LA PIEDAD
“Grande es el misterio de la piedad” (1 Ti. 3:16). Ésta es la tercera expresión que consideraremos. En este versículo resulta evidente que la piedad es Dios manifestado en la carne. Cuando la iglesia atraviesa un período de degradación, debemos prestar especial atención a la piedad.
Observen la secuencia de las frases en este versículo: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Él fue manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado entre las naciones, creído en el mundo, llevado arriba en gloria”. Muchos maestros cristianos han pensado que este versículo se refiere a Cristo, pero la secuencia de estas frases no lo sustenta. Cristo fue “llevado arriba en gloria” antes que fuera “predicado entre las naciones”. Este versículo se refiere más a la iglesia que a Cristo. Por lo tanto, la frase “recibido arriba en gloria” se refiere al arrebatamiento de la iglesia, más que a la ascensión de Cristo. Es cierto que Cristo es la manifestación de Dios en la carne, pero la iglesia también lo es. Nosotros somos la iglesia, pero todavía estamos en la carne. Cuando nos reunimos en el Espíritu, Dios se manifiesta entre nosotros; ésta es la manifestación de Dios en la carne. Así como Cristo la Cabeza es la manifestación de Dios en la carne, igualmente lo es Su Cuerpo. Si toda la iglesia se reúne de una manera apropiada y un incrédulo entra, “postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros” (1 Co. 14:23-25). La presencia de Dios se da a conocer cada vez que la iglesia se reúne de la manera apropiada.
Pablo exhortó a Timoteo a que orara por “los que están en eminencia, para que llevemos una vida tranquila y sosegada en toda piedad y dignidad” (1 Ti. 2:2). ¿Qué prueba hay en nuestras vidas de piedad? Este versículo habla de “toda piedad”. Si somos piadosos, esto afectará la clase de cuadros que colgamos en las paredes de nuestro cuarto, la clase de ropa que nos ponemos, la manera en que nos peinamos y nuestro hablar. Esto nos mostrará claramente si debemos ir al cine o no. La vida piadosa en nuestro interior tiene una expresión externa; esta manifestación de piedad es un testimonio y causa impacto en las personas que nos conocen. No importa qué digamos, qué hagamos o cómo nos vistamos, debemos dejar la impresión de que Dios es manifestado en nosotros.
Otra referencia a la piedad se encuentra en 1 Timoteo 4:7-8: “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. El ejercicio físico en cierta medida es provechoso; este versículo no dice que de nada aprovecha. El ejercicio es provechoso para nuestra salud; sin embargo, cuando consideramos los deportes, es bastante evidente que estamos fuera de la esfera de la salud y que, más bien, nos encontramos en la esfera de mostrarles a otros lo capaces y habilidosos que somos.
¿Cómo podemos ejercitarnos para la piedad? Una manera es mostrar la debida reverencia cuando leemos la Biblia. Incluso si no hay nadie presente, es bueno estar vestidos apropiadamente y sentarnos o arrodillarnos de una manera respetuosa cuando acudimos a la Palabra de nuestro Padre celestial.
Otra manera de ejercitarnos para la piedad es restringirnos en nuestro hablar. Nada impresiona tanto a los demás como la manera en que nos expresamos. Incluso en nuestra propia casa debemos hablar de manera precisa, restringida y libre de chismes. A veces alzar nuestra voz en las reuniones puede cruzar la línea entre la piedad y una actitud frívola. Lo que digamos debe dar la impresión de que nos restringimos a nosotros mismos.
Otra área en la cual podemos practicar la piedad es cuando vamos de compras. Incluso ir solamente a mirar vitrinas puede llevarnos a complacer nuestra concupiscencia; muchas veces debemos apartar nuestros ojos. Lo que compramos les muestra a los demás la clase de persona que somos.
También la manera en que escribimos cartas puede ser una manera de ejercitarnos para la piedad. En muchas ocasiones yo he escrito la misma carta hasta tres y cuatro veces porque cuando la volvía a leer me daba cuenta de que había algo que no era acertado o no muy provechoso. Al restringirnos al dar noticias de la iglesia, por ejemplo, podemos mostrar nuestra preocupación por la edificación de otros.
(Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41), capítulo 19, por Witness Lee)