LA CONFESIÓN
Debemos acudir al Señor para tomar medidas con respecto a nuestra conciencia. Tal vez a usted le parezca que sólo tiene algo pequeño y trivial que confesar. Pero si confiesa eso, su confesión inicial será un pequeño giro que lo encaminará hacia una autopista. Entonces usted se dará cuenta de que necesita un largo tiempo para terminar su confesión de una manera exhaustiva.
Tan pronto como usted se disponga a tomar estas medidas delante del Señor, podría sonar el teléfono. Una vez que usted conteste esa llamada, se requerirá un esfuerzo para que pueda regresar a la autopista de su confesión. Después que confiese dos cosas más, el teléfono podría sonar de nuevo, y quizás sea alguien que llama al número equivocado. Ésta es la sutileza del enemigo. Así que es mejor alejarse del teléfono y de cualquier persona, o que al menos desconecte su teléfono. Si comparte el cuarto con alguien más, tal vez tenga que encontrar otro lugar donde nadie lo perturbe.
Una vez que usted se arrodille o se siente delante del Señor y se abra a Él, encontrará que en su confesión aún le faltan “muchas millas” por recorrer. Tal vez necesite varias horas para confesar todos sus defectos, sus debilidades, sus malas acciones, su pecaminosidad y su carne. Cuando usted empieza a limpiar su casa, probablemente piense que puede terminar de hacerlo en quince minutos; pero una vez que empieza a hacerlo, encuentra que hay suciedad y polvo por todas partes, en todos los rincones. Usted es como su casa; en cada rincón de su ser, en cada cuarto, en cada repisa, hay polvo. Sus ojos se han ensuciado con muchas cosas pecaminosas que ha mirado día tras día; sus oídos se han llenado de tierra por los chismes que ha escuchado, y necesita limpiar su boca de todos los chismes que ha esparcido.
(Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41), capítulo 4, por Witness Lee)