LA DIFERENCIA ENTRE RECIBIR Y OBTENER
El problema de los hijos de Dios consiste en que ellos se dan cuenta de lo que Dios exige a Abraham, pero no ven la manera de satisfacer dicha exigencia. Después de ver la meta de Dios, piensan que deben tratar de alcanzarla. No comprenden que la vida cristiana, una vida de victoria, de libertad y de santificación, no se puede lograr sino sólo recibir. El principio básico de Isaac es que todo lo recibe. La salvación la realiza el Señor Jesús. Una vez que la recibimos, somos salvos. La salvación no es una carrera en la cual hay que subir la escalera celestial y en la cual no hay seguridad hasta que uno haya luchado tortuosamente y alcanzado el último peldaño. La salvación no se adquiere en el cielo, sino que Dios la envía desde el cielo. Lo mismo es válido en cuanto a la victoria. No necesitamos esforzarnos día tras día por conseguirla. Nosotros no vencemos nuestros pecados ejerciendo una voluntad férrea. Igual que la salvación, también la victoria se recibe. No es necesario hacer nada por nuestra cuenta; lo único que necesitamos hacer es recibirla. Cuando vemos y recibimos, podemos decir: “¡Señor, te agradezco y te alabo porque todo lo he recibido en Cristo!”
En 2 Pedro 1:4 tenemos estas valiosas palabras: “Por medio de las cuales El nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. No sabemos cuántos cristianos hayan notado las palabras “habiendo escapado”. ¡Cuán maravillosas son estas palabras! Muchos cristianos dicen: “¡Cómo deseo poder escapar!” Pero Dios dice: “Habiendo escapado”. El no nos pide que escapemos, ni tampoco dice que debemos esforzarnos por escapar. La expresión “habiendo escapado” significa que el escape es un hecho. Lo único que tenemos que hacer es recibir. Esto es lo que significa Isaac.
El significado de Isaac es que Dios hace la obra, y nosotros la recibimos. Nosotros no estamos anhelando continuamente, ni esforzándonos ni esperando. Simplemente, nos sentamos y cosechamos el fruto. No tenemos que preocuparnos por nada, pues somos hijos y ya estamos en la debida posición. Puesto que somos hijos, también somos herederos y somos aptos para heredar la posesión de la familia. Puesto que somos Isaac, podemos disfrutar. Todo esto es la gracia de Dios.
(Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, El, capítulo 7, por Watchman Nee)