Estudio-vida de los Salmos, por Witness Lee

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II. AL PEDIR A DIOS QUE LO JUZGUE, LO ESCUDRIÑE, LO PRUEBE Y LO EXAMINE

El salmo 26 revela las expresiones mezcladas de los sentimientos de David al pedirle a Dios que lo juzgue, lo escudriñe, lo pruebe y lo examine. Pedirle a Dios que lo examine a uno es como pedirle a alguien que examine un cadáver. ¿Qué hay dentro de nosotros que valga la pena de ser examinado por Dios? Somos como un cadáver totalmente putrefacto, corrupto e inmundo. Sin embargo, muchos de los que leen los salmos se deleitan en las expresiones de David al pedirle a Dios que lo juzgue, lo escudriñe, lo pruebe y lo examine. La expresión neotestamentaria es ésta: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a). Esto quiere decir que hemos sido terminados. En este sentido somos como un cadáver, al cual no vale la pena examinar. ¿Quién se atreve a pedirle a Dios que venga y lo examine? Yo no me atrevo a hacerlo.

Cuando fui encarcelado por el ejército invasor japonés, yo no le pedí a Dios, como David lo hizo, que me juzgara para que viera que yo había andado en integridad, ni que me escudriñara porque había andado en Su verdad (Sal. 26:1-3). En vez de eso, le confesé a El mis pecados, fallas, errores y defectos diarios. Debemos decirle al Señor: “Señor, no sirvo para nada sino para la muerte. Pero agradezco que Tú me has crucificado, y que en el bautismo he sido sepultado. Ahora ya no debo vivir yo, sino Tú en mí”. ¡Qué enorme diferencia existe entre esta expresión conforme a la revelación del Nuevo Testamento y la expresión de David en el salmo 26!

¿Quién se atreve a orar, diciendo: “Dios, ven y júzgame, escudríñame, pruébame y examíname”? ¿Acaso somos dignos de que Dios nos ponga a prueba? En nosotros abundan defectos, faltas, errores, ofensas, transgresiones, abusos, maldades, iniquidad, pecado, pecados y contaminación. Muchas veces no estamos bien en nuestra actitud interna hacia otros. Por esta razón, cada día tengo que confesarme ante el Señor. Aun antes de hablar en las reuniones, a menudo oro así: “Señor, perdónanos y purifícanos con Tu preciosa sangre”. Si no confieso mis pecados y mi contaminación, no puedo tener una conciencia pura y un espíritu fuerte para hablar por el Señor.

(Estudio-vida de los Salmos, capítulo 13, por Witness Lee)