Visión central necesaria para servir a la iglesia, La, por Witness Lee

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NUESTRO ESPÍRITU ES EL LUGAR SANTÍSIMO

Hebreos 10:19 dice: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. El Lugar Santísimo es nuestro espíritu. Podemos decir esto porque este versículo dice que tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo. Los expositores de la Biblia están de acuerdo de que el Lugar Santísimo es el tercer cielo. Pero si el Lugar Santísimo es el tercer cielo, ¿cómo podemos entrar en él? El Lugar Santísimo en este versículo se refiere a nuestro espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, estamos en el Lugar Santísimo. Nuestro espíritu está conectado al cielo; por tanto, cuando estamos en nuestro espíritu, estamos en el cielo.

El velo fue rasgado para que podamos entrar en el Lugar Santísimo

El versículo 20 dice: “Entrada que Él inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne”. En el Antiguo Testamento había un velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Éx. 26:33). Según Juan 1:14 el Señor Jesús como Palabra se hizo carne. En los versículos de Hebreos y Juan, la expresión carne se refiere a la humanidad. Hebreos 10:20 habla del velo de Su carne. Esto quiere decir que nosotros somos el velo. El Lugar Santísimo es nuestro espíritu, pero existe una barrera, nuestra humanidad caída, que nos separa de nuestro espíritu. Nuestra humanidad caída es el velo más grueso y nos separa de Dios. Por tanto, nuestra carne tiene que ser rasgada. Esto es representado por el velo en el templo que fue rasgado en dos, de arriba abajo, cuando el Señor murió en la cruz (Mt. 27:51).

Hebreos 10:21 dice: “Teniendo un gran Sacerdote sobre la casa de Dios”. Este gran Sacerdote está en nuestro espíritu, el Lugar Santísimo. Cuando consideramos los capítulos 4 y 10, podemos ver que nuestro espíritu hoy es el Lugar Santísimo. Además, nuestro ser es el velo que tiene que ser rasgado. Hay reposo en el Lugar Santísimo, en nuestro espíritu. El Señor es nuestro Sumo Sacerdote que lleva nuestro caso en el Lugar Santísimo. Además, el trono de la gracia que nos suministra y nos da reposo también está en el Lugar Santísimo. No obstante, en nuestra experiencia, nos es fácil permanecer en el atrio o entrar al Lugar Santo, pero no nos es fácil entrar al Lugar Santísimo. Esto se debe a que hay un velo entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Este velo es nuestra carne.

Ir hasta dentro del velo

Los versículos 18 y 19 del capítulo 6 dicen: “Los que hemos huido en busca de refugio, para echar mano de la esperanza puesta delante de nosotros, la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo”. La frase huido en busca de refugio en el idioma original significa “huir intensamente”. La misma palabra también se usa en Hechos 14:6, donde habla de que Pablo y Bernabé huyeron a las ciudades de Listra y Derbe en Licaonia. Pablo y Bernabé huyeron porque surgió un intento hostil de parte de algunos para afrentarlos y apedrearlos (v. 5). Cuando los apóstoles se enteraron de ello, ellos huyeron a Licaonia. Hebreos 6:19 habla del ancla de nuestra alma. Nuestro espíritu no necesita un ancla porque nuestro espíritu no se desvía; sin embargo, nuestra alma necesita un ancla porque siempre va a la deriva. Nuestra alma es nuestra persona, y nuestra persona tiende a irse a la deriva. Por tanto, nuestra alma necesita un ancla. Los versículos 18 y 19 dicen que la esperanza puesta delante de nosotros es un ancla segura y firme de nuestra alma y que penetra hasta dentro del velo. El Lugar Santísimo, que está en el tercer cielo, también es nuestro espíritu, que está dentro del velo.

El versículo 20 dice: “Donde Jesús, el Precursor, entró por nosotros, hecho Sumo Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. El Señor Jesús entró dentro del velo. El Lugar Santísimo, el tercer cielo y nuestro espíritu están relacionados y conectados. Cuando el Señor Jesús ascendió, Él entró en el Lugar Santísimo. Él ahora está en el tercer cielo y también en nuestro espíritu. Por tanto, el tercer cielo y nuestro espíritu están conectados. Ellos también están dentro del velo. El lugar “dentro del velo” se refiere al tercer cielo y a nuestro espíritu. El ancla de nuestra alma está conectada al tercer cielo y también a nuestro espíritu. Si no entramos en nuestro espíritu, seremos como un barco que está a la deriva en el mar sin tener un ancla. Debemos conectar el ancla de nuestra alma a nuestro espíritu, el tercer cielo, y entonces estaremos seguros.

(Visión central necesaria para servir a la iglesia, La, capítulo 6, por Witness Lee)