Era del nuevo hombre, La, por Witness Lee

TERCER NIVEL: TENER CONOCIMIENTO ACERCA DE LA VIDA, CRISTO, LA IGLESIA Y EL ESPÍRITU

En el verano de 1932, la denominación que yo había abandonado aceptó mi propuesta de invitar al hermano Nee a venir y predicar en mi pueblo natal. Antes de aquel tiempo, el contacto que yo tenía con el hermano Nee era sólo por medio del correo. Ahora iba a tener contacto con él cara a cara. Mientras tanto, el Señor comenzó a obrar en mi entorno. Dentro de pocos días después que el hermano Nee se fue, un hermano y yo comenzamos a reunirnos. De ese modo, una iglesia fue levantada en mi pueblo natal de Chifú. No luché ni me esforcé por establecer la iglesia; era el Señor quien añadía personas a nosotros. Comenzamos a reunirnos un martes en la noche; pero para el día del Señor de la siguiente semana, once hermanos, quienes habían salido de ocho denominaciones distintas, partían el pan con nosotros. Puesto que mi hogar era muy pequeño, sólo los hermanos venían a la reunión; las hermanas no asistían por causa de la incomodidad. Después hallamos una casa más grande y recibimos a las hermanas. El siguiente año nuestro número aumentó a alrededor de ochenta. En poco tiempo éramos más de cien.

Como resultado de mi comunión con el hermano Nee, experimenté un gran momento decisivo en mi vida espiritual. Me volví del conocimiento bíblico a la vida, Cristo, la iglesia y el Espíritu. En agosto de 1933 el Señor me instó a que abandonara mi ocupación y le sirviera a tiempo completo, pero yo carecía de fe. Sin embargo, el Señor continuó instándome a que le sirviera. Finalmente, no tuve otra alternativa que abandonar mi ocupación. Luego, fui a Shanghái a visitar al hermano Nee, y él me pidió que permaneciese con él por un periodo de tiempo, durante el cual recibí mucha ayuda de parte suya. Él me condujo a la vida, al conocimiento subjetivo de Cristo, a la iglesia y al Espíritu.

Durante los pocos meses de mi estadía en Shanghái, el hermano Nee daba mensajes en las reuniones grandes. Además, a veces él tenía comunión con unos cuantos de nosotros que estábamos allí para recibir su ayuda. En una ocasión él hablo acerca del primer hombre, el primer Adán, y el segundo hombre, el postrer Adán (1 Co. 15:45, 47). Él también habló acerca del grano de trigo que llegó a ser los muchos granos (Jn. 12:24) y acerca de que el Hijo unigénito de Dios llegó a ser el Primogénito de Dios y acerca de que nosotros llegamos a ser Sus muchos hermanos (Ro. 8:29). Fue una comunión larga. Luego, regresé a mi habitación y escribí todo lo que había escuchado. Fue un firme momento decisivo en mi conocimiento acerca de la vida, de Cristo, de la iglesia y del Espíritu. De ese día en adelante, vi cómo Dios en Cristo llegó a ser vida para el hombre, cómo Dios nos hizo Sus muchos hijos por medio de Su Hijo, cómo Dios hizo que Su Hijo unigénito llegase a ser el Primogénito, e hizo que nosotros llegásemos a ser Sus muchos hermanos, y cómo Cristo en calidad de grano de trigo llegó a ser muchos granos con miras a producir el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia. En aquella comunión transparente, recibí del hermano Nee una verdadera ayuda para ver una visión clara.

Por medio de este momento decisivo, entendí que si deseamos permitir que Dios en Cristo se forje en nosotros, tenemos que ver que Cristo es la corporificación de Dios, “porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). El Señor me mostró la visión de que tenemos que comerle y beberle. Esto no es doctrina ni conocimiento. Nunca había oído esto de otros, ni había leído esto en un libro. Vi que el fruto del árbol de la vida tiene como meta ser comido (Gn. 2:9) y que el cordero pascual y los panes sin levadura también tenían por finalidad el ser comidos (Éx. 12—13:6). Además, el Señor Jesús dijo que Él es el pan de vida y que el que le coma vivirá por causa de Él (Jn. 6:48, 57). Vi claramente a partir de la Biblia que, a fin de permitir que Dios en Cristo se forje en nosotros, tenemos que comer al Señor.

(Era del nuevo hombre, La, capítulo 2, por Witness Lee)