Manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, La, por Witness Lee

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EL ESPIRITU MOVIENDO A LOS CREYENTES A DECIR “SEÑOR JESUS” Y DISTRIBUYENDO DONES A LOS CREYENTES

En la operación de la Trinidad divina, el Espíritu mueve a los creyentes a decir: “Señor Jesús”, y distribuye dones a los creyentes (1 Co. 12:3-4). En muchas reuniones cristianas en esta tierra, los asistentes entran de manera ordenada y tranquila para sentarse. Allí se quedan sentados, esperando a que un pastor se ponga de pie y les diga algo. Esta es la manera mortífera de reunirse. Es posible que estos creyentes estuvieran muy vivos, activos y locuaces fuera de la capilla. Pero al entrar en esa capilla, su función y su viveza fueron matadas. Aun en las iglesias locales hasta cierto punto así practicamos nosotros. Puede ser que hayamos estado muy activos fuera del local, pero al entrar en la sala de reunión, nos sentamos y esperamos a que alguno de los ancianos dijera algo. Necesitamos entrar en la sala de reunión invocando: “¡Oh Señor Jesús!” Si todos nosotros funcionáramos para empezar la reunión invocando el nombre del Señor, qué reunión sería ésa. En muchas reuniones cristianas ciertas personas cantan solos. Todo el auditorio queda callado para escuchar ese solo, y su propia función es matada. Luego puede haber un cuarteto; y después de que cantan, el resultado es la muerte. Necesitamos rechazar esta forma muerta de reunirnos.

Cuando invocamos “Oh Señor Jesús”, esto nos despertará a todos, nos avivará y nos hará vivientes. Mientras más diga usted “Oh Señor Jesús”, más vivo estará, y más avivará a otros. Cuando invocamos “Oh Señor Jesús”, no sólo sentimos la propia presencia del Cristo viviente, sino que también tenemos la sensación de que Alguien se mueve y vive dentro de nosotros. Algunos podrían decir que si todos invocáramos al Señor en la reunión, se produciría demasiado ruido. Pero a Dios le gusta el ruido; a El no le gusta nuestro silencio en las reuniones. Los Salmos nos dicen que aclamemos gozosos al Señor (66:1; 81:1; 95:1-2; 98:4, 6; 100:1). Los Salmos nos dicen que necesitamos tener una voz gozosa. Una voz es algo que está en orden, pero aclamar es cuando todos hablan.

Es posible que usted crea que otros pueden hablar y funcionar pero que usted no tiene tal don. No obstante, en realidad, usted no es pobre. Su pobreza se debe a su mudez. Romanos 10:12 nos dice que el Señor es rico para con todos los que le invocan. Después de invocar “Oh Señor Jesús” diez veces, usted tendrá algo que decir. Invocar el nombre del Señor le despierta desde adentro. Cuando invoca al Señor, tiene el don, y quiere que algo fluya de usted a otros.

Los tres primeros versículos de 1 Corintios 12 nos dan un nuevo comienzo para nuestras reuniones. Cuando venimos a la reunión y todos estamos mudos, perdemos nuestra función. No sabremos qué decir. Pero después de invocar “Oh Señor Jesús” varias veces, tendremos una carga de decir algo. Trate de invocar el nombre del Señor Jesús en una reunión diez veces, y verá qué ha de salir. Después de invocar el nombre del Señor diez veces, no podríamos permanecer sentados, y tendríamos que fluir desde adentro. Al mismo tiempo que invocamos el nombre del Señor, el Espíritu distribuye el don dentro de nosotros. Si queremos funcionar en la reunión, la manera de obtener el don es invocar el nombre del Señor. Cada uno de nosotros debe probar esto.

En el año 1933 empecé a trabajar con el hermano Nee. Siempre enfatizó que en las reuniones uno o dos hermanos no deben ser los únicos que hablen. Enfatizó que todos deben aprender a hablar. En aquel tiempo me preguntaba cómo podríamos ayudar a los santos a funcionar en las reuniones. Después de muchos años de estudio, empecé a ver los tres primeros versículos de 1 Corintios 12: “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede decir: Señor Jesús, sino en el Espíritu Santo” (lit.). Según estos versículos, ¿cómo sabemos que estamos hablando en el Espíritu de Dios? Es al invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos, eso es una señal de que el Espíritu de Dios se está moviendo en nosotros. Nadie puede decir: “Señor Jesús”, sino en el Espíritu Santo. Decir “Señor Jesús” es el comienzo de la distribución de los dones por el Espíritu en el versículo 4, el cual dice: “Ahora bien, hay distribución de dones, pero el Espíritu es el mismo” (lit.). El comienzo de la distribución de los dones por el Espíritu es cuando invocamos “Señor Jesús”. La mejor manera de ayudar a los santos a funcionar o a hablar en las reuniones es encargarles, o sea, motivarles, a invocar el nombre del Señor Jesús.

A principios de los setenta, cuando nos reuníamos en el local Elden en Los Angeles, nuestras reuniones siempre estaban en los cielos porque invocábamos muchísimo el nombre del Señor. Los santos invocaban el nombre del Señor en sus casas y en camino a la sala de reunión. Así que, cada vez que entrábamos en el lugar de reunión, teníamos la sensación de que estábamos vivos y que todo estaba viviente allí. Todo el invocar el nombre del Señor introducía el hablar de parte de todos los santos. No teníamos bastante tiempo en nuestras reuniones para que todos hablaran. Sin embargo, gradualmente nuestra práctica de invocar el nombre del Señor ha disminuido y se ha retardado. Por eso nuestras reuniones también han comenzado a ser demasiado lentas.

Ahora el rescate es invocar el nombre del Señor. Esto despierta la distribución de los dones. Entonces, los dones llevan a cabo toda clase de ministerio por el Señor y todos estos ministerios llevarán a cabo la operación del Padre. Esta operación por medio de los ministerios por los dones impartirá a la Trinidad divina dentro de nuestro ser. En nuestras reuniones no debe haber formalidades ni ritos. Necesitamos entrar invocando el nombre del Señor y empezar a hablar. Guardar las formalidades y los ritos es permanecer en la muerte.

(Manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, La, capítulo 2, por Witness Lee)