Era del nuevo hombre, La, por Witness Lee

LA LÍNEA DE “VENID, ID, VEN” VISTA EN EL NUEVO TESTAMENTO

En la Biblia hay una línea de “venid, id, ven”. Todo el Nuevo Testamento trata de estas tres palabras: venid, id y ven. Cuando el Señor Jesús se presentó para llevar a cabo Su ministerio, llamó a las personas para que vinieran a Él, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (Jn. 7:37), y “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar” (Mt. 11:28). La palabra venid abarca casi todo el alcance de los cuatro Evangelios. En los cuatro Evangelios el Señor repetidas veces llamó a las personas a que vinieran a Él: venid y descansad, venid y bebed del agua viva, venid y sed salvos. El pensamiento de “venid” también se halla en las Epístolas. Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. El Señor desea que vengamos a Él, pues la experiencia que nosotros tenemos de la gracia, la salvación, el poder, el amor, la luz, la santidad y la justicia depende de que nosotros vengamos a Él. Cuando venimos, recibimos gracia, salvación, poder, amor, luz, santidad y justicia.

En el Nuevo Testamento la primera palabra del llamamiento del Señor es venid. Cada creyente ha venido al Señor al menos una vez. No podemos decir que quienes han venido al Señor una sola vez no necesitan venir a Él de nuevo. Necesitamos venir al Señor una y otra vez. Venir al Señor podría compararse con respirar, pues nadie puede graduarse de respirar. Si alguien se gradúa de respirar, estará acabado. De igual forma, no podemos graduarnos de venir al Señor. En la eternidad todavía tendremos necesidad de venir al Señor continuamente. Por lo tanto, debemos venir al Señor día tras día. Podemos venir al Señor muchas veces en un día. Podemos venir al Señor en la mañana, al mediodía y en la noche al invocar Su nombre, de modo que recibamos gracia, vida y el suministro de vida.

Después que vengamos al Señor y recibamos gracia, el Señor nos pedirá que vayamos. En Mateo 28:19 el Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Esta ida podría ser una ida “grande” o una ida “pequeña”; podría significar ir a un lugar lejano o a un lugar cercano. Por ejemplo, en Juan 4, después que la mujer samaritana bebió el agua viva de parte del Señor, de inmediato fue a la ciudad y testificó a las personas (vs. 28-29). Puede ser que vengamos al Señor en la noche y vayamos a testificar a las personas la mañana siguiente, o quizás vengamos al Señor al mediodía y vayamos a testificar a las personas en la tarde, propagando las buenas nuevas. Ir a testificar a nuestros padres o hermanos es una ida pequeña a un lugar cercano. Ir a testificar a todas las naciones es una ida grande, a un lugar lejano.

Todo el Nuevo Testamento trae consigo estas dos palabras: venid e id. El Nuevo Testamento tiene que ver con venir, y también con ir. Venir equivale a recibir gracia, e ir equivale a impartir gracia a las personas. A la postre, mediante nuestras venidas e idas, expresaremos un deseo al Señor. Diremos: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20). Por consiguiente, esta vez el verbo venir está vinculado al regreso del Señor. Por lo tanto, todo el Nuevo Testamento trata acerca de estas tres palabras: venid, id y ven.

La palabra venid indica algo continuo, e id también indica algo continuo. Nosotros venimos al Señor continuamente, e iremos continuamente hasta que finalmente pronunciemos la palabra ven, cuando estaremos con el Señor por la eternidad, y ya no tendremos que ir. Que el Señor fortalezca tanto nuestra venida como nuestra ida. Si a diario venimos al Señor en la mañana, al mediodía y en la noche, seguramente iremos y testificaremos a las personas. El resultado de tal venida e ida es que desearemos y anhelaremos que el Señor regrese.

(Era del nuevo hombre, La, capítulo 6, por Witness Lee)