Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los, por Witness Lee

Más extractos de este título...

LA MANERA EN QUE LOS SACERDOTES NEOTESTAMENTARIOS DEL EVANGELIO CUMPLEN SU DEBER

Pablo es un modelo para cada uno de nosotros. Él siempre predicaba el evangelio y salía a tocar las puertas de los pecadores para visitarlos, rogándoles que recibieran el evangelio. Una vez que un pecador recibe el evangelio, los ángeles que están la presencia de Dios hacen los cielos resonar. En el pasaje de Lucas 15, el Señor Jesús dijo que había cien ovejas y una de ellas se perdió. Cuando el pastor encontró a la oveja perdida, llamó a sus amigos y vecinos para que se regocijaran con él (v. 6). El Señor Jesús también habló de la parábola de una mujer que había perdido una moneda. La mujer encendió la lámpara, barrió la casa y la buscó cuidadosamente hasta encontrarla. Después de encontrar la moneda, ella reunió a sus amigos y vecinos y dijo: “Gozaos conmigo, porque he encontrado la moneda de plata que había perdido” (vs. 8-9). Por consiguiente, debemos comprender lo importante que es conducir a un pecador a la salvación. De hecho, es algo sumamente grandioso. Debemos considerar esto seriamente. Todos debemos llevar personas a la salvación. De este modo, estamos cumpliendo nuestro deber como sacerdotes del evangelio.

Conducir a las personas a que sean salvas sólo nos lleva hasta el capítulo 4 de Romanos. Pero no podemos detenernos allí; tenemos que avanzar. Al llegar al capítulo 12 de Romanos, los nuevos creyentes no sólo tienen reuniones de hogar, sino que además están siendo perfeccionados en las reuniones de los grupos pequeños. Luego ellos tienen que avanzar para profetizar en las reuniones. Esto no es fácil de lograr. Por consiguiente, tenemos que laborar; debemos luchar según la operación del poder de Cristo que actúa en nosotros hasta que los santos puedan ser presentados plenamente maduros en Cristo delante de Dios. Mientras no hayamos llegado a este punto no podremos considerar cumplido nuestro deber como sacerdotes neotestamentarios del evangelio. Una vez que perfeccionemos a las personas de esta manera, ellos a su vez perfeccionarán a otros. Entonces los que ellos perfeccionen también saldrán a visitar a las personas llamando a sus puertas, establecerán reuniones de hogar en las casas de los recién salvos, y harán que las personas asistan a las reuniones de los grupos pequeños y profeticen en las reuniones de distrito.

De este modo, el perfeccionamiento que hayamos brindado a otros se duplicará completamente al ellos repetir lo mismo con otros nuevos creyentes. Hombres serán traídos de nuevo al rebaño y serán presentados a Dios plenamente maduros en Cristo. Todos serán sacerdotes del evangelio. En la iglesia no hay ni un pastor ni un predicador, ni tampoco hay gigantes espirituales. Todos somos creyentes comunes y corrientes; sin embargo, todos somos sacerdotes del evangelio. Todos salimos a tocar puertas, y todos presentamos a los pecadores como ofrendas. Después de esto, tenemos que leerles los capítulos del 1 al 4 de Romanos. Gradualmente, cuando hayan sido establecidos, debemos traerlos a las reuniones de grupos pequeños y ayudarlos a experimentar el capítulo 8, a fin de que anden en el espíritu en todo (v. 5). De esta manera, ellos serán aptos para ofrecerse a sí mismos en sacrificio vivo para servir a Dios. La práctica de la nueva manera hace de cada uno de nosotros un sacerdote del evangelio. Según la vieja manera, sólo unas cuantas personas son sacerdotes, pues los creyentes comunes no son sacerdotes en su vida diaria. Ellos simplemente asisten a una reunión de evangelio cada vez que hay una, y llevan gente a rastras para que escuchen el evangelio.

Todo creyente neotestamentario debe personalmente predicar el evangelio visitando a las personas

Hoy en día tengo una sola carga, y es ésta: decirles que tienen que ser sacerdotes del evangelio. No sólo los hermanos tienen que serlo, sino también las hermanas. Incluso las hermanas jóvenes deben hacer lo mismo. Entre nosotros no hay un pastor, ni tampoco predicadores. Lo único que tenemos es a todos los santos que sirven como sacerdotes del evangelio, al traer pecadores a Dios. Esto no se puede conseguir con ninguna cantidad de dinero, ni hay otra forma de lograrlo, excepto visitando a las personas personalmente al tocar sus puertas. Debemos ser valientes para proclamar el evangelio en voz alta. Haya sido entrenado o no, usted es un sacerdote del evangelio, y tiene que predicar el evangelio a otros. En esto consiste el sacerdocio universal. No es el sacerdocio de unas cuantas personas. No tenga miedo de no poder predicar el evangelio, ni diga que no es capaz de hacerlo. La razón por la cual no puede predicar el evangelio es que usted no predica, y la razón por la cual tiene miedo de predicar es también que no predica. Cuanto más predique el evangelio, más podrá hacerlo.

