponemos una disciplina apropiada, nunca seremos vencedores. El Señor Jesús no era descuidado. Una vez alimentó a cinco mil personas, sin incluir mujeres y niños, con sólo cinco panes y dos peces. Si hubiésemos estado allí, habríamos estado entusiasmados. Tal vez en nuestro entusiasmo habríamos descuidado lo que sobró. Pero el Señor Jesús le dijo a los discípulos que recogieran todas las sobras (Jn. 6:12), lo cual muestra cuán estricto era el Señor.

Cuando El vio a los cinco mil, les dijo a Sus discípulos que los hicieran sentar en grupos de cincuenta cada uno (v. 10; Lc. 9:14). Luego tomó los panes y los peces y alimentó a la multitud. Estar sentados significa estar en orden. Si no se hubiesen seguido ciertas reglas, no habría sido posible alimentar a los cinco mil. Todos ellos tenían hambre y querían comer. Si todos hubieran corrido a la vez por la comida, algunos habrían sido pisoteados. El hecho de que el Señor pidiera a los discípulos que hicieran sentar a la multitud constituyó una regla. Cuando los discípulos distribuyeron la comida, lo hicieron en orden y de manera apropiada. Esto muestra que el Señor Jesús era muy detallado y minucioso en Su humanidad.

También podemos ver la excelente humanidad del Señor cuando El resucitó. Cuando Pedro entró en el sepulcro del Señor en el día de la resurrección, él vio “el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte” (Jn. 20:7). Si nosotros hubiéramos resucitado, tal vez hubiésemos dicho: “¡Alabado sea Dios! ¡He sido liberado! ¡Aleluya!” Entonces habríamos tirado el sudario y dejado todo en desorden en el sepulcro. Pero esto no fue lo que hizo el Señor. Cuando los discípulos vinieron a Su sepulcro, vieron la evidencia de que El había sido resucitado. Todas las cosas dejadas en el sepulcro fueron un testimonio de la resurrección del Señor. Si esas cosas no hubiesen quedado en buen orden, habría sido difícil que Pedro y Juan creyesen (v. 8) que el Señor había resucitado. Quizá habrían creído que alguien se había robado el cuerpo del Señor. Si este hubiera sido el caso, nada habría quedado en buen orden. Esto nos muestra nuevamente la excelente humanidad del Señor. Es necesario que nuestro carácter sea transformado con esta humanidad elevada. El Señor era todopoderoso e infinito, pero nunca fue negligente. El era muy minucioso y detallado, aun al tomar cuidado de cosas pequeñas. Debemos correr la carrera cristiana de esta manera.

(Entrenamiento y la práctica de los grupos vitales, El, capítulo 7, por Witness Lee)