Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, La, por Witness Lee

VENID A LAS AGUAS SIN DINERO PARA COMPRAR Y COMER

Isaías 55:1 dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed”. No se menciona el beber en este versículo. Nos dice que vengamos a las aguas y comamos; no nos dice que bebamos. Además, este versículo dice que vengamos y compremos los que no tenemos dinero. ¿Cómo podemos venir a las aguas para comer y cómo podemos comprar sin dinero?

Ezequiel 47 nos dice que había muchos árboles en las orillas del río (v. 12), lo cual muestra que cuando nos acercamos a las aguas, llegamos a la comida. Puede ser que tengamos la intención de simplemente beber, pero también recibimos algo para comer. El beber y el comer van juntos. En Génesis 2 se ve el árbol de la vida con el río que fluye de Edén para regar el huerto (vs. 9-10). Al final de la Biblia tenemos el río de agua de vida y en sus dos lados el árbol de la vida está creciendo y extendiéndose (Ap. 22:1-2). Cuando llegamos a las aguas, hay alimento para nosotros.

Ahora tenemos que ver cómo el Señor puede decirnos que vengamos y compremos sin dinero y sin precio. En Apocalipsis 3 el Señor le aconsejó a la iglesia que estaba en Laodicea que comprara de El aunque era desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda (vs. 17-18). Por un lado, no tenemos el dinero con que comprar, pero por otro, no podemos decir que no tenemos nada. Tal vez no tengamos el dinero, pero sí tenemos a nosotros mismos. Tenemos que gastarnos a nosotros mismos como precio pagado. Debemos darnos al Señor. Isaías 55:3 dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí”. Este es el precio. El precio no tiene nada que ver con el dinero. No tiene nada que ver con lo que tenemos. El precio es lo que somos nosotros. Tenemos que ofrecernos al Señor como el precio que pagamos.

Cuando llegamos a las aguas, allí está el alimento, y cuando nos parece que no tengamos nada, tenemos a nosotros mismos. El Señor quiere nuestras propias personas. Por consiguiente, nos llama a acercarnos y entregarnos a El. Comprar el oro en la epístola a Laodicea equivale a abrir la puerta (Ap. 3:20). Abrir la puerta es entregarnos al Señor. Todos necesitamos decirle al Señor: “Señor, me doy a Ti”. Si tenemos sed, necesitamos ir y comprar sin dinero pero con nosotros mismos. Debemos ir y darnos al Señor. Cuando pagamos este precio, podemos beber. También cuando nos acercamos para beber, recibimos el alimento porque el agua incluye el árbol de la vida.

(Revelación crucial de la vida hallada en las Escrituras, La, capítulo 6, por Witness Lee)