Vida cristiana, La, por Witness Lee

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VIVIR Y ANDAR POR EL ESPÍRITU MEZCLADO

Gálatas 5:16 y 25 hablan de vivir por el Espíritu y también de andar por el Espíritu. El versículo 25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Según este versículo, vivir es una cosa y andar es otra. Para los traductores de la Biblia, es difícil decidir a cuál espíritu se refiere este versículo, si al divino o al humano. Al traducir el Nuevo Testamento, Versión Recobro, tomamos una decisión en este versículo, conforme al contexto. Una manera de leer Gálatas 5:25 en su contexto es interpretar el espíritu en ese versículo como el Espíritu divino. Sin embargo, también es posible interpretar y aplicar este versículo de otra manera. El asunto de vivir tiene dos aspectos. Primero, vivir significa tener vida, recibir vida. En segundo lugar, vivir es llevar cierto vivir. Recibir la vida es una cosa, y llevar cierto vivir es otra. Romanos 1:17 y Gálatas 3:11, citando Habacuc 2:4, dicen que el justo “tendrá vida y vivirá por la fe”. Según estos versículos, primero tenemos vida y luego vivimos. Tener vida ciertamente viene por el Espíritu divino, pero vivir, es decir, llevar cierto vivir, implica nuestro espíritu humano.

Los dos espíritus también están implícitos en el asunto de andar por el espíritu. Sin duda, el andar se realiza por el Espíritu divino junto con nuestro espíritu humano. Estos dos espíritus —el Espíritu divino y el espíritu humano— están mezclados dentro de nosotros; de ahí que llamamos al espíritu, “el espíritu mezclado”. Romanos 8:4 dice que el justo requisito de la ley se cumple “en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Aquí es difícil determinar si nuestro andar debe ser conforme al Espíritu divino o al espíritu humano. En realidad, debe estar en conformidad con los dos espíritus, es decir, con el espíritu mezclado.

La vida cristiana no es sencilla. Cuando yo era un cristiano joven, pensaba que la vida cristiana era simplemente una vida de buen comportamiento. Sin embargo, no debemos pensar que si somos humildes, amables, bondadosos y tolerantes, significa que seamos santos y que vivamos la vida cristiana. La vida cristiana consiste en vivir por el Espíritu y, luego, andar por el Espíritu. Andar quiere decir tener nuestro ser e incluye todo lo relacionado con nuestra vida humana cotidiana. Si estamos tranquilos, debemos estarlo por el Espíritu. Si estamos tranquilos por nuestra propia cuenta, no estamos viviendo y andando por el Espíritu. No es incorrecto estar tranquilo, pero debemos estarlo por el Espíritu. Un cementerio es un lugar muy tranquilo, y ninguno de los que están enterrados hace ruido. Si estamos tranquilos por el Espíritu, no seremos como los muertos enterrados en una tumba; al contrario, estaremos muy activos y muy vivientes.

A fin de vivir la vida cristiana, debemos hacer muchas reducciones. Debemos sustraer nuestra vida natural, nuestro yo, nuestra bondad y muchas otras cosas. Debemos sustraerlo todo hasta que no haya nada más que restar. Entonces, lo que quede será el Espíritu. Mientras tengamos algo que se pueda eliminar, todavía no estamos viviendo por el Espíritu.

Cuando saludamos a otros, lo debemos hacer por el Espíritu. Al considerar esos detalles de nuestro vivir, podemos ver que todos somos muy naturales. Después de saludas a alguien, muchas veces decimos ya por costumbre: “¿Cómo está?”, sin estar conscientes ni tener intención alguna. No decimos tales cosas por nuestro espíritu. Sin embargo, andar, tener nuestro ser, implica todo lo relacionado con nuestro vivir diario. Esto significa que debemos ser personas que viven absolutamente por el Espíritu y que andan por el Espíritu. El apóstol Pablo era uno que practicaba esto. En 1 Timoteo 4:7 Pablo exhortó a Timoteo a que se ejercitara para la piedad. La piedad es la manifestación de Dios (3:16). Así que, necesitamos ejercitarnos para la manifestación de Dios. Cuando saludamos a alguien, debemos preguntarnos: “¿Es esto la manifestación de Dios?”. Si la respuesta es negativa, no debemos hacerlo. Tal vez a algunos les parezca extremado pensar esto. No obstante, en verdad necesitamos ejercitarnos para la piedad hasta este punto.