La Biblia afirma que cada uno de nosotros, los creyentes que han sido salvos, debemos ser sacerdotes del evangelio. En el pasado, por la influencia del cristianismo dependíamos de los evangelistas dotados, y nos limitábamos únicamente a ayudar como ujieres, a anotar los nombres de las personas y a servir en otros oficios levíticos. No cumplíamos nuestro deber como sacerdotes del evangelio. Ese camino es una ofensa para Dios. De ahora en adelante, espero que todos los cinco mil que asisten regularmente a las reuniones de la iglesia en Taipéi, sean sacerdotes del evangelio. No es necesario que nos juntemos en el salón de reuniones para escuchar la predicación. Todos ustedes pueden tomar la Biblia y salir a predicar por su cuenta. También pueden salir con uno o dos compañeros más. Tienen que salir a tocar cada una de las puertas de los cientos de miles de puertas que hay en Taipéi para entregarle a la gente el precioso evangelio.

Hace diecinueve siglos, en la época de Pablo, los medios de transporte no eran convenientes. A pesar de ello, él cruzó los mares por barco, viajando muy lejos de su hogar, y pagó un alto precio para difundir el evangelio. En Hechos 16 vemos que cuando Pablo fue a Filipos, no hubo ningún santo allí que saliera a saludarlo. No había ninguna iglesia que pudiera recibirlo. Él no conocía a nadie en ese lugar. Así que lo que hizo fue salir el día de sábado afuera de la ciudad, junto al río, donde había un lugar de oración. Entonces se sentó y empezó a hablarle a las mujeres que se habían reunido. Una de ellas era una mujer llamada Lidia, que era vendedora de telas de púrpura. Después de que ella y toda su casa fueron salvas y bautizadas, ella le pidió a Pablo que posara en su casa (vs. 13-15). Fue así como Pablo empezó su predicación el evangelio en Filipos. En la casa de Lidia se estableció una reunión de hogar, y así comenzó la iglesia en Filipos. Lo que Pablo hizo es un modelo para todos los creyentes. Todos debemos aprender de él. Lo que él hizo es lo que todos nosotros debemos hacer; debemos ser como él.

Como pámpanos de la vid, somos enviados para llevar fruto, lo cual es una labor en la que nadie nos puede reemplazar

En Hechos 20 Pablo navegó a Mileto, y allí hizo llamar a los ancianos de Éfeso y les dijo: “Nada de cuanto os pudiera aprovechar rehuí anunciaros y enseñaros, públicamente y de casa en casa [...] por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno “ (vs. 20, 31). Así es como Pablo laboraba, luchaba y contendía para perfeccionar a los creyentes efesios. Hemos estado en Taiwán ya por cuarenta años. Si hubiésemos estado laborando como lo hizo Pablo, luchando y esforzándonos para perfeccionar a los santos, hace tiempo habríamos evangelizado todo Taiwán. Pero no lo hemos hecho porque hemos sido afectados por el viejo sistema. Ahora tenemos que regresar al camino bíblico, en el que todos somos sacerdotes neotestamentarios del evangelio. Ya no necesitamos depender de nadie más. Todos podemos predicar el evangelio, conducir a las personas a la salvación y ofrecer a los pecadores a Dios, sin la ayuda de nadie. Luego podemos establecer reuniones en los hogares de las personas recién salvas. Después de que ellas sean establecidas, debemos traerlas a las reuniones de grupos pequeños y enseñarles la verdad, alimentarlas, perfeccionarlas e instruirlas hasta que ellas mismas puedan ofrecerse a sí mismas en sacrificio vivo a Dios, y puedan profetizar una por una en las reuniones. Al final, lo que ustedes pueden hacer, ellas también podrán hacerlo. Tenemos que pedirle al Señor que nos conceda la gracia, a fin de que podamos dar al menos un fruto al año y luego ofrecérselo a Dios.

Ésta es la manera ordenada por Dios y revelada en la Biblia

Estoy seguro de que a partir de esta noche en adelante, todos veremos claramente que cada creyente es un sacerdote neotestamentario del evangelio y que de manera personal debe predicar el evangelio visitando a las personas al tocar sus puertas, a fin de que los pecadores sean salvos y puedan ser ofrecidos a Dios como sacrificios. Nosotros somos como pámpanos de la vid que el Señor ha enviado para que vayan y lleven fruto. Esta obra no puede ser reemplazada por la labor de otros. Esto ha sido ordenado por Dios, y ésta es la manera revelada en la Biblia. Como sacerdotes del evangelio, debemos salir y predicar el evangelio. Seamos competentes o no, éste es nuestro destino. Nadie predicará el evangelio por nosotros, ni llevará fruto por nosotros. El fruto que produzcan otros permanecerá en la cuenta de cada uno.

Puesto que somos pámpanos del Señor, debemos personalmente llevar fruto para Dios. Éste es nuestro deber y también nuestra gloria. Como dice 1 Pedro 2:9, nosotros somos un linaje escogido, un real sacerdocio, a fin de anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Si laboramos según se revela en la Biblia, luchando y contendiendo por el evangelio como lo hizo Pablo, quizás cientos de miles de pecadores habrán sido salvos cuando llegue la hora en que veamos al Señor. Esto no es algo insignificante, pues cumplirá el propósito eterno del Señor y llevará a cabo Su economía entre nosotros. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos rescate de la vieja manera que elimina las funciones orgánicas, y nos traiga a la nueva manera, la cual nos saca de la muerte y nos introduce en la vida.

(Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los, capítulo 7, por Witness Lee)