Era del nuevo hombre, La, por Witness Lee

APRENDER A PERFECCIONAR A LOS DEMÁS Y A PROPAGARNOS

Mientras los colaboradores consideren delante del Señor cómo seguir adelante en el futuro, deberían evaluar su capacidad y considerar el nivel en el que están los santos a quienes sirven. Si ningún lugar nos necesita, podemos abrir una tierra virgen. En el aspecto activo de la obra del Señor, es necesaria la propagación, pero no es necesario “poner la guinda al pastel”. No deberíamos servir un plato de pescado al vapor después que todos en un banquete se han saciado. El pescado al vapor podría ser bueno, pero es innecesario debido a que ya ha pasado el momento oportuno para servirlo. Sería mejor llevar el “pescado” a un lugar donde se necesite. De igual forma, si una iglesia local no tiene una necesidad, no es necesario que un colaborador permanezca allí. Él debería ir a un lugar que tenga necesidad. Si ningún lugar tiene necesidad, entonces él debería abrir una tierra virgen. Todavía hay muchos lugares que están a la espera de ser abiertos. Todos los colaboradores deberían aprender cómo perfeccionar a otros y cómo propagarse. Designar ancianos y perfeccionarlos tiene como fin la propagación del Señor, pues los santos más jóvenes llevarán a cabo la obra cuando ellos se levanten. La propagación procede del perfeccionamiento.

La obra que efectúan los colaboradores se debería basar en los siguientes puntos. Primero, tenemos que ver que la era en la que reemplazábamos a otros se terminó. Ésta es la era del perfeccionamiento. Segundo, necesitamos considerar a cuántas personas podemos perfeccionar y si los santos a quienes servimos necesitan que los perfeccionemos. Si un lugar no tiene necesidad alguna, no deberíamos permanecer allí. Deberíamos ir a un lugar que necesite nuestro perfeccionamiento. Tercero, la obra del Señor y Su propagación se necesitan incluso si todas las localidades existentes son bendecidas y no necesitan que las perfeccionemos. Todavía es necesario abrir tierras vírgenes. En esto consiste la propagación. Por tanto, los colaboradores tienen que sepultar el concepto y la práctica de reemplazar a otros. Este asunto fundamental tiene que resolverse a fin de que podamos considerar cuánta gente podemos perfeccionar y si los santos a quienes servimos necesitan que los perfeccionemos. Si no somos capaces de perfeccionar a otros, o si los santos han avanzado más allá de nuestra capacidad, deberíamos ir a otro lugar. Si ninguna localidad tiene necesidad alguna, deberíamos ir a abrir una tierra virgen y comenzar desde cero.

Ésta es la era del nuevo hombre. Ya no podemos efectuar una obra que esté limitada a un solo lugar. Tal obra ya no corresponde con la era. Quienes están en la obra del Señor tienen que producir un impacto viviente que no esté limitado a una sola localidad o un grupo de santos. Bajo la soberanía de Dios, lo que se enfatiza en el mundo se centra en la compenetración. Por ende, no deberíamos efectuar una obra independiente. No estamos obrando para nosotros mismos, sino para el recobro del Señor. Que todos contribuyamos al recobro del Señor. Los colaboradores necesitan considerar estos puntos con sobriedad delante del Señor.

Cuando los colaboradores vayan a distintos lugares, tenemos que estar atentos a los santos nuevos. Gradualmente, los santos manifestarán su don, y debemos aprender cómo cultivar y perfeccionar a estos santos. Deberíamos conducir a estos santos y darles responsabilidades en conformidad con el nivel de su crecimiento en vida. Después de obrar de tal manera por unos cuantos años, estos santos podrían levantarse y hacer lo que nosotros hacemos. Cuando todos ellos sean perfeccionados, podemos hacer otras cosas. De otra forma, estaremos haciendo lo mismo por veinte años. Todo seguirá estando bajo nuestro control y los santos necesitarán informarnos de todo. No deberíamos ser como aquel pastor diestro en los Estados Unidos, quien obró por más de diez años únicamente para establecer un solo grupo grande y fuerte. Sería mejor si esos pocos miles de personas pudieran producir treinta o más iglesias locales. Entonces, todos podrían ejercer su función. El principio fundamental es que tenemos que permitir que los santos más jóvenes se levanten.

(Era del nuevo hombre, La, capítulo 4, por Witness Lee)