VENIR E IR CONSTITUYEN
LA RESPIRACIÓN, EL VIVIR Y LA COMUNIÓN
DEL CRISTIANO
No deberíamos entender esta venida e ida como algo religioso u organizativo. Después que una persona sea salva y reciba la vida del Señor, necesita venir al Señor a diario. Nuestro cuerpo físico necesita respirar, beber y comer todos los días. Igualmente, necesitamos venir al Señor diariamente. Cuanto más vengamos al Señor, más carga tendremos de ir. Nadie viene al Señor y luego no va. Esto es el resultado de recibir una comisión de parte del Señor e ir junto con el Señor y Su salvación. En los últimos dos mil años de la historia de la iglesia, miles de cristianos han tenido un vivir en el cual venían e iban. Estos cristianos tuvieron tal andar.
Si venimos al Señor, Él nos pedirá que vayamos y prediquemos el evangelio, y que vayamos e impartamos Su gracia a las personas. Esta ida no es una tendencia o un movimiento; no es una empresa religiosa, una operación organizativa o un movimiento político. Más bien, esto es una persona que viene a disfrutar al Señor, ganarle y ser llena de Él, y que luego va en virtud de que el Señor está en ella, la carga y la sostiene. Tal ida es espontánea.
En el cristianismo el encargo que el Señor nos hizo de ir y hacer discípulos a todas las naciones ha llegado a ser una empresa religiosa. Por ende, el cristianismo organiza misiones y envía predicadores para que lleven a cabo una obra misionera. Esta clase de ida es una organización y un movimiento, una empresa misionera. Sin embargo, según la Biblia, ir no se refiere a una empresa misionera, una organización o un movimiento. Más bien, ir es tan natural y espontáneo como respirar. Cuando inhalamos, tenemos que exhalar. Venir e ir constituyen nuestra respiración espiritual. Venir y acercarnos al Señor en la mañana pero después no ir y hablarles a las personas acerca de la gracia del Señor es lo mismo que aguantar la respiración. Tenemos que recordar que venir e ir no es un movimiento ni una empresa. Venir e ir es la vida espiritual normal de los cristianos.
No es correcto que nosotros sólo vengamos al Señor, pero que no vayamos; tampoco es correcto que nosotros vayamos sin antes venir. Después de venir, tenemos que ir, y si deseamos ir, tenemos que venir. Venimos al Señor sin importar cuál sea nuestra condición; podríamos estar débiles, en tinieblas, derrotados, pecaminosos o vacíos. Sin embargo, salimos con el Señor y con Su gracia. Venimos con las manos vacías, pero salimos llenos del Señor. Tal venida e ida constituyen la comunión espiritual.
(Era del nuevo hombre, La, capítulo 6, por Witness Lee)