EL VIVIR HUMANO REGULADO DE CRISTO
Los cuatro Evangelios revelan la humanidad maravillosa del Señor Jesús. ¡Qué vida diaria maravillosa y qué vivir humano tenía El cuando estaba en la tierra! Era noble, sólido, sobrio y recto en todo aspecto. El Evangelio de Juan revela al Señor Jesús como el propio Dios quien pasó por el vivir humano en la tierra. El libro de Juan nos muestra de forma específica cómo el Señor Jesús, quien es la vida, satisface la necesidad de cada hombre.
Juan 11 muestra que la necesidad de los muertos es la vida de resurrección. En este capítulo podemos ver la humanidad divina y maravillosa del Señor Jesús. Las Escrituras nos dicen que Jesús amó a María, a Marta y a su hermano Lázaro (v. 5). Un día Lázaro se enfermó gravemente, y Marta y María dieron aviso al Señor Jesús. Cuando el Señor oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba (v. 6). Tenía toda la libertad para ir o no ir a visitar a Lázaro. El “freno” de su “automóvil” funcionaba muy bien.
Los discípulos se conmovían fácilmente, pero el Señor Jesús era estable. Cuando llegaron las noticias acerca de la enfermedad de Lázaro, el corazón del Señor no se conmovió. Los discípulos debieron de haberse quedado sorprendidos y confusos. Podemos imaginarnos cuán desanimados estaban. Después de dos días, el Señor de repente expresó el deseo de visitar a Lázaro. Cuando el Señor no quería ir, los discípulos estaban sorprendidos, y cuando el Señor estaba preparado para ir, pensaban que no era necesario. Le dijeron al Señor: “Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?” Lo que el Señor no quería hacer, los discípulos sí querían, y cuando el Señor quería hacer algo, los discípulos no estaban de acuerdo. Podemos decir que no conocían la voluntad de Dios. Pero también debemos ver que los discípulos no eran muy normales. Se entusiasmaban y se ofendían fácilmente.
Si nos ofendemos fácilmente, esto significa que no somos muy normales. Si nos reprendieran y despreciaran severamente y nosotros pudiéramos evitar ser ofendidos, sería un indicio de tener la verdadera libertad. Sin embargo, a veces, una sola palabra puede ofendernos. Si entendemos mal a otros y nos ofendemos y nos disgustamos fácilmente, esto es un indicio de que somos débiles, estamos muertos y no tenemos el poder de vida con el cual controlarnos. Cuando los discípulos acompañaron al Señor al ir El a visitar a Lázaro, no lo hicieron con voluntad. Aun Tomás les dijo a los otros discípulos: “Vamos también nosotros, para que muramos con El” (v. 16).
Cuando el Señor Jesús estaba en camino al pueblo de Betania, la primera persona que salió a Su encuentro fue Marta. Marta le dijo al Señor Jesús: “Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21). Luego el Señor Jesús le dijo a Marta que su hermano resucitaría y que El era la resurrección y la vida (vs. 23, 25). Pero Marta no entendió lo que dijo el Señor Jesús. Respondió que sabía que su hermano resucitaría en la resurrección en el día postrero (v. 24). Después de conversar con el Señor Jesús, Marta se fue y le dijo a su hermana María que el Señor estaba allí y que la llamaba (v. 28). Esto fue la opinión de Marta y no el mandato del Señor. El Señor Jesús no se ofendió por las opiniones de Marta, ni por las de María (v. 32), ni por las opiniones de los judíos (vs 36-37). En cierto momento el Señor lloró identificándose con el dolor que ellas tenían por causa de la muerte de Lázaro. En Juan 11 podemos ver que el Señor siempre se controlaba por completo. El tenía plena libertad. Estaba completamente libre y no le faltaba nada de disciplina porque estaba lleno de la vida.
(Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, La, capítulo 15, por Witness Lee)