Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, por Watchman Nee

EL VASO DE DIOS ES PERFECCIONADO

Debemos comprender delante del Señor, que no debemos aferrarnos ni siquiera a la comisión que hemos recibido, ni a la obra que estamos haciendo, ni a la voluntad de Dios que conocemos. Existe una gran diferencia entre lo que proviene de lo natural y lo que proviene de la resurrección. Todo aquello de lo cual nos cuesta desprendernos es natural. Todo lo que proviene de la resurrección es preservado por Dios, y nosotros no podemos aferrarnos a ello con nuestras manos carnales. Necesitamos aprender a darle gracias al Señor por llamarnos a Su obra y también por no llamarnos a participar en ella. Nosotros no estamos vinculados directamente a la obra de Dios, sino a Dios mismo. Todo debe pasar por la muerte y por la resurrección. ¿Qué es la resurrección? Es todo aquello que no podemos tocar con nuestras manos ni podemos retener; esto es la resurrección. Las cosas naturales pueden estar bajo nuestro control, pero es imposible controlar las que están en la esfera de la resurrección. Debemos ver que todo lo que tenemos viene de Dios y que lo que le pertenece a Dios no puede convertirse en nuestra posesión privada y, por tanto, debemos ponerlo en Sus manos. Dios entregó Isaac a Abraham, pero le seguía perteneciendo a Dios, no a Abraham. Cuando Abraham llegó a este punto, se convirtió en un vaso completo.

Cuando Abraham alcanzó este punto, Dios dijo: “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn. 22:16-18). La meta final a la que Abraham había sido llamado al comienzo se había cumplido. Dios había llamado a Abraham con tres propósitos. Primero, El quería darle la tierra de Canaán a Abraham y a sus descendientes. Segundo, quería hacer de Abraham y sus descendientes Su propio pueblo. Tercero, quería bendecir a todas las naciones de la tierra por medio de él. Abraham fue probado en cuanto a Canaán y en cuanto a su descendiente. El llegó a ser el vaso de Dios, y Dios pudo decir: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”. La meta de Dios se había cumplido.

Los dones no nos hacen vasos de Dios ni ministros Suyos. Los vasos y los ministros de Dios deben ser aquellos que están delante del Señor, que han sido quebrantados y que tienen mucha experiencia. La peor equivocación que tenemos en el servicio que rendimos a Dios es pensar que los obreros de Dios son edificados sobre el conocimiento y los dones o inclusive sobre la astucia natural. Si una persona es astuta por naturaleza y tiene buena memoria, otros dirán que tal persona es apropiada y que es muy promisoria en el servicio de Dios y que es útil en los asuntos espirituales. El hombre piensa que un vaso que es eficiente, rápido y elocuente en su constitución natural es “útil al Amo”, y que siempre y cuando tenga algo de talento espiritual y de elocuencia sólo necesita adquirir más enseñanzas, teología y conocimiento bíblico. Pero tenemos que ser francos. El primer vaso que Dios llamó no llegó a serle útil a causa de estas cosas; tuvo que recorrer un largo camino. En repetidas ocasiones Dios le mostró sus debilidades y su inutilidad y que no se complacía en su energía carnal. Dios lo quebrantó paso a paso hasta que Abraham le conoció verdaderamente como Padre. Finalmente, él ofreció Isaac a Dios. Para entonces, se había convertido en un vaso útil, y Dios pudo decir: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”.

Es cierto que hay diferentes niveles en nuestro servicio a Dios, y que podemos servirle en el nivel que estemos. Pero el asunto crítico es “¿qué clase de servicio debemos realizar a fin de satisfacerle?” Los que satisfacen a Dios son los que, por un lado, conocen la cruz, y por otro, conocen a Dios como Padre. Si nuestro servicio carece de este conocimiento, no tiene ningún valor espiritual. Que el Señor por Su gracia nos muestre que todo lo que El hizo, lo hizo para revelarse a Abraham como Padre y como el iniciador de todo. Puesto que Abraham conoció a Dios como Padre, es el único en toda la Biblia a quien se le llama “padre”. Sólo aquellos que conocen a Dios como Padre pueden ser padres. Lo que conocemos de Dios determina la clase de vaso que somos delante de El. Que el Señor nos libre de las doctrinas y del conocimiento muerto. La clase de vasos y ministros que podemos ser está en relación directa con el conocimiento que tengamos de El. Los vasos y los ministros de Dios conocen a Dios.

(Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, capítulo 6, por Watchman Nee)