A. EL ESPÍRITU SANTO
El título divino el Espíritu Santo es una nueva revelación en el Nuevo Testamento. Este título no es usado en el Antiguo Testamento. (En Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11, la traducción correcta es “Espíritu de santidad” y no “Espíritu Santo”). Este título divino fue usado por primera vez cuando Dios vino a preparar al precursor del Señor Jesús (Lc. 1:15) y vino a preparar un cuerpo humano para Cristo (v. 35). Esto indica que el Espíritu Santo está relacionado con la encarnación de Dios.
“Espíritu” denota la naturaleza de Dios, la naturaleza de la persona de Dios, y “santo” denota un atributo de la naturaleza de Dios. La naturaleza de Dios es santa. La encarnación consiste en introducir la naturaleza de Dios en el hombre. Dios desea hacer santo, en la naturaleza divina, a Su pueblo escogido a fin de que ellos puedan ser santos así como Él es santo.
Que una persona sea santa significa que es distinta de una persona común. El Espíritu Santo en la encarnación de Dios hace que el hombre sea distinto a lo que es común, del mismo modo en que Dios, en Su naturaleza santa, es distinto a todo lo común. Por tanto, lo nacido mediante la encarnación de Dios era “lo santo” (v. 35), y esto “santo” es Jesús nuestro Salvador, quien es intrínsecamente distinto a cualquier cosa que sea común, así como Dios, en Su naturaleza santa, es distinto a todo lo común. El Espíritu Santo, de quien el santo Jesús (Hch. 3:14) fue concebido y nació, según consta en Mateo 1:18 y 20, hará a los creyentes del santo Jesús intrínsecamente santos como Él es santo en la naturaleza divina. Con el tiempo, todos estos creyentes tendrán por consumación la ciudad santa: la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2).
Lucas 1:15 anuncia que Juan el Bautista sería lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. El Espíritu Santo es el primer título divino atribuido al Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento. Fue para la iniciación del evangelio de Dios, con el fin de preparar el camino para la venida del Salvador así como para prepararle un cuerpo humano, que se usó este título divino del Espíritu de Dios. La preparación de la venida del Salvador requirió que Su precursor fuese lleno del Espíritu Santo con el fin de que pudiese separar al pueblo para Dios de todo lo que no fuese Dios mismo, haciéndolos santos para Dios con miras a Su propósito. La preparación de un cuerpo humano para el Salvador requirió que el Espíritu Santo impartiera la naturaleza divina en la humanidad, para hacer que el hombre fuese santo con miras al cumplimiento del plan redentor de Dios. Por tanto, el Señor Jesús fue concebido del Espíritu Santo con la esencia divina (v. 35) en una virgen humana que “se halló que estaba encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt. 1:18). Aquello que fue engendrado en ella era del Espíritu Santo (v. 20). Aunque Cristo nació de María (v. 16), Él era hijo del Espíritu Santo. El nacimiento de Cristo fue directamente del Espíritu Santo. Su fuente fue el Espíritu Santo, y Su elemento era divino.
Muchos versículos en el Nuevo Testamento nos hablan del Espíritu Santo. Lucas 3:22 dice que el Espíritu Santo descendió sobre Cristo en forma corporal, como paloma, ungiéndolo para Su ministerio. Mateo 12:32 dice algo con respecto a hablar en contra del Espíritu Santo, lo cual indica que si un pecador blasfema contra el Espíritu Santo, el Espíritu no tendrá base para operar sobre dicha persona a fin de hacer que se arrepienta y crea en el Señor Jesús. Según Juan 20:22, el día de Su resurrección el Señor Jesús sopló en los discípulos y les dijo que recibieran al Espíritu Santo. Esto es recibir al Espíritu Santo como vida en el aspecto esencial. Después, en Mateo 28:19, el Señor encarga a los discípulos bautizar a las personas “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En Hechos 1:2 vemos que el Cristo resucitado dio órdenes a los apóstoles por el Espíritu Santo. Después, en Romanos 15:16 Pablo dice que en su ministerio la ofrenda consistente en los gentiles mismos sería aceptable al haber sido santificada por el Espíritu Santo. Debido a que Cristo había sido forjado en ellos, habiendo llegado a ser su elemento constitutivo, los gentiles se convirtieron en una ofrenda saturada con Cristo e impregnada con Su esencia divina.
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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098), capítulo 1, por Witness Lee)