EL ESPIRITU DE LOS CREYENTES Y EL ESPIRITU
Según la Biblia y nuestra experiencia, hay cuatro factores básicos para las reuniones cristianas: el espíritu mezclado, la palabra, el orar y el cantar. El primer factor básico es el espíritu mezclado. En muchos versículos en el Nuevo Testamento, sobre todo en Romanos 8 y en Gálatas 5, es difícil discernir si la palabra espíritu se refiere al Espíritu Santo o al espíritu humano. El espíritu en estos versículos es el espíritu mezclado. El Espíritu Santo reside en nuestro espíritu regenerado y se mezcla con él (Ro. 8:16; cf. 1 Co. 6:17).
El espíritu humano de los incrédulos que fue creado por Dios no está regenerado, pero como cristianos, nuestro espíritu ha sido regenerado (Jn. 3:6). Ser regenerado significa que la vida de Dios ha sido impartida a nuestro espíritu. Cuando Dios el Espíritu nos regenera, imparte a Dios mismo como la vida divina al interior de nuestro ser, esto es, a nuestro espíritu. El espíritu de los incrédulos no tiene nada del elemento divino, pero nuestro espíritu sí tiene el elemento divino porque la vida de Dios ha sido impartida y añadida a nuestro espíritu. La gran diferencia entre el espíritu de los creyentes y el de los incrédulos es que nosotros tenemos la vida divina como el elemento divino en nuestro espíritu. Ya que la vida divina ha sido impartida a nuestro espíritu humano, podemos decir que nuestro espíritu humano ha sido hecho divino.
En nuestro espíritu regenerado, no sólo tenemos la vida divina, sino que también tenemos el Espíritu Santo (Ro. 8:16). Este Espíritu es la consumación misma del Dios Triuno. El Padre es la fuente, el Hijo es el curso y el Espíritu es la consumación de la Trinidad divina. La Trinidad divina es uno, pero tiene tres aspectos: la fuente, el curso y la consumación. El Espíritu de Dios es la consumación del Dios Triuno para alcanzarnos. Sin el Espíritu de Dios, Dios no nos puede alcanzar. Si no existiera el Espíritu Santo, Cristo sólo podría venir para quedarse entre nosotros; no podría entrar en nosotros. Para entrar en nosotros, tuvo que hacerse el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Este Espíritu vivificante es el aliento de vida. En el día de resurrección, cuando Cristo regresó a Sus discípulos al atardecer, se sopló a Sí mismo dentro de ellos, y llamó a lo que fue soplado en ellos el Espíritu Santo (Jn. 20:22). Esto indica fuertemente que el Cristo resucitado, el Cristo pneumático, es el Espíritu vivificante como el aliento soplado dentro de todos Sus creyentes. Ahora el Espíritu Santo, además de la vida divina, está en el espíritu de los creyentes.
El espíritu de los creyentes es una composición de tres cosas: nuestro espíritu humano, la vida divina y el Espíritu Santo. Nuestro espíritu ahora es un espíritu compuesto, el cual es el espíritu mezclado. El Espíritu Santo se ha mezclado con nuestro espíritu humano en el elemento de la vida divina. Es difícil encontrar mucho crecimiento en vida entre los cristianos porque muy pocos saben de este espíritu mezclado, que tiene la vida divina como el elemento de mezcla. No podemos tener el crecimiento en vida si no conocemos el espíritu mezclado en el elemento de la vida divina.
En el espíritu de los creyentes el Espíritu reside (Ro. 8:11). El Espíritu no sólo está en nosotros y permanece dentro de nosotros, sino que mora en nosotros. Morar es establecerse. Cuando nos quedamos en un hotel, solamente nos hospedamos por un tiempo, pero no moramos allí. Pero cuando tenemos una casa, nos establecemos en ella, es decir, moramos en ella. El Espíritu Santo no sólo se hospeda en nuestro espíritu, sino que mora o se establece en nuestro espíritu. El residir del Espíritu Santo en nuestro espíritu es un hecho maravilloso.
Nuestro espíritu debe estar viviente, fresco, fuerte y activo. La Segunda Epístola a Timoteo, 1:7, dice que Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de cordura. El amor se refiere a los afectos, el poder a la fuerza y la cordura significa que pensamos y nos comportamos con un entendimiento restringido y sobrio. A fin de que nuestro espíritu, el espíritu en el cual reside el Espíritu Santo, esté fresco, fuerte y activo, debemos ejercitar nuestro espíritu.
El espíritu de los creyentes también está lleno de Dios y lleno del Cristo pneumático (Ef. 5:18b). Aunque Dios, el Cristo pneumático, está dentro de nosotros, necesitamos estar llenos de El. En el Nuevo Testamento, estar lleno implica la saturación. Dios está dentro de nosotros como el Cristo pneumático llenándonos y también saturándonos. Debemos aprender a tener la experiencia real del llenar y saturar de la Trinidad divina. La mezcla comienza dentro de nuestro espíritu, y la saturación lleva a cabo la mezcla por todo nuestro ser, desde nuestro espíritu a través de nuestra alma hasta nuestro cuerpo. El Señor nos satura consigo mismo llenándonos hasta el borde. Necesitamos mucha experiencia del espíritu mezclado, es decir, necesitamos experimentarlo llenándonos y saturándonos. Entonces seremos saturados con el Dios Triuno. El agua en una taza la puede llenar, pero no la puede saturar. Pero nosotros como seres humanos podemos ser saturados por el Dios que reside en nosotros. Todas las partes de nuestra alma y de nuestro cuerpo necesitan ser saturadas con el Dios Triuno para que podamos ser hechos Dios-hombres en toda nuestra constitución.
El espíritu de los creyentes es uno con el Espíritu. La Primera Epístola a los Corintios, 6:17, dice: “Pero el que se une al Señor un espíritu es con él”. ¡Cuán maravilloso es que nosotros los seres humanos podamos ser un espíritu con el Señor! El Señor es el Espíritu, nos creó con un espíritu, regeneró nuestro espíritu, y reside en nuestro espíritu. Ahora nuestro espíritu está unido a Su Espíritu y los dos espíritus son un solo espíritu. Nosotros, los creyentes en Cristo, que le amamos y queremos permitirle hacerlo todo para saturarnos completamente, ahora somos un espíritu con El. La experiencia de ser un espíritu con el Señor es real y práctica. Muy frecuentemente, antes de hablar, he orado: “Señor, concédeme la gracia de practicar el ser un espíritu contigo, y vindica el hecho de que Tú eres un espíritu conmigo en mi hablar”. El milagro más grande en el universo es que los seres humanos con carne y sangre puedan ser un espíritu con el Dios Triuno. La salvación de Dios es mucho más alta que cualquier filosofía. Todas las filosofías tratan de desarrollar nuestra mente, nuestra psicología, nuestra vida psujé, lo cual no es más que desarrollar el “pobre yo”. Pero, por mucho que se desarrolle, usted todavía es usted. La salvación de Dios no es para desarrollar nuestra mentalidad, sino para poner a Dios mismo dentro de nuestro ser, es decir, hacer que Su elemento sature nuestro ser para hacerlo uno con Su vida divina. Para disfrutar esta salvación necesitamos practicar el ser un espíritu con el Señor.
(
Manera ordenada por Dios de practicar la economÃa neotestamentaria, La, capítulo 7, por Witness Lee)