Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098), por Witness Lee

N. UN SELLO

En 2 Corintios 1:22 vemos que Dios nos selló, y Efesios 1:13 y 4:30 dicen que, por ser creyentes, fuimos sellados con el Espíritu Santo. La unción mencionada en 2 Corintios 1:21 es el sellar mencionado en el versículo 22. Puesto que Dios nos ungió con Cristo, también nos selló en Él. Ser sellado con el Espíritu Santo significa ser marcado con el Espíritu Santo como un sello vivo. Hemos sido designados como herencia de Dios (Ef. 1:11). Cuando fuimos salvos, Dios puso en nosotros el Espíritu Santo como sello para marcarnos, con lo cual indica que pertenecemos a Dios. El Espíritu Santo, quien es Dios mismo que entra en nosotros, nos imprime la imagen de Dios, representada por el sello, con lo cual nos hace semejantes a Dios.

No debiéramos considerar el sellar como algo separado del ungir. En realidad, la acción de ungir ya implica la acción de sellar. En la medida que estamos bajo la unción, ésta se convierte en un sellar. Es de este modo que somos hechos distintos a los demás. Además, el sello hace que tengamos la apariencia de Dios. Cuando Dios unge, este ungir es el sellar. La unción introduce la esencia divina en nosotros. Primero, mediante la unción Dios añade Su esencia a nosotros. Luego esa unción nos sella con la esencia de Dios, con lo cual el elemento divino da forma en nuestro ser a una impresión que expresa la imagen de Dios, y así nos hace la imagen de Dios.

El sello del Espíritu denota pertenencia. Tal sello significa que Dios es nuestro dueño y que le pertenecemos. La unción en nuestro interior, al operar como este sellar, declara al universo entero que pertenecemos a Dios. Dios nos posee y se puso sobre nosotros como un sello.

El Espíritu como sello de Dios sobre nosotros lleva la imagen de Dios. Esto implica que el sello del Espíritu Santo es la expresión de Dios e introduce la imagen de Dios en nuestro ser. Cuando tenemos al Espíritu Santo como sello de Dios sobre nosotros, somos portadores de la imagen de Dios y de la expresión de Dios. La unción que opera en nosotros se convierte en el sello, y este sello lleva la imagen misma de Dios. De este modo, tenemos la imagen de Dios. Esto significa que expresamos a Dios al ser ungidos y ser sellados. Por tanto, el sello del Espíritu Santo denota tanto pertenencia como expresión.

(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098), capítulo 4, por Witness Lee)