Pleno conocimiento de la Palabra de Dios, El, por Witness Lee

OBTENER VIDA AL ORAR-LEER

En cuanto al asunto de entender la Palabra de Dios, les he mencionado cuatro puntos. En primer lugar, debemos entender la Palabra de Dios literalmente. Segundo, si bien necesitamos usar nuestros ojos y nuestra mente para entender la Palabra literalmente, también debemos ejercitar nuestro espíritu para orar-leer la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es el pan de vida y la leche espiritual; además de esto es la exhalación de Dios. Puesto que es alimento, necesitamos comerla; puesto que es leche, necesitamos beberla; y puesto que es aliento, necesitamos inhalarla. Al orar-leer, podemos comer, beber y respirar. Esto es lo que les falta a muchos cristianos hoy en día. Ellos se fatigan mentalmente estudiando la letra de la Biblia, pero no usan su espíritu para orar-leer la Palabra de Dios. Es por esta razón que Jesús les dijo a los fariseos: “Escudriñáis las Escrituras [...] Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida” (Jn. 5:39-40). Una cosa es estudiar las Escrituras, y otra totalmente diferente es acudir al Señor mediante la oración para tocarlo y recibir Su vida. El problema general de los seminarios teológicos de hoy es que se da demasiada importancia al ejercicio de la mente para estudiar la letra de la Biblia de una manera doctrinal, y en consecuencia descuidan el uso del espíritu para orar-leer la Palabra.

Leí un libro acerca de una persona contemporánea de John Wesley llamado George Whitefield. Su predicación era aún más poderosa que la de Wesley. Puesto de rodillas, él solía leer con oración todo el Nuevo Testamento de principio a fin. En su biografía dice que cada vez que él predicaba el evangelio o ministraba la Palabra de Dios, pasaba un largo rato orando acerca de todo lo que iba a decir. ¡No es de extrañar que su predicación fuera tan llena de autoridad y poder! Un día, mientras daba un mensaje acerca del infierno, lo describió tan vívidamente que una persona de la congregación de repente se paró de su asiento y se fue corriendo hacia una enorme columna que estaba en ese salón de reunión. Él se aferró a ella y exclamó: “¡Oh, tengan cuidado, pues de lo contrario todos caeremos en el lago de fuego!”. La predicación de Whitefield fue tan poderosa que era como si estuviera presentando el lago de fuego delante de los ojos de la congregación.

(Pleno conocimiento de la Palabra de Dios, El, capítulo 3, por Witness Lee)