TRES PUNTOS VITALES
En el capítulo anterior, vimos tres puntos vitales en cuanto al asunto del servicio. El primero es que en la iglesia todos los que sirven tienen que ser juntamente edificados como casa espiritual, el sacerdocio (1 P. 2:5).
Todos los sacerdotes del Antiguo Testamento servían al Señor de una manera corporativa. Ninguno servía al Señor de manera individual o independiente. Todos estaban coordinados y todos cooperaban mutuamente. Ellos estaban edificados como un solo cuerpo. Por medio de ese cuadro tipológico en el Antiguo Testamento, sabemos que los santos neotestamentarios tienen que ser juntamente edificados como casa espiritual, y esa casa espiritual es un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio.
El sacerdocio es la edificación de todos los sacerdotes, todos los que sirven, para formar un cuerpo. Entre ellos existe un sacerdocio, un cuerpo sacerdotal, una corporación, una coordinación de un grupo de creyentes que están edificados juntos y que sirven al Señor. Para servir al Señor primero necesitamos ser juntamente edificados.
En segundo lugar, tenemos que ser el sacerdocio santo, los que están apartados, los que son santos, los creyentes, los que sirven, apartados del sistema del mundo para Dios, para servir al Señor. Tenemos que estar apartados a fin de que podamos ser santos.
Después tenemos que ser el real sacerdocio. Hemos visto la diferencia entre el sacerdocio santo y el real sacerdocio. El sacerdocio santo consiste de un grupo de servidores que han sido apartado del sistema satánico del mundo para servir a Dios. El real sacerdocio es un grupo de sacerdotes, un grupo de servidores, quienes han pasado tiempo en la presencia del Señor, quienes han sido ungidos y a quienes se le ha encomendado la autoridad celestial. Son el canal de gobierno del Señor con autoridad celestial. Cuando salen de la presencia de Dios para ir a las personas, ellos llegan con autoridad celestial como reales sacerdotes.
Por un lado, los sacerdotes son santos; por otra, son reales, de la realeza. Son aquellos que han sido apartados para Dios, y son aquellos a quienes se les ha encomendado con la autoridad celestial para servir al Señor. Puesto que están apartados del mundo y han sido encomendados con la autoridad celestial, son capaces y están equipados para servir al Señor. Ya hemos visto estos tres puntos.
(Servir en el espíritu humano, capítulo 7, por Witness Lee)