Cuando nos preguntan: “¿Cómo está?”, la mayor parte del tiempo respondemos: “Bien”. Es posible que tal respuesta no se dé por el Espíritu. Si nos ejercitamos para la piedad, debemos pensarlo dos veces antes de responder a tal pregunta. Al pensarlo, necesitamos considerar cómo contestar de tal manera que nos ejercitemos para la piedad, para la manifestación de Dios. Debemos ejercitarnos hasta tal punto que durante todo el día, todo lo que seamos, todo lo que hagamos, todo lo que pensemos, todo lo que expresemos y todo lo que digamos sea la expresión, la manifestación, de Dios. Ciertamente esto debe hacerse por el Espíritu.

Doy gracias al Señor porque hoy en día el Espíritu divino y el espíritu humano están en un lugar muy definido. Todos nosotros los creyentes en Cristo tenemos un espíritu, y éste ha sido regenerado por el Espíritu divino. De esta manera los dos espíritus han sido ubicados: están en nosotros. Esto es una maravilla. ¡Los dos espíritus están en nosotros! Por lo tanto, dondequiera que estemos, estos dos espíritus están con nosotros. Ellos están ubicados en nuestro interior.

Nosotros, los creyentes, vivimos la vida cristiana ejercitando nuestro espíritu. Debemos aprender a practicar una sola cosa: al hacer algo, no lo debemos hacer precipitadamente. Cuando estamos a punto de contestar a alguien, no le debemos contestar rápidamente; más bien, debemos considerar si le vamos a contestar en nuestro espíritu por el Espíritu divino. En todas las cosas necesitamos considerarlas cuidadosamente. Por supuesto, esto es muy difícil, pero de todos modos necesitamos aprender. Soy chino de nacimiento, y el idioma chino es mi lengua materna. Cuando comencé a estudiar el inglés, encontré que me era difícil dominar la pronunciación. Esto ha requerido muchos años de aprendizaje. De la misma manera, nacimos como seres humanos y renacimos como seres divinos. Ahora, nosotros los seres humanos debemos aprender a vivir una vida humana por la vida divina. Esto requiere mucho aprendizaje porque no sabemos vivir por la vida divina.

Al aprender a vivir una vida humana por la vida divina, la oración es una gran ayuda. Por naturaleza soy una persona rápida. Me es difícil ser lento y considerado. No obstante, después de mucha oración, llego a ser una persona muy lenta y considerada. La oración nos hace ir más despacio. Esto significa que la oración nos hace más espirituales. La oración hace que vivamos una vida humana por la vida divina. Si usted me hace una pregunta acerca de algo, y yo no he orado la mitad del día, probablemente le contestaré rápidamente. Sin embargo, si me habla inmediatamente después de mis oraciones matutinas, seré muy espiritual; no le contestaré muy rápidamente. La oración nos hace ir más despacio porque orar es ejercitar nuestro espíritu, y eso espontáneamente pone a un lado nuestras emociones, nuestra voluntad y nuestra mente. Cuando despertamos nuestro espíritu al orar, venimos a ser personas muy cuidadosas.

No me interesa simplemente enseñar la Biblia. Mi carga es ayudar a los santos a entender lo que Pablo escribió en Gálatas 5:16 y 25 acerca de vivir y andar por el Espíritu. Es muy raro encontrar una persona que viva por el Espíritu y ande por el Espíritu. No debemos tomar por sentado tales versículos como Gálatas 5:16 y 25. Al contrario, debemos procurar entender lo que significa vivir y andar por el Espíritu.

(Vida cristiana, La, capítulo 11, por Witness Lee)