Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, por Watchman Nee

UN JACOB SOSEGADO

Al comienzo de Génesis 37 Jacob se retrae, como si se jubilara. Antes de este tiempo, él se mantenía activo desde que se levantaba hasta que se acostaba. Tan pronto terminaba un asunto, empezaba otro. Jacob tipifica la fuerza de la carne. Nadie podía hacer que dejara de obrar ni de hablar. En Peniel Dios lo tocó, y en Bet-el lo perfeccionó. En Hebrón comienza a ponerse en un segundo plano. Al principio del capítulo treinta y siete, sólo en ocasiones salía de su encierro para decir algunas palabras o para hacer algo. La mayoría del tiempo se mantuvo relegado a un segundo plano. Se había vuelto una persona sosegada.

Si conocemos a Jacob, comprenderemos que por sus propios esfuerzos no hallaba reposo. Hay muchos cristianos así. Si uno les pide que descansen por un par de días, simplemente no pueden hacerlo; no son capaces de detenerse. Pero Jacob llegó a ser una persona sosegada en sus últimos años; dejó de ser activo en su vida natural. Esto era el fruto del Espíritu manifestado en Jacob. Esto no significa que después de ser quebrantada nuestra vida natural nos volveremos perezosos, ni que una persona que raras veces se esfuerza sea una que permanezca en Hebrón. Si pensamos que ser espiritual consiste en hacer muy poco o inclusive en no hacer nada, estamos muy equivocados. Cuando decimos que Jacob era sosegado, queremos decir que su energía natural había cesado. Jacob, después de volver a la casa de su padre y de habitar en Hebrón, se volvió sosegado y se mantenía en un segundo plano. La obra del Espíritu había prevalecido en Jacob.

La característica más sobresaliente de una persona cuya carne ha llegado a su fin es que en ella cesan las actividades carnales. Inclusive una persona tan enérgica como Jacob puede llegar a ser una persona sosegada e inactiva. No hay nada de qué maravillarse cuando una persona perezosa se hace a un lado. Puede ser que el Señor discipline a esta persona para que sea más activa. Pero Jacob era una persona que siempre estaba activa, siempre obtenía para sí el lugar había hecho prominente. Moverse a un segundo plano fue verdaderamente el resultado de la obra que Dios hizo en él.

Nosotros sabemos que Jacob era una persona astuta, sagaz y artificiosa. Una persona así por lo general no se interesa por los demás. Es difícil encontrar una persona artera que verdaderamente ame a los demás. Una persona que siempre está tramando contra los demás sólo tiene una meta: el lucro personal a expensas de los demás; solamente emprende lo que le traiga ganancia, y no hace nada que no le beneficie. Nunca se conduele de los demás ni les tiene consideración; es incapaz de amar. Jacob era una persona así. El sólo se preocupaba por sí mismo y no sabía amar a los demás. Hasta su amor por Raquel era egoísta. Aún así, Dios lo disciplinó. Después de salir de la casa de su padre, pasó por muchos sufrimientos y muchas dificultades. Al volver a la casa de su padre, aquellos a quienes amaba murieron uno por uno. Después su hija Dina fue deshonrada. Rubén, su hijo mayor, contaminó su lecho. Los sufrimientos que Jacob pasó fueron verdaderamente grandes. Para cuando se estableció en Hebrón, lo había perdido todo. Sin embargo, todos estos sufrimientos lo fueron madurando gradualmente. Ya no era activo, sino que se había convertido en una persona sosegada y que se mantenía en un segundo plano.

(Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, capítulo 11, por Watchman Nee)