CRISTO ES LA PALABRA Y EL ESPÍRITU
El Nuevo Testamento se puede dividir en dos secciones. En la primera sección, los cuatro Evangelios, Cristo es la corporificación de Dios en calidad de Palabra para que nosotros lo podamos “leer” y podamos entender quién es Él y cuál es Su propósito de ser todo para nosotros. Por ser la Palabra, Cristo es la expresión, la definición y la explicación de Dios. Por medio de esta Palabra, que es la misma corporificación de Dios, podemos entender lo que Dios es para nosotros. Luego la segunda sección del Nuevo Testamento —desde Hechos y las Epístolas hasta Apocalipsis— nos muestra que Cristo fue transfigurado para ser el Espíritu por medio de Su muerte y resurrección. Él ahora es el Espíritu que nos da vida, y nosotros disfrutamos a Cristo como el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6, 17). Él no sólo es la Palabra que podemos leer, entender y conocer, sino que es el Espíritu dentro de nosotros que podemos conocer en Su realidad, tocar, disfrutar y experimentar. Cristo ha llegado a ser uno con nosotros, y nosotros somos uno con Él, como 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Nuestra experiencia testifica que esta unidad es un hecho práctico.
Hoy conocemos a Cristo como la Palabra, y le experimentamos como el Espíritu. Si sólo fuera la Palabra, únicamente podríamos entenderlo de manera externa; no podríamos experimentarle interiormente. Alabado sea el Señor, pues Él no sólo es la Palabra, sino también el Espíritu dentro de nosotros que podemos conocer en Su realidad, experimentar, gustar y disfrutar. Por tanto, no sólo podemos entenderle, sino también disfrutarle y experimentarle día a día. Primero es necesario conocerle y entenderle, pero conocerle así no sólo tiene como fin cierto conocimiento; conocerle y entenderle así tiene como fin disfrutarle, gustarle y experimentarle.
Todos debemos conocer a Cristo como la Palabra y el Espíritu. Ésta es la razón por la cual tenemos que dedicar tiempo para recibir la Palabra escrita y viviente. Entonces al leerle y conocerle así, necesitamos experimentarle como el Espíritu vivificante.
(Cristo como el Espíritu en las Epístolas, capítulo 3, por Witness Lee)