ALIMENTANDO A LOS CORDEROS
El próximo punto es la alimentación de los corderos (Jn. 21:15-17). Llevar fruto es una cosa; alimentar a los corderos es otra. Si estamos adecuados, por una parte traemos muchos incrédulos a las reuniones, y por otra parte, cuidamos de varios creyentes nuevos. Nosotros tenemos que llevar fruto, y también tenemos que alimentar a los corderos. En estos dos asuntos no debemos ser especiales ni particulares. La iglesia es para todos, incluyendo a los jóvenes, a los de edad media, y a los más viejos. La iglesia es para todos los tipos de personas. No sabemos de qué dirección traerá el Señor a la gente a la iglesia. Mientras Pedro estaba sufriendo la persecución en Jerusalén, él puede haber pensado que Saulo de Tarso seguramente se estaba yendo al infierno. Pero más allá de la expectación de Pedro, el Señor cambió a Saulo a un apóstol.
La iglesia no se edifica con las personas que nosotros queremos tener, sino con las personas que Dios ha escogido antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). No podemos predecir si nuestros hijos, nuestros padres, nuestros primos, nuestros compañeros de colegio, o nuestros vecinos, serán personas de la iglesia. Solamente el Señor sabe. Sólo vayamos en una forma general de acuerdo con la guía del Señor, y llevamos fruto. No hagamos nada especial, extraño o peculiar, y no clasifiquemos a la gente. Es posible que el Señor aun levante a algunos buenos santos de entre los opositores. Quiénes serán salvos, quiénes serán los ancianos, quiénes serán los espirituales, solamente el Señor sabe. Esto no depende de nosotros; depende de El. Pero todavía tenemos que hacer nuestro deber para llevar fruto y alimentar a los corderos. Esta no es la obra de ustedes, ni mi obra, ni aun nuestra obra; es la obra del Señor.
(Especialidad, la generalidad y el sentido práctico de la vida de la iglesia, La, capítulo 7, por Witness Lee)