Estudio-vida de Hebreos, por Witness Lee

EL PROPÓSITO ETERNO DE DIOS

De toda la revelación que nos provee la divina Palabra de Dios, podemos ver que en la eternidad pasada Dios planeó expresarse a Sí mismo. Éste es el propósito eterno de Dios: expresarse a Sí mismo de una manera concreta y real mediante una entidad corporativa compuesta de muchos seres humanos. Éste es el propósito eterno de Dios. Fue para cumplir este propósito que Dios creó los cielos y la tierra.

Satanás, el enemigo de Dios, intervino y dañó la creación de Dios, especialmente la tierra. Es por eso que Dios tuvo que juzgar la tierra con agua (Gn. 1:2). La tierra entera quedó bajo las aguas de juicio. Estas aguas eran una especie de muerte que cubría toda la tierra. Entonces Dios vino y levantó la tierra que había sido cubierta por las aguas de la muerte, haciendo que ésta emergiera de las aguas de la muerte en el tercer día. Muchos maestros de la Biblia concuerdan en que éste es un cuadro del Cristo resucitado. La tierra que se elevó sobre las aguas en el tercer día es un tipo del Cristo resucitado, quien es el origen de todas las clases de vida. Luego, del polvo de esa tierra, Dios hizo al hombre a Su propia imagen para que éste lo expresara y representara. En aquel tiempo la tierra se podía ver en Adán, puesto que él había sido hecho del polvo de la tierra. También se podía ver a Cristo, por cuanto Adán fue hecho a imagen de Cristo. Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a imagen de Dios, y Colosenses 1:15 dice que Cristo es la imagen del Dios invisible. Por tanto, el hombre fue hecho a imagen de Cristo y llevaba Su imagen. Si usted hubiese visto a Adán, habría visto la imagen de Cristo. Así pues, en Adán, un hombre, podemos ver tanto el polvo de la tierra como la imagen de Cristo. Por consiguiente, en Adán vemos tres elementos: la tierra, Cristo y el hombre. Estos tres elementos se combinan para ser la expresión de Dios y el reino de Dios. Aquello era una miniatura de lo que Dios se había propuesto obtener.

(Estudio-vida de Hebreos, capítulo 17, por Witness Lee)