COMO TRATAR EL PROBLEMA
DE NUESTRO TEMPERAMENTO VARIABLE
Es posible que usted se levante por la mañana y descubra que su espíritu está avivado. Sin embargo, cuando usted regresa a casa por la tarde después del trabajo, siente que está tan frío como un bloque de hielo, aparentemente sin ninguna razón. ¿Qué debe hacer? ¡Aleluya, cuando su espíritu está congelado, usted tiene la Palabra! Puede abrir la Biblia en Juan 4:23. Lea este versículo. A medida que lo lea, su lectura se convertirá en oración. Podría decir algo así: “Oh Señor, la hora viene. ¡Aleluya! Señor, la hora viene y ahora es”. Cuando diga aleluya tan sólo una vez, el hielo se derretirá y usted será lleno de Cristo. Su frialdad habrá desaparecido. Sin necesidad de que haga nada, simplemente desaparecerá.
Sucede lo mismo con nuestro enojo. De hecho, es así como podemos manejar toda nuestra vida cristiana. No trate de vencer su mal genio. Simplemente ocúpese de Cristo. Hoy en día Él es tanto la Palabra como el Espíritu. Como Espíritu Él está en mí, y como Palabra Él está aquí en este Libro. No importa si estoy caliente o frío, la Palabra siempre es la misma. Independientemente de cuánto yo fluctúe durante el día, la Palabra no cambia; siempre dice lo mismo.
Si usted cree que esto es practicar psicología, sólo intente tomar un libro sobre la vida de Abraham Lincoln o sobre los pensamientos de Confucio. Estos libros no despiertan tal respuesta en usted. ¿Por qué la Biblia es el único libro que puede avivarlo? Porque “las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Ni las palabras de Abraham Lincoln ni las de Confucio son espíritu. Únicamente las palabras de la Biblia son espíritu, puesto que éstas son las palabras habladas por Dios. ¡Aleluya por esta herencia que hemos recibido del Espíritu, que está dentro de nosotros, y de la Palabra, que está fuera de nosotros!
El Espíritu a veces parece desaparecer, pero la Palabra siempre permanece. Aprendan a contactar al Señor por medio de la Palabra. Los animo a que cultiven el hábito de leer la Palabra todos los días, preferiblemente por la mañana. Hagan de esta práctica un legalismo.
(Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41), capítulo 3, por Witness Lee)