Cristo como el Espíritu en las Epístolas, por Witness Lee

EL ESPÍRITU QUE SANTIFICA, PRESENTADO EN 1 Y 2 TESALONICENSES

La única mención explícita que se hace del Espíritu en Colosenses es en 1:8, donde se habla del amor de los creyentes en el Espíritu. Este libro no habla mucho sobre el Espíritu porque trata directamente de Cristo, la Cabeza. Así que, continuaremos con 1 Tesalonicenses 1:5, que dice: “Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. Luego 4:8 dice: “Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también os da Su Espíritu Santo”. Su Espíritu Santo en griego literalmente es “el Espíritu de Él, el Santo”. El Espíritu Santo dado a nosotros por Dios es el Santo, Aquel que nos santifica, haciéndonos santos ante Dios. El versículo 23 del capítulo 5 se nos dice que Dios mismo nos santificará por completo en todas las tres partes de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.

En 2 Tesalonicenses 2:13 se nos dice: “Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. Si ponemos todos estos versículos juntos, vemos que el Espíritu mencionado en 1 y 2 Tesalonicenses es el Espíritu que santifica. Estos dos libros del Nuevo Testamento abarcan completamente el tema de la santificación y de “el Espíritu, el Santo”, el Espíritu que santifica. Esta santificación tiene como fin prepararnos para la venida del Señor. El versículo 13 de 1 Tesalonicenses 3 dice: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”. Según estos libros, el Espíritu Santo dentro de nosotros es “el Santo”, que hace la obra de santificación para que la santidad sea forjada en nosotros. Por tanto, puesto que este Espíritu siempre está trabajando dentro de nosotros, no debemos apagarlo (5:19).

(Cristo como el Espíritu en las Epístolas, capítulo 5, por Witness Lee)