F. EL ESPÍRITU DE CRISTO
En Romanos 8:9 Pablo se refiere al Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo está relacionado con la muerte y la resurrección del Señor. El Espíritu de Cristo es el Espíritu de Aquel que pasó por la muerte y entró en resurrección. La muerte del Señor fue un aniquilamiento todo-inclusivo, y Su resurrección fue una germinación todo-inclusiva. El Espíritu de Cristo, por tanto, es la totalidad, el conglomerado, que se compone del Cristo todo-inclusivo con Su muerte y resurrección todo-inclusivas. Debido a que tenemos este Espíritu en nosotros, tenemos al Cristo todo-inclusivo, Su aniquilación todo-inclusiva y Su germinación todo-inclusiva.
El Espíritu de Cristo es la realidad de Cristo, es decir, Cristo mismo en realidad. Debido a que el Espíritu es la realidad de Cristo, podemos decir que este Espíritu es el Cristo pneumático. Es por el Espíritu de Cristo que nosotros participamos de Cristo en Su vida y poder de resurrección, en Su trascendencia y en Su autoridad reinante.
En 1 Pedro 1:11 se nos dice que los profetas del Antiguo Testamento estaban “escudriñando qué tiempo y qué clase de época indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual testificaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. En la revelación del Nuevo Testamento, el Espíritu de Cristo denota al Espíritu después de la resurrección de Cristo (Ro. 8:9-11). Antes de la resurrección de Cristo, “aún no había” el Espíritu que no sólo es el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Cristo (Jn. 7:39). El Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios que fue constituido mediante la muerte y la resurrección de Cristo y que fue constituido de dicha muerte y resurrección, todo lo cual tiene por finalidad la aplicación y la impartición de la muerte y resurrección de Cristo a los creyentes. Aunque la constitución del Espíritu de Cristo fue un hecho dispensacional, al ser constituido mediante la muerte y la resurrección de Cristo y de dicha muerte y resurrección en tiempos del Nuevo Testamento, Su función es eterna debido a que Él es el Espíritu eterno (He. 9:14). Esto puede compararse con la cruz de Cristo: Su crucifixión fue realizada en el tiempo, cuando Cristo murió, pero en cuanto a su función, es eterna. Por tanto, según la perspectiva eterna de Dios, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). En tiempos del Antiguo Testamento, a los profetas que procuraban conocer y escudriñaban los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían, el Espíritu de Dios —como Espíritu de Cristo— les dio a conocer qué tiempo y qué clase de época corresponderían a la muerte y la resurrección de Cristo.
(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098), capítulo 1, por Witness Lee)