Tratar con nuestras partes internas para el crecimiento en vida, por Witness Lee

NEGAR EL YO AL NEGAR LA MENTE, LA PARTE EMOTIVA Y LA VOLUNTAD NATURALES

¿Cómo podemos diferenciar el espíritu del alma? Dado que somos cristianos, personas regeneradas, siempre que vayamos a hacer algo, debemos aprender la lección de negarnos al alma y al yo. Si leemos Mateo 16:24 al 26 y Lucas 9:23 al 25, podremos ver que el alma es el propio yo. Estos dos pasajes claramente nos muestran que negarnos al yo equivale a negar el alma. Cuando yo era joven, le preguntaba a la gente en qué consistía negarnos al yo. Simplemente yo no sabía qué es lo que debía negar. Con el tiempo, al leer la Palabra y a través de la experiencia, nos dimos cuenta que el yo es el alma. Mateo 16:26 dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma?”, mientras que Lucas 9:25 dice: “Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se pierde o se malogra él mismo?”. Estos pasajes prueban que el alma es el yo.

Como ya lo indicamos, el alma se compone de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Por lo tanto, ahora tenemos la respuesta a la pregunta: “¿A qué debo negarme?”. Negarnos al yo es negarnos a nuestra propia mente, parte emotiva y voluntad. La mente, la parte emotiva y la voluntad, añadidas juntas, equivalen al alma. Si sustraemos la mente, la parte emotiva y la voluntad, no quedaría nada. No debemos hablar sólo de manera doctrinal, sino de manera práctica. Negarnos al yo es negar nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Cuando vayamos a hacer algo para Dios, para algún hermano, o aun para nosotros mismos, como hijos de Dios y personas regeneradas, como aquellos que están aprendiendo a andar en la presencia del Señor y a complacer al Señor, tenemos que aprender la lección de negarnos al yo en todo lo que hagamos.

Tal vez alguien diga que después que neguemos nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad naturales, no quedará nada. Al parecer esto es verdad, pero no del todo. En realidad hay algo que queda, esto es, el espíritu. Quizás no lo podamos ubicar, pero aun así debemos ejercitarlo. Necesitamos negar la mente, la parte emotiva y la voluntad, e intentar ejercitar algo más (que por supuesto, no es el cuerpo). Pongan esto en práctica e inténtenlo por dos o tres días. Finalmente, algo surgirá de su espíritu. Aun en el ministerio de la Palabra, en muchas ocasiones me he negado a lo que sé, a lo que prefiero y a lo que había decidido hablar. A veces después que hacía esto, me quedaba en blanco, sin tener nada en mi interior, pero seguía permaneciendo firme en el terreno de negarme a todas estas cosas. Luego, después de algunas horas, algo surgía desde lo profundo de mi ser que era muy claro para mi, a veces sucedía de inmediato y otras veces gradualmente, poco a poco. Entonces sabía lo que tenía que ministrar.

Cuando salgo a visitar a un hermano, por ejemplo, tengo que aprender la lección de negar mi mente, mis emociones y mi voluntad. Cuando llego a su casa y comienzo a hablar, ya no queda nada de mi mente, de mis emociones ni de mi voluntad. Me he negado a ellas y he renunciado a ellas. Entonces no ejercito mi cuerpo, sino la parte escondida, la parte más profunda de mi ser, y oro en silencio: “Señor, ¿qué debo decir?”. En mi mente puedo decir muchas cosas, comenzando de Génesis pasando por Salmos y llegando a Malaquías, y luego continúo con Mateo hasta llegar a Hechos y Romanos, y concluyendo en el libro de Apocalipsis. Además, es posible que esté muy deseoso de hablar, específicamente, de los asuntos internacionales. Esto es mi parte emotiva, así que debo tomar la cruz. Mi mente llena del conocimiento de la Biblia debe ser crucificada, y mis emociones que quieren hablar de Europa, Asia y África deben ser puestas en la cruz. Después de cinco minutos tal vez aun no tenga nada, así que continúo con los ojos puestos en el Señor. Gradualmente, algo surge de mi interior, es decir, de mi espíritu.

Puedo contarles muchas experiencias reales como éstas. En varias ocasiones, cuando me disponía a dar un mensaje, negaba mi mente, mi parte emotiva y mi voluntad. Luego, mientras caminaba hacia el podio, no tenía nada en mi interior. Uno de los hermanos responsables anunciaba un himno, que todos cantaban, pero yo sólo miraba al Señor, y le decía: “Señor, ¿qué tienes en mente? ¿Qué debo hablar aquí?”. Mientras algún hermano oraba, yo permanecía mirando al Señor, y a medida que seguían cantando y orando, yo continuaba con los ojos puestos en Él. Después de las oraciones tenía que ponerme de pie. Simplemente caminaba hacia el podio y decía: “Leamos”, pero no sabía qué íbamos a leer. Cuando dije: “Leamos”, yo seguía mirando al Señor. Entonces dije: “El libro de Juan”. Pero aún no sabía qué capítulo debíamos leer. Aun cuando había dicho: “Juan”, yo no tenía claridad. Entonces dije: “Capítulo 14”. Este ejemplo nos muestra la manera en que podemos diferenciar el espíritu del alma. La manera es negar la mente natural, la parte emotiva natural y la voluntad natural.

Digamos que un hermano y su esposa discutieron esta mañana. Entonces, en la noche el hermano quizás le pregunte a alguien qué debería hacer él al respecto. Lo que él tiene que hacer es crucificar su mente, su parte emotiva y su voluntad. Entonces sabrá que decirle a su esposa, y lo que él diga saldrá de su espíritu. Antes de que esto suceda, quizás el hermano haya tenido muchas razones en su mente, en su parte emotiva y en su voluntad que le servirían para argumentar con su esposa. Cuanto más él considera sus razones, más se fortalece, y finalmente decide ir así a su esposa. Éste es el yo, y ésta es el alma. El hermano no debe hacer tal cosa. Él debe acudir al Señor y contactarle. Si acude al Señor de esta manera, él aprenderá la lección. Algo dentro de él crucificará su mente con sus muchas razones, así como su parte emotiva y su voluntad natural. Quizás él diga: “Señor, si yo crucifico todas estas cosas, no me quedará nada. ¿Qué debo hacer?”. El Señor le dirá: “Tú te irás. Tú serás crucificado, y Yo saldré de ti”. Entonces gradualmente algo surgirá de su espíritu, y sabrá qué decirle a su esposa. Cualquier cosa que diga será de su espíritu.

No debemos tratar de entender si algo procede del espíritu o del alma, diciendo: “Esto es muy superficial, así que no debe provenir del espíritu, pero esto otro es más profundo, y por tanto debe ser del espíritu”. Así nunca podremos saber qué es el espíritu. La manera de distinguir el espíritu del alma es negarnos al yo, que consiste en negar siempre nuestra mente natural, nuestra parte emotiva natural y nuestra voluntad natural. Entonces veremos lo que queda y lo que saldrá de nosotros.

(Tratar con nuestras partes internas para el crecimiento en vida, capítulo 9, por Witness Lee)