NUESTRO ESPÍRITU REGENERADO
VENCE EL PECADO, EL MUNDO Y AL MALIGNO
En 1 Juan 3:6 se nos dice: “Todo aquel que permanece en Él, no peca”. Si permanecemos en el Señor, no pecamos. El pecado es un indicio de que no permanecemos en el Señor. Por tanto, si todavía necesitamos pasar por el trato de la cruz, no permanecemos en el Señor. Si permanecemos en el Señor, no necesitaremos pasar por el trato de la cruz. Una mañana, mientras yo oraba con varios hermanos, nos dimos cuenta de que el trato de la cruz se relaciona con el altar, que está en el atrio. Si continuamente nos centramos en el trato de la cruz, estamos dando vueltas alrededor del altar en el atrio. Aunque necesitamos tener la experiencia del altar en el atrio, tenemos que avanzar y entrar en el Lugar Santísimo. El Lugar Santísimo es nuestro espíritu. Cuando entramos en nuestro espíritu, ya no damos vueltas por el atrio. En otras palabras, cuando pecamos, no vivimos en nuestro espíritu, pues cuando vivimos en nuestro espíritu, no pecamos. Todo el que vive en el Lugar Santísimo no peca y no necesita experimentar el trato de la cruz, pues él está en su espíritu mezclado, el cual trasciende todas las cosas. En 1 Juan 3:6 se nos dice que todo el que permanece en el Señor no peca. El pecar prueba que una persona no permanece en el Señor. El versículo 9 dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él”. Las palabras la simiente de Dios se refieren a Dios y también a Cristo. Nosotros no pecamos porque Su simiente ha sido sembrada en nuestro espíritu.
En 1 Juan 4:13 leemos: “En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de Su Espíritu”. Sabemos que permanecemos en el Señor porque Él nos ha dado el Espíritu Santo, quien está en nosotros para ser uno con nosotros. El versículo 4 del capítulo 5 dice: “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. Todo lo que es nacido de Dios se refiere a nuestro espíritu regenerado. Nuestro espíritu es nacido de Dios y, por tanto, vence al mundo. En todo el universo, sólo nuestro espíritu puede vencer al mundo y al pecado. El versículo 18 dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”. Por muchos años no podía entender esta palabra. Por un lado, yo confesaba que había nacido de Dios, pero, por otro, mi experiencia parecía contradecir este versículo, pues yo todavía era pecaminoso. Luego vi 1 Juan 5:4, que dice “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. El espíritu humano que es nacido del Espíritu es nacido de Dios. Nuestro espíritu regenerado puede vencer al mundo y no practica el pecado.
A nuestra carne le gusta pecar. En 1 Juan 2:16 se nos dice que lo que compone el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida— están en nosotros. Sin embargo, tenemos un espíritu regenerado que ha nacido de Dios. Nuestro espíritu regenerado no puede pecar, y vence al mundo. El versículo 18 del capítulo 5 también dice: “El que es nacido de Dios se guarda a sí mismo”. Esto quiere decir que un creyente que tiene un espíritu regenerado, el cual ha nacido de Dios, puede guardarse a sí mismo de vivir en pecado. La parte de nuestro ser que ha nacido de Dios es nuestro espíritu. Esta parte es capaz de guardarnos y protegernos.
El versículo 19 dice: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero yace en poder del maligno”. El mundo entero, que incluye a todas las personas y todas las cosas, yace en poder del maligno. Sólo aquello que es nacido de Dios no yace en poder del maligno. Las tiendas por departamentos, los cines y los clubes de baile yacen en poder del maligno. Además, nuestra carne, nuestros pensamientos naturales, nuestros conceptos religiosos y el servicio que procede de nuestro celo natural también yacen en poder del maligno. Hay una sola cosa en todo el universo que no está bajo la manipulación del maligno, y eso es nuestro espíritu regenerado. Aunque le pertenecemos a Dios y somos santos, nosotros somos sólo parcialmente santos, pues nuestro espíritu regenerado es santo. Todo lo demás está bajo la manipulación de Satanás. Dios está en nuestro espíritu para ser nuestra vida a fin de que podamos vencer. El versículo 20 dice: “Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna”. Esto es algo que experimentamos en nuestro espíritu.
(
Visión central necesaria para servir a la iglesia, La, capítulo 4, por Witness Lee)