APRENDER A ANDAR POR EL ESPÍRITU
Las cosas del pasado, sean correctas o incorrectas, son parte del viejo hombre, y son el resultado de no vivir en el espíritu, de no vivir por Cristo. Desde este punto en adelante tenemos que vivir por Cristo y no hablar del pasado. Después de creer en el Señor, nuestro pecado único es que no vivimos por el Señor. Necesitamos confesar este pecado, diciendo: “Señor, desde la mañana hasta la noche yo no vivo por Ti, yo no hablo por Ti, yo no oro-leo por Ti y ni siquiera me reúno por Ti. Señor, perdóname por vivir en mí mismo”.
Nadie puede aprender de forma rápida; si deseamos aprender, tenemos que ser serios y practicar. Un niño no aprende a caminar al aprender enseñanzas; más bien, él practica el caminar y aprende caminando. Puesto que hemos visto esta visión, tenemos que levantarnos y andar. Si vemos que Cristo vive en nosotros, tenemos que vivir por Cristo desde la mañana hasta la noche. Si no vivimos por el Señor, tenemos que confesar y decir: “Señor, perdóname. Amé a las personas hoy pero no lo hice por Ti; oré hoy pero no lo hice por Ti. Señor, perdóname”. De hecho, si estamos dispuestos a aprender, seremos capaces de andar mañana y andar mejor al día siguiente. Es lamentable que aún no hayamos aprendido a andar viviendo en el espíritu.
Tenemos que practicar esto y olvidarnos de todo lo viejo. Tenemos que decir: “¡Alabad y dad gracias al Señor! En mi vivir ya no vivo yo. Es mi Señor lleno de gracia, el Espíritu todo-inclusivo, quien vive en mi espíritu y yo vivo siendo uno con Él”. Es sencillo vivir siendo uno con el Señor, pero muchas veces parece ser difícil porque no estamos dispuestos a abandonar nuestras rutinas. Cristo es nuevo cada día, y siempre y cuando vivamos por Él y no por nuestras rutinas, creceremos en vida, la iglesia será bendecida y otros serán ayudados.
No necesitamos participar de palabras ociosas, murmuraciones o razonamientos. Sólo deberíamos vivir por el Señor. El Señor Jesús nunca habló palabras ociosas con base en Sus razonamientos; Él no culpó a otros, ni participó en luchas de poder ni dependió de la diplomacia. Tal Cristo es nuestro centro. Aunque hay muchas enseñanzas en la Biblia, tales como las enseñanzas acerca de la santidad, la cruz, la victoria y la espiritualidad, si vamos en pos de estas enseñanzas de manera singular, ello comprueba que no vivimos en el espíritu. Si realmente vivimos en el espíritu, tenemos todo lo que necesitamos.
El Lugar Santísimo visto en el Antiguo Testamento tipifica nuestro espíritu. El altar y el lavacro en el atrio señalan nuestra necesidad de experimentar los tratos de la cruz y ser limpiados, y la mesa del pan de la Presencia, el candelero y el altar del incienso en el Lugar Santo eran atendidos por los sacerdotes. Sin embargo, la presencia de Dios estaba en el Lugar Santísimo, y entrar en el Lugar Santísimo equivalía a ser uno con Dios. El misterio central visto en el Nuevo Testamento es el Lugar Santísimo, y el ministerio de Pablo nos introduce en la realidad del Lugar Santísimo. En Gálatas 5:24 Pablo dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Entonces, en el siguiente versículo él menciona un punto crucial, diciendo: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (v. 25). En Romanos 6:6 Pablo menciona un punto similar, diciendo: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”. Basado en este hecho, Pablo dice que todos los cristianos deberían considerarse “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (v. 11). Necesitamos confesar este hecho: ya que estamos en Cristo, hemos sido crucificados con Él. Por tanto, conforme al hecho, estamos muertos. En Romanos 8:4 Pablo aborda nuestro vivir práctico al decir que el justo requisito de la ley se cumple en nosotros, “que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Ésta es una palabra que es conforme a la visión central. En Efesios Pablo no habla de considerarnos muertos; más bien, habla de que el Padre nos fortalezca con poder en el hombre interior por Su Espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe a fin de que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:16-17). Ésta es la expresión positiva del hecho de que Cristo está en nosotros.
Aunque han sido compartidos mensajes relacionados con estos puntos, los mismos han sido ignorados. Esto indica que hemos abandonado el Lugar Santísimo y regresado al atrio. Deberíamos permanecer en el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo tiene dimensiones iguales con relación a su anchura, longitud y altura (Éx. 26:2-8; 1 R. 6:20). Según la revelación hallada en la Biblia, la Nueva Jerusalén es un agrandamiento del Lugar Santísimo, pues las dimensiones de su anchura, longitud y altura son iguales (Ap. 21:16, 22). Hoy en día la iglesia es el Lugar Santísimo, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. En el Lugar Santísimo sólo está Dios. Cuando tenemos a Dios, tenemos Su presencia, y cuando vivimos en el Señor y permanecemos en el Señor, somos librados del mundo y del yo.
Tenemos que ver que la iglesia necesita “comidas” que realmente beneficien a los santos. Los niños crecen gradualmente al recibir nutrientes a través de sus comidas diarias. La iglesia no es como una tienda de golosinas que sólo provee cosas con sabor dulce. La iglesia es como una familia que depende del alimento saludable y nutritivo día tras día. La iglesia no necesita mensajes elocuentes, y aquellos que sólo pueden hablar mensajes elocuentes arruinan la iglesia. En contraste, algunos que sólo pueden hablar tartamudeando pueden suministrar el Cristo a quien ellos han experimentado. La iglesia no necesita lemas basados en la elocuencia, en las doctrinas o incluso en el conocimiento bíblico. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo necesita alimento; la iglesia es el nuevo hombre, y el nuevo hombre necesita alimento nutritivo.
Cristo es nuestra vida, y la iglesia es nuestro vivir. Cristo es el Espíritu todo-inclusivo que vive en nuestro espíritu, y nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. Tenemos que vivir en el espíritu y ayudar a los santos a vivir en el espíritu. Entonces seremos el testimonio del Señor, la novia del Señor. El Señor no ha regresado porque Él no ha ganado lo que busca. Apocalipsis 19:7 dice: “Su esposa se ha preparado”. El Señor regresará cuando Su esposa esté preparada.
(
Visión central necesaria para servir a la iglesia, La, capítulo 5, por Witness Lee)