LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
ES CONFORMARNOS A LA IMAGEN DEL HIJO DE DIOS
Entre las Epístolas, únicamente Romanos dice que Cristo como linaje de David fue designado el Hijo de Dios según el Espíritu de santidad. Existe un vínculo entre Romanos 1:4 y Romanos 8. Los versículos del 26 al 30 del capítulo 8 dicen: “De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a Dios intercede por los santos. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”.
Aquí vemos la obra del Espíritu Santo, la cual tiene por objetivo conformarnos a la imagen del Hijo de Dios, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos. Como Hijo del Hombre designado Hijo de Dios, Él es el Primogénito. Ahora nosotros, los muchos hijos de hombres, somos transformados y conformados a Su imagen para ser los muchos hijos de Dios. La transformación de Cristo —la cual fue realizada según el Espíritu de santidad y por la cual pasó de la carne de un hombre común a ser designado Hijo de Dios— se efectúa también en nosotros por medio del Espíritu Santo, el Espíritu de vida (v. 2; 15:16).
Los versículos del 14 al 17 del capítulo 8 dicen: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido espíritu filial, con el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”. El Espíritu mencionado en este capítulo es el Espíritu Santo, el Espíritu de vida, que opera para transformar a los hijos de hombres en los hijos de Dios. Todos somos hijos de hombres, pero seremos designados hijos de Dios según el Espíritu Santo, el Espíritu de vida.
Jesús era el linaje de David que fue designado Hijo de Dios según el Espíritu de santidad. Ahora nosotros somos los hijos de Adán que seremos designados los hijos de Dios según el Espíritu Santo, el Espíritu de vida. Finalmente Dios tendrá muchos hijos, y Jesucristo, quien es el linaje de David y quien, como tal, fue designado Hijo de Dios según el Espíritu de santidad, será el Primogénito entre muchos hermanos.
(Cristo como el Espíritu en las Epístolas, capítulo 1, por Witness Lee)