LA TERCERA PRUEBA: OFRECER A ISAAC
Abraham había sido probado dos veces en cuanto a su hijo. La primera prueba fue el engendramiento de Ismael. La segunda fue su oración por las mujeres de la casa de Abimelec. Ahora fue probado por tercera vez en cuanto a su hijo. Esta tercera prueba consistió en ofrecer a Isaac su hijo en el monte de Moriah.
Abraham ofrece a Isaac
Abraham había alcanzado la posición correcta. Se podría decir que había llegado a la cumbre. Después del capítulo veintidós, la narración se vuelve a la historia de su vejez. Por ende, el capítulo veintidós marca la cumbre de la vida de Abraham. Uno puede decir que este período era el apogeo de su vida.
En Génesis 22:1-2 leemos: “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Esta exigencia estaba relacionada con el cumplimiento de la promesa de Dios. Isaac era el único hijo de Abraham, y lo amaba muchísimo. Ofrecer a Isaac, era un gran precio que Abraham tenía que pagar. Pero ése no es el punto principal. Hebreos 11 nos muestra algo que no se encuentra en Génesis 22. Hebreos 11:18 dice: “En Isaac te será llamada descendencia”. Así que, no se trataba solamente de sacrificar al hijo amado de Abraham, sino de la propia promesa, la meta y la obra de Dios. Dios no le dio un hijo a Abraham para él solo. Su intención era cumplir Su meta por medio de Isaac. Si Isaac moría, ¿qué pasaría? Esta era la prueba que tenía que pasar Abraham.
Esta prueba lo incluyó a él como individuo y como vaso. Hebreos 11:18 nos muestra el aspecto del vaso. Dios prometió darle un hijo a Abraham y deseaba que este hijo fuera ofrecido como holocausto. Esto es algo incomprensible para la carne. Un holocausto tiene que ser consumido por el fuego. Todas las promesas de Dios giraban en torno a Isaac. Si Isaac era consumido, ¿no serían consumidas las promesas de Dios? La meta de Dios y Su obra estaban en Isaac. Si él era consumido, ¿no lo serían también la promesa, la meta y la obra de Dios? Era lógico y acertado echar a Ismael debido a que él había nacido de la carne. Pero Isaac nació según la promesa de Dios. ¿Por qué había de ser ofrecido como holocausto? Abraham había buscado satisfacción en Ismael. Pero Dios mismo le dijo que no. Fue Dios el que dijo reiteradas veces que Sara tendría un hijo. Abraham no insistió en buscar este hijo; fue Dios quien se lo dio. Ahora Dios quería que se lo devolviera, y no de cualquier manera, sino en holocausto. Esto iba más allá de su entendimiento. Si Isaac no debía nacer, Dios debió habérselo dicho a Abraham antes. Si estaba bien que Isaac naciera, entonces lo correcto sería que Abraham se quedara con él. Si Dios no quería que Abraham conservara a Isaac, no debió dárselo. Si Dios quería que Abraham tuviera a Isaac, no debería exigirle que se lo ofreciera en holocausto. ¿Qué fin tenía engendrar un hijo para luego ofrecerlo? El único propósito era conducir a Abraham a que tuviera un entendimiento profundo de que Dios es el Padre.
Dios es el Padre
Abraham aún tenía una última lección por aprender. Era en realidad una confirmación de la lección que ya había aprendido. Para que Dios pudiera ser el Dios de Abraham, éste tenía que conocer a Dios como Padre. No había duda en cuanto a Isaac; sin duda alguna Dios lo había dado y era un hijo según Su promesa. Pero, ¿cuál era la relación de Abraham con Isaac? La profunda lección que tenemos que aprender delante del Señor es que no podemos apegarnos a ninguna de las cosas que Dios nos ha dado; El no nos permite asirnos de ellas. Es erróneo adquirir algo valiéndonos de la carne, pero es igualmente erróneo asirnos con nuestras manos carnales de lo que recibimos por medio de la promesa. Sin duda, Isaac fue dado por Dios; pero, ¿qué relación estableció Abraham con Isaac?
Al engendrar a Isaac, Abraham aprendió que Dios es el Padre. Pero todavía necesitaba aprender una cosa más. Dios era el Padre antes de nacer Isaac, pero, ¿lo seguía siendo después? Esta es la situación que afrontan muchos cristianos hoy. Antes de que nazca su “Isaac”, están conscientes de que Dios es el Padre. Pero después de que nace su Isaac, sus ojos se vuelven a sí mismos. Piensan que al nacer su Isaac, son ellos los que deben cumplir las promesas de Dios, realizar Su meta y producir Su obra. Piensan que necesitan estimar a su Isaac, preocuparse por él y hacer que permanezca en alto. Dios queda en segundo plano cuando nace el Isaac de ellos. Todos los pensamientos se centran en sí mismos, y Dios no es nada para ellos. Sin embargo, necesitamos ver que Dios es el Padre y El no permitirá que nuestros pensamientos se centren en nuestro Isaac. Dios es el Padre y no es limitado por el tiempo. Antes de nacer Isaac, Dios era el Padre y seguía siéndolo después. El cumplimiento de las promesas de Dios depende de El, no de Isaac.
