CONSAGRARNOS DE FORMA ABSOLUTA
SIN DEJAR UNA PUERTA DE ESCAPE PARA NOSOTROS
Pregunta: ¿En qué consiste la consagración, y qué significa seguir el camino del Señor?
Respuesta: La consagración de un verdadero creyente consiste en que él permita que Dios entre y obre en él. Si usted desea que Dios obre de esta manera, debe aprender a seguir el sentir de su espíritu. Cuando usted sienta en su espíritu que Dios le exige hacer algo, debe actuar conforme a ello; cuando sienta en su espíritu que Dios desea que usted se deshaga de algo, debe obedecerle; y cuando sienta en su espíritu que Dios quiere que usted sea quebrantado en algún área, debe aceptar Su quebrantamiento. En esto consiste la consagración, y esto es lo que significa seguir el camino del Señor.
No es tan difícil conocer el camino del Señor. Es sólo cuando verdaderamente queremos que Dios obre en nosotros y deseamos seguir Su camino que nos sentimos ansiosos. Nosotros los seres humanos somos torcidos por naturaleza, pues siempre que interiormente sentimos que se nos exige hacer algo, por lo general lo rechazamos. Cuando tenemos cierto sentir, lo postergamos por un rato y luego lo anulamos. En el momento en que tenemos que aprender una lección que implica nuestro quebrantamiento, la rechazamos y luego nos escapamos. Algunos creyentes han tenido muchas de estas experiencias. Algunos no permiten que Dios pase a través de ellos ni obre en ellos, ni siquiera un día en todo el año. Quizás algunos jamás hayan permitido que Dios pase a través de ellos u obre en ellos durante toda su vida cristiana. Algunos hermanos y hermanas se consagran a sí mismos con frecuencia, y su consagración es genuina; sin embargo, cada vez que se encuentran con algo que Dios les exige, desechan dicha exigencia dando excusas.
Hace más de diez años un hermano, que también era un colaborador, me preguntó: “¿Ve usted en mí algún problema?”. Después de mirarlo detenidamente por un momento, le dije: “¿Quiere que le diga la verdad?”. Me respondió que sí con una sonrisa y entonces le dije con franqueza: “Usted tiene un problema y es que le gusta argumentar”. Él dijo: “Reconozco que tengo ese problema, pero...”. Entonces de inmediato, señalándole le dije: “Precisamente, este ‘pero’ es su problema. Rara vez usted verdaderamente acepta lo que otros le dicen. Aparentemente lo acepta, pero después añade un ‘pero’ o un ‘sin embargo’. Ése es su problema. Rara vez usted ha recibido completamente lo que Dios le dice y ha obedecido al sentir que Él le da. Aparentemente usted está de acuerdo con Él, pero al final siempre añade un ‘pero’ o un ‘sin embargo’. Usted recibe cualquier dirección que Dios le da, pero al final siempre agrega un ‘sin embargo’. Sus argumentos son el gran problema que usted tiene”. Me respondió: “Hermano Lee, sí, lo reconozco, pero...”.
Es muy difícil que los problemas que una persona tiene con su ser natural sean eliminados delante de Dios. Ese día estuve hablando con ese hermano al menos durante dos horas, pero al final continuó diciendo: “Hermano Lee, admito que todo lo que usted me ha dicho es cierto, pero...”. Al final siempre decía: “Usted tiene razón, pero...”. Después de estar hablando con él por dos horas, seguía diciendo “sin embargo”, “pero”, “aun así”, “no obstante”. Espero que este ejemplo los alumbre a fin de que entiendan cuán difícil es que seamos quebrantados.
Muchos hermanos y hermanas desean andar por el camino del Señor, pero cuando les llega el momento en que tienen que andar en él, casi siempre añaden un “pero”, un “aun así”, un “no obstante” o un “sin embargo”. Como resultado, quedan acabados. Ése día le hablé a este hermano con severidad y le dije: “Hermano, usted es como una piedra muy lisa. Cuando alguien lo toca por un lado, usted se voltea para el otro lado; y luego, cuando alguien lo toca por ese otro lado, se voltea para este lado. No hay martillo que lo mantenga a usted en un lugar fijo. Otros hermanos son cuadrados que fácilmente pueden ser quebrantados; pero usted es el único que es como una esfera. No importa qué luz haya recibido, usted siempre se aleja “rodando” al contestar con un ‘sin embargo’ y después vuelve a rodar al decir ‘pero’”.
