Vida cristiana, La, por Witness Lee

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VIVIR POR EL ESPÍRITU

El asunto de vivir por el Espíritu se menciona en Gálatas 5:25. Vivir por el Espíritu equivale a que Cristo viva en nosotros. Aunque todos somos personas, no debemos vivir por nosotros mismos como la persona; debemos vivir por otra persona. La vida cristiana es una vida en que vivimos por otra persona. Mientras vivamos por nosotros mismos como nuestra persona, no vivimos la vida cristiana. Puesto que somos cristianos, no debemos tener una sola persona; debemos tener dos personas. Una persona es nuestro yo y la otra es Cristo. Este Cristo, quien es la persona que vive dentro de nosotros, es pneumático; Él es el Espíritu (2 Co. 3:17).

El Espíritu por quien debemos vivir es Cristo. Puesto que Cristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), Él es pneumático. Él no sólo es nuestra vida (Col. 3:4), sino también nuestra persona (2 Co. 2:10). Tal vez sea un poco abstracto hablar de vivir por Cristo como nuestra vida, pero hablar de vivir a Cristo como nuestra persona es algo más definido. Una persona es una cosa muy definida, mientras que la vida es un poco abstracta. Es difícil saber si vivimos por Cristo como nuestra vida o no, pero es muy obvio cuando vivimos o no vivimos por Cristo como nuestra persona. Decir que vivimos por nuestro yo o que vivimos por Cristo, significa que hay dos personas por las cuales podemos vivir. No debemos vivir por nosotros mismos; debemos vivir por otra persona: Cristo.

Vivir por el Espíritu equivale a tener a Cristo viviendo en nosotros, es decir, vivir a Cristo, el Cristo pneumático en resurrección, para que Cristo sea magnificado en nosotros

Vivir por el Espíritu equivale a tener a Cristo viviendo en nosotros (Gá. 2:20a), es decir, vivir a Cristo, el Cristo pneumático en resurrección, para que Cristo sea magnificado en nosotros (Fil. 1:19-21a). Para que Cristo pueda ser la persona en nosotros, Él ciertamente debe ser pneumático y debe estar en resurrección. Antes de Su encarnación, Dios ya era el Espíritu, pero en la etapa anterior a la encarnación, el Espíritu no era el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante, quien es la realidad de Cristo, es el Espíritu después de la resurrección de Cristo. Cristo, el postrer Adán, en Su resurrección fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Hoy en día este Espíritu vivificante es el Cristo pneumático, el Cristo resucitado.

Vivimos a Cristo para que sea magnificado en nosotros. Magnificar a Cristo y vivir a Cristo no son dos cosas diferentes; más bien, son una sola. Vivir a Cristo es magnificarle, y la magnificación de Cristo es la verdadera manifestación de Dios. Sin magnificar a Cristo, sería imposible tener la manifestación de Dios. Cuando vivimos a Cristo, ciertamente magnificamos a Dios.

Vivir por uno mismo puede compararse con el cobre. En contraste, vivir a Cristo puede compararse con el oro. El mejor cobre puede parecerse mucho al oro. En el vivir de algunos santos, puede ser difícil discernir si lo que se ve es la expresión de ellos mismos o la manifestación de Dios. El cobre y el oro se parecen, pero son diferentes en esencia. Debido a su naturaleza tranquila y cuidadosa, es posible que algunos de los santos se parezcan a Cristo en su vivir. Sin embargo, en realidad, puede ser que su vivir no sea el vivir de Cristo, sino su propio vivir. Por otro lado, es más fácil discernir si una persona que es muy activa y comete muchos errores está viviendo a Cristo o se está viviendo a sí misma.

Tomar al Espíritu, la realidad del Cristo resucitado, como nuestra persona

Vivir por el Espíritu es tomar al Espíritu, la realidad del Cristo resucitado, como nuestra persona (Gá. 2:20a). Vivir por el Espíritu equivale a tener a Cristo viviendo en nosotros y a tomar al Espíritu como nuestra persona.

(Vida cristiana, La, capítulo 11, por Witness Lee)