LOS DOS LLAMADOS QUE DIOS HACE A ABRAHAM
Ahora veamos cómo fue llamado Abraham a seguir a Dios. Al leer Josué 24, encontramos que Abraham nació en una familia que adoraba ídolos. Así que, es interesante notar que la obra de restauración comenzó con Abraham. Dios escogió intencionalmente a tal persona. Esto nos muestra que “no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro. 9:16). Abraham nunca habría pensado que Dios lo llamaría, pues no tenía nada de que jactarse. Era un hombre común que no se diferenciaba de los demás. No fue Abraham mismo el que se hizo diferente de los demás; fue Dios quien lo llamó y lo hizo diferente. Por eso necesitamos conocer la providencia de Dios. Si Dios quiere hacer algo, lo hará. Abraham era igual que todos los demás; no había un motivo particular para que Dios lo escogiera; no obstante, lo escogió. La primera lección que Abraham tuvo que aprender fue la de saber que Dios es el que lo inicia todo. Dios llamó a Abraham dos veces. Veamos cómo lo llamó la primera vez, y cómo respondió él al llamamiento de Dios.
El primer llamamiento: en Ur
El primer llamamiento ocurrió en Mesopotamia, en Ur de Caldea. Esteban dijo: “El Dios de la gloria apareció a nuestro Padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán” (Hch. 7:2). Vemos que Dios llamó a Abraham antes de que saliera de Ur. El propio Dios de la gloria apareció a Abraham y lo llamó a salir de su tierra, su parentela y la casa de su padre, y a ir a una tierra que El le mostraría. ¿Creyó Abraham? Hebreos 11 nos dice que sí. Una vez que el hombre ve la gloria de Dios, le es imposible no creer. Abraham era un hombre común, igual a nosotros. El creyó porque el Dios de la gloria se le apareció. Dios fue la razón y la causa de su fe. Fue Dios quien inició y quien le hizo creer.
¿Era grande la fe de Abraham desde el comienzo? No. ¿Qué hizo después de oír el llamado de Dios? “Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí” (Gn. 11:31). Hechos 7:2 dice que Abraham oyó el llamado en Mesopotamia. Hebreos 11:8 dice que Abraham creyó. El incidente de Génesis 11:31 ocurrió después del que se menciona en Hechos 7:2 y Hebreos 11:8. Tengamos en cuenta lo que aquí leemos: “Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos”. Esta fue la primera expresión de la fe de Abraham; él no era mejor que nosotros. Dios le dijo que saliera de su tierra. ¿Obedeció Abraham? Sí, él salió, pero Dios dijo que también dejara su parentela. ¿Hizo esto? Lo hizo a medias; Lot lo acompañó. Dios le dijo que saliera de la casa de su padre, pero Abraham se llevó consigo la casa de su padre. La salida de Abraham no fue su propia decisión, sino la de su padre: “Y tomó Taré a Abram su hijo”. No sabemos por qué Taré estuvo dispuesto a salir de Ur. Es posible que Abraham le haya dicho: “Dios me llamó, tengo que irme”. Quizás Taré lo acompañó debido a que lo quería, aunque no podemos afirmar con certeza que ése haya sido el caso. Lo que sí podemos decir es que la persona que no recibió el llamamiento fue quien tomó la iniciativa, mientras que quien fue llamado sólo se limitó a seguir. Tal vez alguien diga: “¿No es mejor que toda la familia sea salva?” Estamos de acuerdo en que fue bueno que toda la familia fuera salva. Pero el llamamiento que se le hizo a Abraham no se relacionaba con la salvación sino con el ministerio. El llamamiento de Noé a entrar en el arca se relacionaba con la salvación, pero el llamamiento de Abraham a entrar en Canaán fue un asunto de ministerio, pues cumplía el plan de Dios. Esta es la diferencia entre Abraham y Noé. Era correcto que Noé trajera consigo toda su familia al arca, pero era erróneo que Abraham trajera consigo la casa de su padre a Canaán. Si algún miembro de nuestra familia no es salvo, es correcto conducirlo a la salvación, pero si Dios nos ha llamado a ser ministros y vasos Suyos, no podemos traer con nosotros personas que no tengan el llamado.
El comienzo de Abraham fue común; él fue llamado y simplemente creyó, aunque su fe no era excepcional. Estaba dispuesto a seguir, pero no a comprometerse plenamente. Quería obedecer, pues no estaba tranquilo si no lo hacía. Deseaba salir de Ur, pero no salió por completo de allí. El no era diferente a nosotros. Por esta razón, ninguno de nosotros debe sentirse desanimado ni pensar que es incapaz. Necesitamos saber que nuestra esperanza reposa en Dios.
¿Qué pasó después de que Abraham siguió a su padre y ambos emprendieron el camino? Se detuvieron a mitad de camino. Dios quería que fuera a Canaán, pero él se detuvo en Harán y moró ahí. No comprendía que Dios tenía que hacer una obra completa en él antes de llegar a ser Su vaso. No entendía con claridad la comisión ni el ministerio que Dios tenía para él, ni sabía por qué tenía que pagar un precio tan grande. Esto también se aplica a nosotros. Debido a que no conocemos la intención de Dios, nos preguntamos: “¿Por qué me trata Dios así? ¿Por qué no me trata como a Noé? Si Noé permaneció con su familia, ¿por qué tengo yo que dejar la casa de mi padre?”. Tenemos que recordar que un vaso ordinario cuesta muy poco, mientras que un vaso fino tiene un alto precio. Dios quería que Abraham fuera un vaso de honra, así que las exigencias sobre él eran mayores. No debemos entender mal la manera en que Dios nos trata. No sabemos cómo nos va a usar Dios. Todas las experiencias que tenemos nos sirven para nuestro beneficio. Nunca debemos decir: “Si otros pueden hacer esto y aquello, ¿por qué no puedo yo hacer lo mismo?” Recordemos que Dios trata a cada persona de manera específica porque El quiere usar a esa persona de manera específica. Nuestra utilidad viene de nuestro adiestramiento específico. Por consiguiente, no debemos estar descontentos ni ser desobedientes. Resistirse a la mano de Dios o poner en tela de juicio lo que Dios hace es lo más insensato.
La obra que Dios hizo en Abraham muestra lo que Dios se proponía con él; sin embargo, Abraham no lo comprendió. El no sabía por qué Dios deseaba que él abandonara su tierra, su parentela y la casa de su padre. Solamente se alejó una corta distancia de su tierra. Aunque debía separarse de su parentela, se llevó consigo a Lot. Quería irse de la casa de su padre, pero le fue muy difícil y terminó por llevarla consigo. El no vio su ministerio ni comprendió lo que Dios estaba haciendo. Como resultado, sus días en Harán fueron un desperdicio, un retraso, y no trajeron ningún provecho.
Más tarde murió su padre, pero aún no estuvo dispuesto a separarse de su sobrino, y lo llevó consigo. Taré fue un obstáculo para Abraham sólo mientras vivía, pero Lot llegó a ser una carga para el pueblo de Dios, incluso después de su muerte. Debido a las acciones de Lot, se produjeron dos hijos. Uno fue Moab, padre de los moabitas, y el otro fue Ben-ammi, padre de los amonitas. Con el tiempo, tanto los moabitas como los amonitas fueron un problema para los israelitas.
(
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, capítulo 2, por Watchman Nee)