Servir en el espíritu humano, por Witness Lee

TRES ASUNTOS VITALES

Si queremos servir al Señor en el servicio de la iglesia, tenemos que prestar toda nuestra atención a estos tres asuntos. Primero, necesitamos ser edificados como un Cuerpo. No podemos tener ningún servicio fuera de la vida de iglesia, fuera del Cuerpo. Tenemos que ser edificados.

En segundo lugar, cada uno de nosotros debe ejercitarse para poner a un lado todo lo que es mundano. Debemos separarnos de las cosas comunes y apartarnos para el Señor, a fin de aprender a permanecer en la presencia del Señor y a orar trayéndole al Señor las necesidades de las personas, las necesidades del mundo pecaminoso. Entonces seremos los sacerdotes santos.

Después de ofrecer suficientes oraciones al Señor, salimos de Su presencia para ministrarlo al mundo con poder, como Salvador, la vida, el suministro de vida y la luz. En ese momento somos los reales sacerdotes.

Es necesario tener coordinación, de ser apartados y tener autoridad celestial. Necesitamos la coordinación del Cuerpo, la separación de los sacerdotes santos del mundo para el Señor y la autoridad celestial de los reales sacerdotes. Entonces estaremos capacitados y tendremos el poder para ministrar al Señor a los demás como reales sacerdotes, como reyes y sacerdotes con la autoridad celestial. Para tener el verdadero servicio de la iglesia, estas tres cosas son básicas e incluso, vitales.

Si usted siente la carga de ministrar algo a la iglesia, primero tiene que examinarse para comprobar si ha sido edificado en la realidad del Cuerpo y si está en la coordinación. Si no es así, sería como un miembro separado. Entonces, ¿como podría ejercer su función?

Después necesita confirmar si está apartado para el Señor, y si ha pasado suficiente tiempo en la presencia del Señor para orar. Sin esto, no reuniría los requisitos para servir, puesto que no sería un sacerdote santo.

Después comprueben el tercer punto: ¿tiene la autoridad, la autoridad celestial? ¿Tiene algo que el Señor realmente le ha encomendado? Si es así entonces su ministerio al pueblo del Señor no será solamente con palabras, sino con autoridad. Todo lo que diga y cada vez que lo diga, tendrá peso. El mensaje, las palabras, el ministerio tendrán peso debido a que la autoridad celestial del real sacerdote está presente.

La coordinación, la separación y la autoridad: estos tres son los requisitos, el equipo que necesitamos para ministrar. No se trata simplemente de saber algo o de tener la carga de hacer algo. Necesitan confirmar que han sido edificados en la realidad del Cuerpo, que están en la coordinación del sacerdocio. Esto es algo vital. Nunca podrán mantenerse firmes por sí mismos contra las fuerzas malignas de las tinieblas. Los poderes malignos, los espíritus malignos saben donde se encuentran ustedes.

En Hechos 19:13-16 los siete hijos de Esceva intentaron echar fuera a los espíritus malignos usando el nombre del Jesús que predicaba Pablo. Sin embargo, el espíritu maligno les dijo: “A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”. El nombre de Jesús en boca de Pablo es poderoso, pero quizás no lo sea en nuestra boca. Pablo estaba coordinado, edificado con los santos. Él estaba en la coordinación del sacerdocio, y tenía la separación y la autoridad.

Incluso para orar en la reunión de oración o en la mesa del Señor, se necesitan estos tres asuntos básicos: la coordinación, la separación y la autoridad. Si estamos en coordinación con los santos, apartados del mundo para el Señor, y somos uno con la autoridad celestial, cuando oramos algo corto, los demás detectarán el dominio, el poder y la realidad en la oración. De otra manera oramos con palabras vanas, sin peso, sin poder y sin la autoridad que respalde nuestras palabras.

El verdadero servicio, el servicio prevaleciente no depende del conocimiento, de la habilidad, elocuencia, o de los llamados dones. Aunque estos asuntos se llevan a cabo en el servicio del Señor, no son básicos. Los asuntos básicos son tres: la coordinación, la separación y la autoridad.

Si está dispuesto a ser edificado con los demás, simplemente debe perderse, piérdase en la edificación de la iglesia. Cuando abandonamos el yo para llevar a cabo la edificación de la iglesia, estamos en la coordinación. Entonces, con los santos nos apartamos del mundo para el Señor, y tenemos la autoridad de los cielos. Ésta es la manera de llevar a cabo el servicio de la iglesia de forma poderosa y prevaleciente.

Pedro sólo era un pescador inculto. Antes del Día de Pentecostés yo dudo que Pedro tuviera algún don. Pero en el Día de Pentecostés, Pedro era uno que estaba en la coordinación y estaba unido a la separación y a la autoridad celestial. ¡Qué poderoso era! Él habló algo corto, con oraciones cortas, sin mucho conocimiento, pero sus palabras estaban llenas de poder. Él tenía la coordinación, la separación y la autoridad. Él estaba en la coordinación, era uno de los sacerdotes santos y era uno de los reales sacerdotes.

Cuando esas ciento veinte personas permanecieron en la presencia del Señor por diez días, todas ellas eran los sacerdotes santos. Cuando llegó el Día de Pentecostés, todos salieron a hablar con las personas para satisfacer sus necesidades con el suministro celestial. Puesto que eran reales sacerdotes, incluso el poder más elevado en la tierra les temía debido a su autoridad. Ellos tenían el poder celestial con la autoridad celestial.

Ésta es la manera de servir en la iglesia. Hasta que no nos ocupemos de estos tres asuntos básicos —la coordinación, la separación verdadera y la autoridad celestial— simplemente no estaremos listos para empezar ningún servicio en nuestra localidad. Necesitamos la edificación, necesitamos la coordinación, necesitamos la separación y necesitamos la autoridad celestial. Necesitamos la realidad del Cuerpo, necesitamos el sacerdocio santo y necesitamos el real sacerdocio. Cuando un grupo de santos son juntamente edificados como Cuerpo en coordinación con la separación y la autoridad celestial, entonces comenzará el verdadero servicio de la iglesia.

(Servir en el espíritu humano, capítulo 6, por Witness Lee)