CONFESAR EN VIDA
Sólo hay un tipo de confesión que cambia su vida. Mientras usted está en la comunión, la luz resplandece de forma penetrante en usted, mostrándole su verdadera condición. Usted entonces se siente profundamente arrepentido, tal vez derrame lágrimas, luego confiesa sus faltas y la sangre de Jesús lo limpia. La verdadera confesión es la que hacemos después que la luz nos descubre interiormente.
Si usted confiesa únicamente según el conocimiento, probablemente ore: “Oh Señor, perdóname por chismear”, pero después de poco tiempo encontrará que sigue hablando descuidadamente como lo hacía antes. Sin embargo, si usted confiesa en vida, mientras la luz resplandece sobre su hábito de chismear, tal confesión sellará sus labios, y pasará mucho tiempo antes que vuelva a salir otra palabra vana de sus labios.
Noten que en el versículo 9 se mencionan los pecados y toda injusticia. Cuando esta luz opera para revelar, no tiene ninguna consideración por su persona. Sus acciones quizás no hayan sido pecaminosas, pero bajo esta luz usted ve que ha pecado contra este hermano, que ha engañado a esa hermana, que con respecto a este asunto usted fue injusto y que con respecto a otro asunto obró incorrectamente. Su confesión tocará las profundidades de su ser —y no simplemente su conciencia— y lo transformará.
El último versículo en 1 Juan 1 dice: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y Su palabra no está en nosotros”. No sólo “tenemos pecado” (v. 8), sino que también “hemos pecado”. Si estamos en la comunión, estaremos con temor y temblor, pues sabremos que no sólo tenemos pecado, sino que también pecamos.
(Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41), capítulo 7, por Witness Lee)