LOS CUATRO PASOS PRINCIPALES
QUE DAN LOS CREYENTES
PARA EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO
La luz que el Señor nos ha mostrado en cuanto a la manera en la cual los creyentes deben reunirse y servir, según se revela en el Nuevo Testamento, puede dividirse en los siguientes cuatro pasos principales. Primero, ustedes personalmente deben salir a visitar a las personas, para predicarles el evangelio y conducirlas a la salvación, y luego presentar a estos pecadores como ofrendas a Dios. El segundo paso es alimentar y cuidar a los nuevos creyentes. Ésta no es una tarea exclusiva de los ancianos y colaboradores, sino el deber que tiene que cumplir cada santo. El tercer paso es enseñar y perfeccionar. No sólo las personas dotadas deben perfeccionar. Aún más, una vez que alguien es perfeccionado por las personas dotadas, debe también perfeccionar a otros. Así pues, ustedes deben salir y perfeccionar y enseñar a otros, a fin de que todos los hermanos y hermanas puedan hacer lo mismo. El cuarto paso es profetizar. Pablo dijo que todos pueden profetizar uno por uno (1 Co. 14:31), y también dijo: “Si todos profetizan” (v. 24). Esto nos muestra que es posible. Más aún, en estos cuatro pasos, la función de profetizar es la más elevada.
Pablo era un gran apóstol. Él estuvo en Éfeso por tres años enseñando de casa en casa, amonestando a los santos con lágrimas noche y día, sin dejar de anunciarles nada del consejo de Dios (Hch. 20:31, 27). La obra de Pablo consistía en alimentar, cuidar, enseñar y perfeccionar a otros. Esto es lo que Pablo hacía, y también lo que nosotros debemos hacer. Él es el modelo que nosotros, los creyentes, debemos seguir. Pablo no sólo estuvo allí dando unos cuantos mensajes para suministrar un poco de vida, pues Colosenses 1:28-29 dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la operación de Él, la cual actúa en mí con poder”. Es por medio de esta clase de labor que todo hombre puede ser presentado perfecto en Cristo.
(Sacerdotes neotestamentarios del evangelio, Los, capítulo 9, por Witness Lee)