Algunos santos han estado delante del Señor por muchos años, pero nunca han sido quebrantados y jamás se han sometido. Pareciera que realmente han tomado la firme decisión de seguir el camino del Señor, pero cada vez que se les exige algo, se alejan “rodando”. Esto lo hacen sin ninguna intención. Por ejemplo, si yo tengo una piedra cúbica, permanecerá en el mismo lugar no importa qué instrumento use para golpearla desde arriba. Pero si tengo una canica, rodará con el primer martillazo. No es que la canica decida rodar a propósito, sino que rueda simplemente porque tiene forma esférica. Es posible que los santos que son como canicas digan que están dispuestos a ser quebrantados; no obstante, una vez que surja una situación práctica, automáticamente la evadirán.
En principio, éste es un problema que muchos de nosotros tenemos. Es difícil encontrar a un hermano o a una hermana que sinceramente puedan decir: “Oh Señor, te doy mi consentimiento, golpéame; aquí permaneceré. Incluso si te equivocas al golpearme, lo aceptaré”. Son muy pocos los cristianos que son así. La mayoría haría esta pregunta: “Al proceder conforme al sentir interior, ¿no es posible cometer errores? ¿No deberíamos mejor considerar las cosas cuidadosamente antes de actuar conforme al sentir interior?”. No obstante, en el momento en que empezamos a considerar las cosas, estamos reservándonos una puerta de escape. Si continuamos considerando el asunto, la puerta se hará más ancha. Ciertamente no es fácil que usted se consagre en el altar y acepte el quebrantamiento, porque en el momento en que Dios viene a guiarlo y a quebrantarlo, usted empieza a tener muchos razonamientos. De hecho, todos estos razonamientos no son otra cosa que “sin embargos”, “peros” o “no obstantes”.
Una persona que verdaderamente se consagra al Señor, una vez que recibe un sentir en su interior, no lo piensa mucho. Lo único que piensa es que teme perder el sentir que Dios le ha dado. La autobiografía de Madame Guyon es muy útil al menos en dos asuntos. Mucha gente está de acuerdo en que ella aceptaba la obra de la cruz; sin embargo, hay otro asunto que vale la pena resaltar. Ella no sólo aceptaba la cruz, sino que además la recibía con agrado. Hoy en día cuando la mayoría de los cristianos tienen cierto sentir, lo piensan una y otra vez, diciendo que temen a las dificultades que puedan surgir si se equivocan al obedecer dicho sentir.
Esta clase de pensamientos aparentemente provienen del temor a equivocarse, pero en realidad provienen del temor a las dificultades. Lo que menos tememos es obedecer equivocadamente y, como consecuencia, ofender a Dios; nuestro principal temor es que si nos equivocamos al obedecer podamos sufrir. La mayoría de nuestros pensamientos no se deben al temor de que al cometer algún error perdamos nuestra comunión con Dios, sino al temor de sufrir alguna pérdida como consecuencia del error cometido.
Lo más loable de Madame Guyon, delante del Señor, era que ella no temía que su sentir pudiera estar equivocado, sino más bien, que su “yo” no sufriera ninguna pérdida. Si tenemos este tipo de motivación, no razonaremos tanto cuando Dios nos dé cierto sentir. Todos los hermanos que ejercen el liderazgo deben entender que aunque muchos santos se consagran de una manera sincera, cuando verdaderamente Dios les da un sentir, ellos lo rehuyen. Rehuir este sentir es muy fácil, así como también lo es perder la presencia del Señor. Solamente hay una “pared”, pero son muchas las “puertas de escape”, hay muchos “peros”, “sin embargos”, “quizás” y “aun así”. Espero que todos nos ejercitemos en cerrar las puertas de escape cada vez que éstas se abran.
(
Puente y canal de Dios, El, capítulo 4, por Witness Lee)