Isaac era un regalo de Dios. He ahí nuestro mayor peligro ante el Señor. Antes de recibir algún don, nuestras manos están vacías y, por tanto, podemos tener comunión con Dios, pero una vez que recibimos el don, nuestras manos se llenan, y dejamos de tener comunicación con El y nos conformamos con el regalo. Dios tiene que enseñarnos la lección de que debemos hacer a un lado los dones y vivir totalmente en Dios. Antes de ser quebrantada la carne, el hombre vive según el don y hace a Dios a un lado, pero Dios no aprueba esto.
El engendramiento de Isaac fue una experiencia que tuvo Abraham. Podemos decir que esta fue una experiencia maravillosa para él. Pero Dios no nos da experiencias para que permanezcamos en ellas el resto de la vida. Debemos comprender que vivimos de Dios, no de las experiencias. El engendramiento de Isaac fue una experiencia admirable, pero no era el Padre. Fue una experiencia, no era la fuente [de subsistencia]. El problema es que cuando experimentamos algo de Cristo, nos asimos a ello y lo sobrestimamos, pero nos olvidamos de que Dios es el Padre. Dios no tolerará esto. El nos mostrará que es posible desprendernos de nuestra experiencia pero que a El no lo podemos abandonar. Podemos prescindir de Isaac, pero no nos podemos separar del Padre ni por un instante.
Esto aún no ha tocado el meollo del asunto. El entendimiento de que Isaac representa un don o una experiencia sólo afecta nuestra vida carnal. Existe otra cosa importante: Isaac representa la voluntad de Dios, de la cual Dios le había hablado a Abraham. Si Isaac moría, ¿no significaría eso que la voluntad de Dios revelada a Abraham se quedaría sin cumplir? Debido a que Abraham se interesaba tanto por la voluntad de Dios, tuvo que usar toda su energía para aferrarse a Isaac. Esta es la situación de muchos cristianos. Debemos comprender que tenemos una relación con Dios mismo, no con lo que El va a hacer ni con la voluntad que El ha expresado. Debemos ser llevados al punto donde ya no exista nuestro yo. Debemos ser liberados al grado de anhelar a Dios solamente, no las cosas que El desea que hagamos. En muchas ocasiones nos valemos de nuestras manos carnales para poner en alto aquello que Dios quiere que hagamos. Pensamos que como Dios quiere que hagamos cierta cosa, tenemos que hacer lo posible por cumplirlo. Pero en realidad, la lección que Dios nos enseña es que abandonemos nuestra propia voluntad a fin de que hagamos lo que El quiere y no lo que no quiere.
Isaac también representa nuestras actividades espirituales. Puede ser que Dios nos llame a participar de alguna obra espiritual. No obstante, es posible que no queramos hacerlo. Preferimos a nuestro Ismael y queremos tener nuestra propia obra. Un día Dios nos hablará, y después de hacerlo varias veces, veremos que ya no podemos escaparnos, y diremos: “Está bien. Estoy dispuesto a soltar mi obra y a tomar la Tuya”. Pero hay otro peligro después: puede ser que soltemos una obra sólo para encontrarnos envueltos en otra. Antes de tener a Isaac, nos aferrábamos a Ismael, pero al venir Isaac, nos aferramos a Isaac. No seguimos relacionados directamente con Dios, sino con la obra. Seguimos laborando y no desistimos. Cambiamos a Dios por las obras espirituales. Es por eso que El deja que nuestras obras mueran. Quizá aleguemos con El y le digamos: “Tú me pediste que lo hiciera. ¿Por qué terminé en este fracaso?” Debemos comprender que Dios permite que nuestra obra fracase porque no quiere que nos apeguemos a la obra. Si vemos esto, nuestro yo desaparecerá.
Anteriormente, la carne había engendrado a Ismael, no a Isaac. Ahora la carne se aferra a Isaac. En ambos casos es la carne. Dios estaba probando a Abraham para ver sí su ser estaba apegado a Isaac o a El. Esta es la prueba que confrontó Abraham en el monte Moriah.
Debemos hacernos la misma pregunta. Dios nos llamó a la obra y a Su servicio. Al comienzo no estábamos dispuestos, pero más tarde nos dispusimos y nos vinculamos a Su obra. ¿Amamos esta obra? ¿Estamos renuentes a desprendernos de ella? ¿Nos aferramos a esta obra con nuestras manos? Si es así, Dios intervendrá para quebrantarnos. El desea que comprendamos que a Isaac lo podemos sacrificar, mas nunca podemos sacrificar a Dios, porque sólo El es el Padre. No obstante, muchos cristianos sólo saben que deben realizar actividades espirituales; no saben que en realidad necesitan a Dios. Que el Señor nos conceda Su gracia para que no nos liguemos a las actividades espirituales, sino a Dios, pues sólo El es nuestro Padre.
(
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, capítulo 6, por Watchman Nee)