Servir en el espíritu humano, por Witness Lee

EL CAMINO DE LA COORDINACIÓN

Queda más por decir acerca de servir en la novedad del espíritu y ministrar vida a los demás. Sin embargo, en este capítulo mi carga está con otro asunto del servicio, que es, la coordinación. En el servicio necesitamos coordinar con otros. No quiero decir que tenemos que estar organizados. Estar organizados es una cosa y estar coordinados es otra. A lo que nos referimos con la palabra coordinación es simplemente ser edificados juntos, servir de manera en que seamos juntamente edificados.

Cuanto más servimos, más seremos edificados con otros. En estos días estamos hablando de la edificación de la iglesia. La edificación de la iglesia se lleva a cabo en el servicio coordinado. Si estamos sirviendo al Señor siguiendo el camino de la coordinación, mientras servimos estamos siendo edificados.

Tenemos que ver qué es lo que significa esto de manera práctica. Supongamos que soy una hermana que sirve al Señor entre los santos en la iglesia. Tengo que servir al Señor de tal manera que cuanto más sirvo, más sea edificada con otros, y cuanto más sirvo, más otros serán introducidos para ser edificados juntamente conmigo. En otras palabras, cuanto más sirvo, más se edifica la iglesia.

Sin embargo, en muchos lugares hoy, cuanto más sirven las personas, más independientes se vuelven. Cuanto más dotados son, más se vuelven gigantes e independientes. Algunos de los dotados sienten que han llegado tan alto que nadie les puede seguir. Consideran que son personas muy elevadas y que los demás son inferiores. Ellos se ponen encima y a los demás los ponen abajo. Como resultado, se vuelven independientes. Éste no es el camino correcto.

El camino correcto es que mientras estamos sirviendo, estamos siendo edificados con otros. Cuanto más servimos, cuanto más ejercitamos nuestro don, más seremos unidos y más coordinados estaremos unos con otros. En el servicio del Señor, nunca actuamos de una manera independiente. Aquí hay muchas lecciones que tenemos que aprender.

Permítanme dar este ejemplo. Supongamos que soy un hermano con un don, y cuanto más sirvo, más aprendo y más sé cómo servir. Cuanto más sirvo, más soy fortalecido y más grande llego a ser. Entonces me vuelvo orgulloso y pienso que sé esto, que sé aquello, que lo sé todo. Por tanto, yo debo hacer todo, puesto que soy el único que sabe cómo hacerlo. En cierto sentido, me estoy volviendo todopoderoso. Puedo hacerlo todo y lo hago todo. Cuanto más sirvo, más llegan las cosas a mi bolsillo y todo está en mis manos. Cuanto más puedo hacer, más independiente soy y puedo hacerlo todo a mi manera. Ya no tengo lecciones que aprender y nadie me puede enseñar nada. En la reunión yo anuncio el himno, toco el piano, comienzo el himno, conduzco la oración y hago la predicación: lo hago todo. No hay necesidad de nadie más. Puedo hacerlo todo. Ocupo el lugar más alto y soy el más independiente. Los demás quizás me admiren como un hermano maravilloso. Sin embargo, todos nos tenemos que dar cuenta que esta clase de hermano simplemente daña la iglesia. Cuanto más hace, más retraza la edificación de la iglesia; incluso la arruina y la frustra. Puesto que ese hermano es tan capaz en sí mismo, no tiene lecciones que aprender y no hay necesidad para que él coordine con otros. Éste no es el camino correcto.

(Servir en el espíritu humano, capítulo 8, por Witness Lee)